La falta de sentido del Estado Nación europeo en los continentes explotados por el Colonialismo e Imperialismo.

por SOFIA SACKS, Est. Ciencia Política, U. Católica.

La paz de Westfalia, firmada en 1674, marcó simultáneamente dos fenómenos históricos importantes. En primer lugar, significó el fin de las múltiples guerras que asolaban al continente europeo, para dar espacio a un período nuevo, de relativa paz, que permitió el desarrollo industrial y, a largo plazo, la expansión colonial de dichos países. En el ámbito político social, significó a su vez el cambio de la visión de Estado y gobierno que se tenía hasta entonces. Marcó el fin del feudalismo como régimen, y estableció las bases del Estado moderno, con individuos ciudadanos, libres, asociados bajo un mismo gobierno.

Es entonces cuando el concepto de “Estado Nación”, tan popular hoy en día, se transformó en el nuevo ideal de los países europeos a nivel de régimen político. Se entendió como tal la creación de una división político administrativa, con límites establecidos, y constituidos por una nación homogénea. Dicha población estaría unida por un “pasado común”, que habría generado una herencia cultural similar; y la persecución de intereses que fuesen comunes a todos los ciudadanos no sería una tarea particularmente compleja, lo que traería beneficios a los mismos, cumpliendo el Estado un rol de facilitador de las relaciones humanas. Es así como el Estado, y en el mismo sentido, la soberanía nacional, tienen sentido en países que realmente están constituidos por una nación.

Sin embargo, el colonialismo, en sus dos etapas principales, intentó trasladar el concepto político adoptado en los países europeos a América, en una primera instancia, y a Asia y África posteriormente. La implantación de divisiones administrativas significó la creación de nuevos Estados, lo que provocó finalmente que las metrópolis no pudieran continuar manteniendo el sistema, donde los límites estaban establecidos desde los países europeos. Claramente, dichas divisiones no respondían a las reales diferencias sociales y culturales existentes anteriormente, por lo que no podemos hablar de nación, y menos de Estado Nación.

El centro impuso un modelo político a la periferia, que no se adaptaba a sus necesidades reales ni a sus bases culturales. La democracia, ideal de gobierno en la modernidad por representar las opiniones de todos los actores, fue vista como el único camino al desarrollo, sin considerar la opción de otras formas de gobierno, distintas al Estado Nación, que se adaptaran mejor a las realidades de países distintos. La democracia podía ser un excelente elemento en los países europeos, donde las diferencias de intereses, debido al concepto de estado nacional, no debían ser tan radicales. Distinto es el caso de los nuevos países, donde, al no existir una nación, la opinión de cada grupo podía distar de forma importantísima.

Tampoco se consideró el factor temporal, pues los países europeos demoraron más de mil años en crear un imaginario común que respaldara a la democracia. Vemos como hoy en día instituciones como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial piden los gobiernos democráticos como requisitos para la entrega de recursos, sin considerar que esta “receta única” podría no funcionar en todas partes.

En nuestro país, muchas veces escuchamos a los dirigentes de toda índole referirse a la nación, intentando llamar a la ciudadanía. Se alude a un pasado glorioso de emancipación, y a la conformación de una historia chilena inclusiva, que ha llevado a tener un Estado exitoso. Sin embargo, vale la pena preguntarse qué estamos considerando como nación hoy en día, y si efectivamente esta existe en nuestro país. La “nación” chilena, si pudiese llamarse así, ha dejado fuera de su concepto a todos los grupos disidentes, como los pueblos aborígenes. Hoy se intenta integrarlos a la forma occidental de estado, que no necesariamente es compartida por ellos.

La misma situación se vive hoy en la mayoría de los países africanos, que han sufrido importantes crisis políticas en el último tiempo. Al ver el mapa  de África, podemos ver un trazado recto, casi hecho con regla, que solo significó las divisiones válidas en Europa, sin considerar a la población que había detrás de ellas. La implantación de gobiernos ha sido dificultosa por decir lo mínimo, generando importantísimas diferencias sociales y económicas por intentar establecer formas occidentales en sociedades dispares. Es por esto que han sido considerados estados fallidos.

La democracia no debe entenderse como receta única de forma de gobierno, y menos la impuesta desde el primer mundo a los continentes colonizados. Quizás modelos distintos, adecuados a los países y elegidos realmente por su población y no impuestos desde la dominación y explotación exterior, llevarían a mejorar la situación social que se vive en América, Africa y Asia, a reparar injusticias y desigualdades y a construir una mejor sociedad para toda la población.

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4 comentarios

  1. Muy interesante.
    – Me pregunto, ¿cuál otro modelo podríamos aplicar? y ¿no será ya muy tarde? Tendríamos que sin duda elegir un modelo compatible con cierto grado de desarrollo económico (por lo menos para ser realistas).

