Comunidad y Memoria: La pérdida de Patrimonio material e inmaterial judío chileno junto a la Gran Sinagoga de Serrano.

por FRANCESCA BUCCI MEDVINSKY, Lic. en Teoría e Historia del Arte, U. de Chile. MA en Gestión Cultural, U. de Chile (C)

 “Olvidar la creatividad del pasado es una falta de previsión; es limitar los recursos del futuro de una manera tan seria como talar los bosques o contaminar el agua y el aire”[1].

Recientemente, como parte de mi investigación de Tesis de Magister, asistí al Seminario “Nuestra Memoria, Nuestra Responsabilidad” sobre Patrimonio cultural en el GAM. El encargado de UNESCO de La Habana explicó, entre otras cosas, como las identidades se construyen por generaciones, y son esas mismas comunidades llenas de una determinada identidad las que luchan por preservar sus lugares simbólicos a lo largo del tiempo.

De este movimiento, que nació fuertemente después de la Segunda Guerra Mundial, se conforma la UNESCO y se da inicio a la convención de Protección de Bienes Culturales en Épocas de Conflicto. Esto para proteger la destrucción de bibliotecas, museos, iglesias y todo el patrimonio histórico cultural que identifica a un pueblo. En términos globales ha sido la UNESCO ( con la Convención del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural el año 1972) la que ha ayudado a poner en práctica políticas específicas sobre protección de patrimonio, además de hacer tomar conciencia a las naciones de la importancia de la restauración y conservación de ellos. Estas convenciones se siguieron desarrollando hasta nuestros días para dar respuestas a la salvaguarda de la arquitectura, lugares, conocimientos, fiestas y costumbres de las comunidades alrededor del mundo.

Durante las ponencias, en las que se hablaba del registro y de la documentación de estos bienes para su protección, vino a mi mente un reciente episodio en la comunidad judía chilena, que atenta contra la memoria de la historia de toda la comunidad. Y un hecho curioso es que este atentado contra nuestra historia parte desde la comunidad misma, o mejor dicho, desde un determinado Directorio de una de las varias comunidades que integran la población judía de Chile. Este Directorio, incapaz de no sólo dar valor arquitectónico o estético a ese lugar, sino que además al ignorar por completo el valor patrimonial e histórico que constituía el edificio, tanto para la comunidad judía chilena en su conjunto, como para la comunidad chilena en general, gestionó la venta y posterior destrucción de lo que fuera el centro de la Comunidad judía en Chile por muchísimas décadas: La Sinagoga de Serrano.

El construir sentidos de pertenencias como comunidad es un paso necesario para construir futuro. Este lugar no era un simple edificio, además de albergar oficinas comunitarias, era un templo, una sinagoga. Cuando los lugares desaparecen, se llevan consigo relatos, historias, proyectos y sueños contenidos en un espacio. Además en este caso de la kedusha[2] impregnada por los rezos de nuestros padres, abuelos y bisabuelos. Muchos relatos desaparecieron con ese lugar, junto con décadas de historia tangible de nuestra comunidad.

Patrimonio son aquellos bienes materiales e inmateriales dignos de recordar, dignos de permanecer, es el legado que dejaremos a las futuras generaciones, lo que trascenderá fisica y espacialmente a la vez que oral y temporalmente. Un patrimonio cultural, habla de cómo vivió una determinada comunidad, sus fiestas, costumbres y creencias. Cuidarlo para un futuro es la herencia que dejaremos de lo que han hecho nuestros pueblos y comunidades. Un patrimonio cultural, sea mueble o inmueble, tangible o no, le pertenece a toda una nación y en muchos casos, a la humanidad entera.

Aunque Chile adscribe en el año 1980  a la convención de la UNESCO[3] y posteriormente lo hace con la Convención de Salvaguardia del Patrimonio Inmaterial en Octubre del 2003, el tema se ha ido desarrollando y discutiendo lentamente a lo largo del tiempo. No obstante, en términos políticos, en nuestro país se observa un escaso interés en promover la investigación, conservación y educación del patrimonio cultural.

Pese a lo anterior, en los últimos cuatro años, han sido miles las peticiones de diferentes comunidades de pueblos originarios, pequeños poblados o ciudades a lo largo de todo el país, que han exigido que el Consejo de Monumentos Nacionales declare sus iglesias, barrios y fiestas típicas. Citando a Canclini: “Las tardías acciones a favor del patrimonio suelen ser obras de la sociedad civil, de empresas privadas o de grupos comunitarios”[4]

La pregunta que surge es si la comunidad judía chilena no sólo no reconoce su patrimonio y no no pide su resguardo sino que además lo borra del mapa, entonces ¿Quién sería el responsable de preservarlo?

