Religión Judía: desde la Unión de nuestro Pueblo hacia la Intolerancia religiosa actual.

por ALBERTO DUEÑAS, Est. Ingeniería Comercial, U. Adolfo Ibáñez.

Vivimos en una sociedad cada vez más globalizada, en donde las comunicaciones son casi instantáneas desde un punto del planeta hacia otro. Podemos estar en contacto con nuestro amigo o familiar que vive en Australia, casi de la misma forma como si nunca hubiese dejado el país. Los negocios y las bolsas bursátiles se actualizan segundo a segundo a nivel mundial, y un pequeño cambio en alguna economía del mundo, puede significar grandes cambios en otra economía muy lejana geográficamente.

Pero el acceso instantáneo de la comunicación en la sociedad global, ¿nos hace ser realmente más comunicativos? ¿Seguimos “unidos” realmente formando una sociedad global gracias a estas comunicaciones virtuales propias del siglo XXI?

Lo que nos mantiene unidos se conoce como mito fundante, lo que da sentido a agruparnos para vivir juntos, con un mismo pensamiento, alineados y que crea continuidad. Las religiones son un claro ejemplo de una institución que crea la necesidad de pertenecer y ser dominados entre aquellos que la profesen, de unirse (si es que creen en la misma religión) y de vivir una vida muy similar, con costumbres y ritos que finalmente logran que se viva en forma común, con una identidad colectiva, como un pueblo.

Hace 1.000 años no se tenían los medios de comunicación que hoy se tienen. Las noticias podían llegar desfasadas por días, meses, incluso años. Pero, sin embargo, la proximidad física de las comunicaciones entre las personas lograba crear una mayor unidad como pueblo. Con tanta desinformación y poca comunicación, dos o más pueblos que creyesen en una misma religión, y que estuvieron separados por siglos (como el caso de las distintas ramas del pueblo judío) al momento de encontrarse, se agruparon y acogieron como un solo gran pueblo. El mito fundante de la religión, era más fuerte que sus diferencias culturales, geográficas e incluso raciales.

¿Pero qué vemos hoy? Vemos que las distintas comunidades judías (con una misma religión en común) están más distantes que nunca. ¿Qué ha ocurrido en nuestra comunidad judía para que el mito fundante no pese tanto como antes? Con la modernidad y la muchas veces sobre utilizada “globalización”, el hombre en vez de ser más gregario y comunicativo, se ha encerrado en sus propios gustos e intereses, lo cual se traduce en que se junta en su gran mayoría con gente igual o similar a él, principalmente en condiciones socioculturales, políticas y socioeconómicas. Esto deriva en la división de nuestro pueblo en comunidades disociadas unas de otras. Es más, hay comunidades dentro del mundo judío que llegan incluso a rechazar a otras, o a personas en particular, excluyéndolas de lo que antes los unía, el gran mito fundante; su religión.

Acaso, ¿hay gente más o menos judía que otra? Judaísmo es identidad. El que se siente judío, por costumbre, por tradición, pero que duda de la existencia de D’s, no es menos judío que aquél que sí cree en D’s pero que actúa con temor frente a Él. El alumno que estudió toda su vida en el Instituto Hebreo, pero que su madre no es judía halájicamente, ¿es menos judía que el que cuya madre sí lo es pero que no sabe nada o poco sobre su religión?

Son preguntas que tienen distintas respuestas dependiendo de quién las responda y de qué comunidad vengan éstas. Pero es bueno recordar que los judíos en esencia, no venimos de un solo lugar ni de una sola raza. Somos el conjunto de los lugares, razas, costumbres y pueblos con los que nos fuimos asimilando y formando a lo largo de la historia del judaísmo. El judío sefaradí tiene distintos rasgos culturales y físicos al judío askenazí, y eso no es más que una demostración de nuestra diversidad de trayectorias. Sin embargo, cuando ambas partes se conocieron (mucho tiempo atrás), se unieron como un solo gran pueblo, el pueblo judío, que es más mucho más que una religión. El mito fundante de la religión en nuestro pueblo global logró ser mucho más fuerte que nuestras diferencias. Pero al parecer, en nuestra comunidad judía local nos cuesta mucho entender que los verdaderos lazos significativos y relevantes entre los miembros de nuestra colectividad los construiremos a partir del entendimiento y respeto de nuestras diferencias.

El gran mito fundante que nos unió como pueblo y que nos salvó de innumerables persecuciones, es hoy algo que quizás nos divide y ya no nos hace ser el gran pueblo que siempre fuimos. Puede llamarse globalización o modernidad, pero lo cierto es que el tremendo poder de agrupación que puede tener el mito fundante de la religión, hoy en día gracias a su intolerancia es lo mismo nos está desagrupando.

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Un comentario

  1. Interesantisima columna, me identifico mucho con lo que propones y creo que sin duda alguna nuestra generación ya no se tendrá que hacer cargo de combatir la asimilación sino asumir un rol activo en intentar unir a nuestra comunidad.

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