    – Sin duda hay varios tipos de democracia. Lo que es común a todas son los ideales de la elección popular. Por lo tanto la elección popular de un modelo distinto sería, en realidad, una variación de la democracia. Una nueva democracia. De todas formas ese es el desafío de cualquier país: modificar su democracia a su propia identidad, amoldarla. Es un camino interminable, y, claro, con unos «bumps» bien grandes.

    – Y ¿cuáles son las razones que puede tener el Banco Mundial para poner como requisito la democracia? Si bien puede conllevar exclusión, deberiamos aceptar al menos que deben haber fuertes razones para ello.

  2. Benji
    – Probablemente es demasiado tarde, sí. Quizás, la solución habría sido dejar las sociedades tribales como existían, y no imponer un modelo que no se adecua a la sociedad de la que hablamos. Por otra parte, también vale la pena preguntarse por qué el desarrollo económico en sí es deseable, quizás pequeñas comunidades autárquicas no necesitan tener excedentes.
    – por otra parte, la democracia no es solo elección popular. ¿Es democrático un modelo donde todos pueden votar, pero no hay alternativas? (por ejemplo, el plebiscito del 80). Quizás haya sociedades donde el ideal de buen gobierno no sea la elección popular, sino una especie de modelo de gobierno de los sabios (no me acuerdo si era Aristóteles o Platón)
    – El BM y FMI no solo piden democracia como requisito, sino otros indicadores como garantía constitucional de la propiedad privada y otros elementos que no necesariamente se condicen con el nivel de vida que tengan sus miembros. Dicho esto, es la legitimación de una idea fundante de la sociedad moderna, que entiende el buen gobierno inequívocamente como democracia!

  3. – Si nos preguntamos si el desarrollo económico en sí es deseable (aunque tendriamos que definir primero que signfica «én sí». Porque ciertamente «desarrollo económico en sí» no puede significar meramente acumulación riquezas, sino tamibén aumentar posibilidades de consumo –> mejor calidad de vida. Si creemos que el desarrollo económico «en sí» es sólo la acumulación de riquezas, o SOLAMENTE una cosa, no tiene ningún sentido de existir.) mi respuesta sería que sí. Sin excluir que de él de hecho se deriven realidades indeseables!

    – ¿Es democrático el plebiscito del 80? Si creemos que no hubo alternativas, diremos que no fue democrático. En todo caso, democracia sigue significando elección popular.
    El modelo de los sabios (filósofos) era de Platón, y esos diálogos sirvieron de base ideológica para algunas de las peores dictaduras de la historia. (Para más información de Platón: http://www.youtube.com/watch?v=nVQKbQVc2_w)
    Personalmente, hasta que alguien me diga algo mejor, pensaré que el ideal de elección popular es el mejor que hay (al menos hasta ahora).

    – Efectivamente se considera el buen gobierno como democracia. El Banco Mundial, reitero, supongo tendrá fuertes razones para exigir como requisito dichas garantías para poder seguir funcionando como tal.

  4. Benji, decir que democracia es elección popular es demasiado simplista!
    Elección popular no puede ser el único elemento que garantice una cultura democrática. Según Dahl (seguro lo leíste), hoy no existe la democracia, y lo más cercano que tenemos es la poliarquía, es decir, múltiples «cabezas» del poder. Él (que es el politólogo más influyente del siglo XX) define la poliarquía como participación y competencia. Hoy, existen un montón de indicadores democráticos que consideran elementos que van desde la propiedad privada hasta cosas tan básicas como la posibilidad del voto universal. Entender democracia como «participación popular» genera varios problemas que también involucran qué es la participación, y qué vas a entender como popular.
    Por otra parte, yo no busco deslegitimar a la democracia como régimen político, sino que busco validar otras opciones. Que la democracia sea el mejor modelo en tu opinión es súper válido, y al parecer, súper compartido por el resto de la sociedad occidental. No tiene nada de malo la democracia, sino que lo que intento decir es que hay otros modelos que tampoco son malos, sino distintos.
    Ahora, en ese sentido, mi problema con el BM tiene el derecho a exigir lo que se le plazca para entregar plata, y en general, en nuestra cultura la petición que hace es súper aceptada. Sin embargo, dalo vuelta, y piensa qué pasaría si un organismo internacional te obligara a adoptar un régimen dictatorial, o monárquico porque es lo que considera lo mejor.
    Creo que lo fundamental, que también va en la línea del planteamiento democrático es permitir a los pueblos elegir su forma de gobierno (El Contrato Social?). Si quienes buscan elección popular quieren, puedan hacerlo, y también así con quienes prefieren otros sistemas

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