Hace poco tiempo, tuve el privilegio de visitar una decena de sinagogas muy antiguas, en diferentes ciudades de Europa. En algunas de ellas, se advertían los vestigios de la guerra: No es secreto la cantidad de invaluable e irrecuperable patrimonio judío perdido durante los años de guerra en toda Europa: Rollos de Torah, Sinagogas, una cantidad enorme de libros y objetos religiosos, todos quemados y destruidos. Sin embargo, esas mismas edificaciones que fueron profanadas albergan hoy en día, entre sus centenarias paredes, una nueva generación: nuevos rezos, bodas y celebraciones, nacimientos y recitaciones de kadish de duelo. Continúan mezclándose con siglos de historia los relatos alegres y dramáticos, formando juntos un conjunto de prácticas con un valor simbólico que encierra la riqueza de nuestra memoria. Muchas de ellas guardan en su interior un pequeño museo que narra la historia del lugar, las generaciones que hicieron ahí comunidad, sus fechas importantes y el cómo llegaron hasta el día de hoy.

Claramente, ningún Directorio de aquellas comunidades que velan por estas sinagogas (que han sobrevivido a guerras y barbaries) opinan que éstas son tan antiguas que hay que echarlas abajo irremediablemente para construir nuevas, mas elegantes y cómodas, o que al haber sido construidas hace tanto tiempo, han quedado en medio de los sectores céntricos de la ciudad, alejadas de los barrios que actualmente tienen más status social. ¿Qué dirían esas mismas comunidades que han protegido por siglos sus lugares de plegaria y sus centros comunitarios si conocieran las políticas tomadas por el Directorio chileno frente a la sinagoga de Serrano? ¿Cuáles son y serán los vestigios históricos de los judíos en Santiago de Chile? Darse cuenta de la respuesta hace que reflexionemos que clase de historia se está escribiendo en nuestra comunidad.

Nuestra memoria es nuestra responsabilidad. La preservación de nuestro patrimonio es un deber, eso revela la autenticidad de quienes llegaron como emigrantes a esta nación y se establecieron creando su futuro. El pueblo judío ha emigrado por siglos, dejando huellas materiales e inmateriales en casi todo el mundo, sin embargo, en Santiago, una historia que celebramos hace pocos años como centenaria, exceptuando el Bikur Joilim, ya no tiene huellas que preservar. Esto pone en evidencia que hay un descuido e indiferencia de la mayoría por mantener y cuidar los lugares que nos hablan de nuestro pasado, y los cuales sobreviven sólo gracias a la perseverancia de unos pocos.

Con memoria se construye futuro. Una comunidad que valora sus hitos, espaciales y temporales, valora su propio patrimonio. El relativizar las acciones como decir que “el fin justifica los medios” es quedarse atrapado en una visión mezquina. No se puede construir sobre la anulación, como decía Martin Buber: “A fuerza de ahondar en la vida de las cosas y en la naturaleza de su relatividad, llegarás a lo indisoluble; a fuerza de negar la vida de las cosas y su relatividad, llegarás a la nada; pero si santificas las cosas, llegarás al D’s viviente” [5]

Un pueblo se define por los relatos que conserva, por la cantidad de historia que guarda de sí mismo. La continuidad de una comunidad no es espontánea, su capital simbolico se expresa en sus espacios, como parte de su memoria y sus logros.


[1] Ana Pellicer, escultora mexicana, en ponencia “Las Artesanías y el Turismo”, Encuentro internacional: Turismo Cultural en América Latina y el Caribe, La Habana, Cuba, 1996.

[2] Del hebreo ( קדושה‎) significa literalmente santidad.

[3] Nos referimos a la Convención del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de UNESCO, año 1972.

[4] Garcia Canclini, Nestor. Culturas Hibridas, Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Buenos Aires, Ed. Paidós,  2008. Pag. 167.

[5] Martin Buber ( 1878-1965). Palabras de los sabios judíos. Barcelona, Ediciones B, 1999. Pag. 22

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7 comentarios

  1. Que bueno que tocaste el tema. Ahora sería buenos que investigues las causas que llevan a estas situaciones. Dato: integrantes directorio CIS y empresa Paz. Aprovecha de investigar que está sucediendo con el Estadio Israelita.
    Y un tercer tema: ¿
    «¿rescata el nuevo Mercaz la expresión cultural y patrimonial de la identidad judía, o quizás más bien todo lo contrario?»

  2. Sergio: interesante tema sobre la expresion cultural judia en la arquitectura, ciertamente el tema de patrimonio comunitario da para largo! gracias por tu opinion.

