El Sincretismo Cultural como forma de preservación obligada de las Culturas de los pueblos dominados.

Por JOSE HES GRINSTEIN, Lic. en Historia, U. Chile.

No existe un único mecanismo capaz de lograr que una sociedad se desintegre. Ni las cámaras de gas de los Nazis ni los arcabuces españoles fueron capaces de desintegrar a una cultura o comunidad. Comúnmente estas políticas nacen desde los círculos de poder; un Estado, dirigencia política, cúpulas religiosas, etc. Y van dirigidas a un grupo humano que es considerado como un “peligro” al status quo predominante o que pretende predominar.

Históricamente, estas políticas van desde la más cruda y dura represión física como matanzas, persecuciones, exilios, etc, hacia una represión mental en donde prima la destrucción de símbolos y de los espacios de identidad de las comunidades.

¿La sociedad se desintegra o se readapta? No conozco ningún caso en la historia que por medio de una política de poder se haya desintegrado a una sociedad o comunidad. Nosotros los judíos somos el ejemplo vivo de lo que planteo. Pero sí muchos de estos mecanismos han conseguido que la comunidad que los sufre se ha visto obligada a readaptarse a la situación, pudiendo mantener su cultura desde la clandestinidad o desde el “disfraz” como sucedió con gran parte del Mundo Andino una vez consolidada la Colonia española, en donde muchas costumbres de los indígenas se fueron mixturando con las creencias de España.

Las Ciencias Sociales y la Historia conocen a este proceso como un “Sincretismo Cultural”, que para este caso tiene la particularidad de ser forzado, es decir, la única vía para preservar las tradiciones de cada cultura es obligadamente mezclar lo antiguo con lo nuevo o impuesto. Numerosos ejemplos tenemos en la religión de los pueblos indígenas de América, el arte religioso colonial Limeño, Quiteño y Cusqueño son un claro ejemplo de esto. En esas obras podemos ver dibujos de Jesús con algunos rasgos indígenas y simbología Americana, o numerosos cuadros de ángeles y arcángeles portando armas y armaduras de soldados españoles, e incluso cuadros e imágenes de vírgenes de piel negra o morena. Todos son ejemplos donde la cultura y cosmovisión indígenas fueron resignificadas en símbolos religiosos de la cultura española cristiana, para así asegurar su subsistencia y combatir su eliminación.

Es por estos procesos de sincretismo cultural que los distintos mecanismos no son efectivos para disolver a la sociedad, mas bien sirven para modificar ciertos comportamientos, actitudes e incluso creencias de un grupo humano, en el mediano y largo plazo. El caso más brutal de políticas para disolver una sociedad ocurrió sin duda durante la Segunda Guerra Mundial y fueron los campos de exterminio Nazi. En este caso no se pretendía ni la disolución ni modificar una sociedad, sino simplemente exterminarla. Y ejemplos de exterminio hay muchos alrededor del mundo, incluso en la actualidad se están dando hoy en día horribles matanzas de pueblos y sociedades completas de las que ni nos enteramos, y cuando lo hacemos, es una noticia en un diario local, siempre de menor importancia que el último partido de fútbol o la aparición pública de alguna modelo.

Si el método más brutal y radical de exterminio que ha sufrido un grupo humano ha fracasado, y también los mecanismos que han aplicado las potencias mundiales cuando anexan territorios y culturas diferentes, podríamos concluir que estas políticas cuando se enfrentan a sociedades bien constituidas, con una identidad fuerte, en donde cada uno de sus miembros creen en sus mitos fundantes, por este camino las culturas se hacen invencibles y las ideas de disolverlas o exterminarlas fracasarán una tras otra.

Eso no nos quita la responsabilidad de revisar nuestras prioridades, y de convertirnos en actores comprometidos frente a los distintos escenarios de genocidios que se están dando alrededor del mundo. Depende de nosotros que las prioridades cambien, y que tanto nosotros como los medios de comunicación comiencen a darle la importancia que se merece la dignidad y la vida humana, y no idiotizarnos frente a cosas banales. Se puede vivir sin pensar, pero ya es hora que elijamos lo contrario.

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