El cuestionado pasado del Papa Bergoglio

por KEVIN ARY LEVIN,

La elección del argentino Jorge Mario Bergoglio (hoy Francisco) al frente de la Iglesia Católica es sin duda un hecho de gran relevancia, tanto para defensores como opositores, para católicos o no. Lo que algunos llaman jocosamente el “Efecto Pancho”, el retorno repentino a cierta práctica religiosa o a las instituciones católicas a raíz del nombramiento, es visible. Las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires, públicas y privadas; católicas, laicas, protestantes, judías; todas cerraron sus puertas para permitir a los niños y jóvenes ver el entrenamiento desde la casa, a raíz de lo que califico como “un hecho único en más de 2000 años de historia”.

No es el lugar para teorizar sobre la relación entre los medios y la opinión pública, pero basta decir que los medios nos inundan de noticias sobre el Papa Francisco. Y mucho. Nota tras nota, se construyó en la conciencia popular la idea de un hombre humilde, austero, de los pobres, y vinculado – como no podía ser de otra forma – con la pasión popular, el fútbol.

Pero, ¿cómo nos afecta esto realmente como judíos? ¿Y cómo latinoamericanos? Con respecto a la primera pregunta vale aclarar que AMIA, la mutual de la comunidad judía de Buenos Aires, y el Congreso Judío Mundial, ya expresaron su satisfacción frente al nombramiento. El matutino israelí Haaretz informó también que el flamante Papa ya envió una carta saludando a la comunidad judía de Roma. Quedará pendiente ver, sin embargo, cómo se procederá más allá de los gestos en dolorosos temas pendientes, como el siempre esperado sinceramiento sobre el rol de la Iglesia frente al nazismo. Y sin embargo, al nivel de las personas, un hecho es innegable: un Papa latinoamericano trae consigo un interés especial y un simbolismo sin comparación. El acercamiento de la política con la religión (como se hizo hoy evidente, con el mencionado asueto inimaginable hace algunos años) jamás podría ser positivo para las minorías no católicas de la región.

Como latinoamericanos, por otro lado, el tema es quizás más complejo. El Papa Francisco no es ajeno a la política: cuando era Bergoglio y no Francisco, fue un impopular opositor al matrimonio igualitario en Argentina (llamó a una “guerra de Dios” en su contra), se opuso al aborto bajo toda justificación, se vinculó históricamente con la derecha argentina y tuvo denuncias nunca del todo clarificadas sobre su rol en entregar sacerdotes tercermundistas a la ex dictadura militar argentina. Eso antes de convertirse en Francisco, el amante de los pobres y opositor del protocolo y la opulencia.

En un contexto de algunos importantes cambios en las sociedades y un giro, con matices y a veces obstáculos, de varios países latinoamericanos hacia la izquierda, es totalmente lógico esperar que Latinoamérica esté en la mira de una institución como la Iglesia. Sobre todo una con un líder latinoamericano. En todo el mundo, por encima de los líderes políticos, hay ahora un solo latinoamericano infalible de acuerdo a la fe católica: Francisco.

Para aquellos que piensan que la asunción de Bergoglio puede servir para “latinoamericanizar” a la Iglesia, o incluso para avanzar temas de interés latinoamericanos, no hay mejor respuesta que la historia: recordemos 1978, cuando un joven polaco, Karol Wojtyla (luego Juan Pablo II), fue elegido al trono eclesiástico, desde el cual luchó enérgicamente contra el comunismo de su país natal. El hecho de ser polaco y reverenciado como un “hombre del pueblo” le otorgó una legitimidad incomparable que contribuyó a la caída del bloque soviético. De igual forma, Francisco puede servir como la figura de la Iglesia para volver a una situación que le permita dictar agenda en Latinoamérica.

Como judíos y como latinoamericanos, un nuevo rol fortalecido de la Iglesia en nuestros países, que podría hacer más borrosa la ya a veces confusa relación entre religión y Estado, nos debería preocupar. Me asombra entonces cómo algunos judíos libres de ataduras institucionales y políticas pueden genuinamente estar felices del nombramiento. Sólo queda esperar la unidad en Latinoamérica de todas las fuerzas que luchan por diferentes causas ubicadas en las antípodas de los intereses eclesiásticos. En esta lucha veremos cuál es realmente el poder del flamante Papa Francisco, y si en la realidad será más Francisco o más Bergoglio.

 

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Un comentario

  1. Sabe nunca he sido antisemita, siempre he sido muy respetuosa de otras religiones, se la hsitoria nuestra como latinoamericanos y simplemente puedo decirle que para nada usted es latinoamericano, porque un latinoamericacano jamás pensaria como usted.
    Siento de verdad ver que haya gente como usted que piense así, permitadecirle que tal vez porque nacion en un pais latinoamericano se sienta uno, pero realamente no lo es.

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