  3. «Nuestra memoria es nuestra responsabilidad. La preservación de nuestro patrimonio es un deber»

    «Revela la autenticidad de quienes llegaron como emigrantes a esta nación y se establecieron creando su futuro»

    Que buenas frases. Me gustó porque -quizás desde una perspectiva más lejana al arte y más cercana a la historia- este asunto de la puesta en valor y de uso del patrimonio que le otorgan a sus propios espacios, los encargados de comunidades asediadas por su propio temor, también me impacta, y en ocasiones simplemente me exaspera.

    Es que la destrucción de los soportes arquitectónicos, y de cualquier tipo (historia oral, papeles privados, actas, textiles, fotografía, etc.) a la que parece adicta la kehilá chilena, duele. Más allá de las buenas intensiones (que conozco y atiendo), de las medidas de mitigación y de compensación o reparación realizadas en el caso particular de la sinagoga de Serrano, lo que pone de relieve Francesca es la actitud de los responsables, de los tomadores de decisión de esta comunidad judía. De esta y no otra. Una que se cree buena para los negocios no sabe nada sobre infraestructura y conservación del patrimonio como oportunidad para lo urbano. Francesca pone el ejemplo europeo, las juderías bien conocen el valor del «Tangible immovable heritage», pero hay otros ejemplos latinos también.

    El patrimonio inmaterial y material es importante, porque en última instancia, por defecto, lo necesitamos para la continuidad. Para trabajar cualquier temática de identidad requerimos de esos edificios, porque estuvieron-están vinculados al quehacer cotidiano, nos contextualizan sus cánones, su institucionalidad, sus circuitos y sus mercados. Precisamente la conservación logra lo que todos cacarean, permite no solo comprender el pasado sino mantener la identidad en el futuro.

    Sin ellos, también se puede hacer, pero es más difícil, arduo y reservado para los especialistas.

    Urgente le solicito a los administradores de la Kehilá Ilustrada (conocida bajo el alcornoque alias de El Diario Judío) un debate sobre esto. Ajshav!

  4. A lo mejor Frani es que no sabemos lo que somos, a lo mejor si sabemos lo que somos nos avergonzamos de lo que somos. Esta comunidad, la que abandonó Serrano ya lo había abandonado cuando seguía allí. Creemos que con mejores edificios tendremos concurrencia y mejores comunidades pero no es cierto, porque el pueblo judío sobrevive porque, como dice la Tora y como comparte incluso Tolstoi el judío es inmortal, pero el judío que se sabe judío y vive como uno. Concuerdo contigo, sin pasado no hay memoria y sin memoria no hay futuro, solo asimilación, y pareciera que la asimilación nos quiere desaparecer con edificio incluido. Si nosotros borramos nuestro rastro, ¿cómo nos encontrarán? ¿Cómo nos reconoceremos a nosostros mismos? Esto es una auto-negación existencial y lo peor, esta vez es voluntaria…

  5. Nico, te encuentro toda la razón cuando hablamos de auto negacion y de abandonar lo que somos, en parte la triste historia de Serrano nos demuestra eso: creemos acaso que con un edificio nuevo onda minimalista pero que en realidad es mas parecido a «Yad Vashem» ( tema de «estilos» que toco tambien Sergio) con estacionamiento a lo mall, etc vamos a traer mas vida judia?

    Jorge da en el clavo cuando dice que conservar permite comprender el pasado, si borramos todo, pareciera que la comunidad ha nacido por «generacion espontanea» de estoril para arriba y asi sin tomar noción, se ha anulado 100 años de historia judia en el pais.

    Otro tema que no toque pero que tiene directa relación con esto es el hecho que se esta coartando el judaismo de todos a uno de elite, que vive en un solo sector, que pasa con otras opciones de donde vivir ? A uno no le puede gustar vivir en otras latitudes?

    El tema da para largo…

  6. La demolición de la sinagoga de Serrano es un crimen aberrante, que gracias al caracter reservado de la comunidad judía en Chile, pasó casi desapercibido. Si además sabemos que la gran sinagoga deja el centro para irse a La Dehesa, peor aún. Es incomprensible que la comunidad judía muestre una actitud tan ignorante y burda, al destruir un lugar que representaba los origenes de los judíos en Chile (el sector centro de Santiago) para trasladarse a un sector acomodado mas cercano a sus actuales feligreses, como si un lugar de culto religioso se tratara de un supermercado que debe ser practico para la visita de sus consumidores. Pocos judíos sabrán de ahora en adelante que sus raíces están en los barrios de Avenida Matta, de Portugal y Carmen, donde estuvieron las primeras sinagogas. Moverse a la Dehesa no hace mas que acrecentar la visión de una comunidad sectaria, que da la espalda al país, y que despojó a la ciudad de un recinto patrimonial de alto valor, por un acto de incomprensible mezquindad.

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