El quiebre del sistema político-económico como consecuencia de un sistema electoral con poca representatividad

por NATALIA DUEÑAS, Est. Periodismo, U. de Chile.

Hace más de dos meses que la mayoría de los estudiantes de Chile y principalmente de las universidades pertenecientes al Consejo de Rectores se encuentran en paro, marchan porla Alamedacasi todas las semanas y realizan distintas actividades demostrando su descontento con el sistema educacional que impera en nuestro país. Sin embargo, actualmente este movimiento no involucra exclusivamente a los estudiantes, sino que a toda la nación. Desde los “cacerolazos”, hasta marchas y eventos familiares en el parque O’higgings que convocan a más de un millón de personas, ya no son sólo los universitarios ni secundarios quienes muestran descontento, sino también son sus padres y la gran mayoría de la población del país quienes se han adherido a las manifestaciones, demostrando que se sienten perjudicados por un sistema político y económico que no funciona como debería.

Este descontento viene construyéndose desde hace más de veinte años y tiene raíz en la injusticia social a la que se ve sometida nuestro país. Existe un común denominador entre la gran diferencia en la distribución de las riquezas, el lucro, el aprovechamiento de algunos para ganar más dinero, las huelgas de hambre y los paros nacionales, incluso en el cuidado de nuestro medio ambiente por sobre el desarrollo energético o la búsqueda de igualdad de derechos para las personas de cualquier orientación sexual: el pensamiento de la gente no está siendo representado por sus líderes.

Hemos llegado a un quiebre importante, los chilenos ya no quieren seguir perdiendo, quieren surgir y llegar a ser verdaderamente un país desarrollado para ellos poder sentirse como tal. El problema es que los políticos no representan sus demandas ni necesidades.

De acuerdo con la encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), un 38% de la población, no se siente identificado ni con la derecha ni la izquierda, mientras que un 18% se relaciona más con la izquierda y un 22% con la derecha. Estos resultados muestran la baja representatividad que sienten los chilenos con respecto a los políticos. Por otro lado, la encuesta Adimark constató que la aprobación sobre la gestión del presidente Sebastián Piñera es tan sólo de un 26%, siendo la más baja de la historia. Según la misma encuesta CEP, un 80% de la población no está de acuerdo con el lucro en la educación y cree necesario cambiar el modelo existente. Los resultados que arrojaron estas encuestas solamente revelan la poca relación que existe entre el pueblo chileno y la política, cansados de las injusticias a las cuales se ven sometidos, y buscando exigir cambios de base.

Después de meses de paros, huelgas y tomas, podemos concluir que Chile está harto del modelo bajo el cual vive, pero los representantes del Gobierno de turno todavía no entienden las demandas básicas de su gente, y eso es simplemente porque no fueron correctamente elegidos. Todo este problema tiene en su base al sistema electoral binominal que está destinado a la conservación de un bipartidismo en torno a dos grandes partidos políticos o coaliciones. Nació en Chile como producto de una serie de reformas constitucionales que se hicieron luego del régimen militar y consiste básicamente en una forma de mantener a los mismos en el poder y evitar que nuevas listas, partidos o independientes asuman al mando. El sistema binominal chileno opera no solo en el poder ejecutivo, sino también en ambas cámaras del parlamento.

Adicionalmente, cada lista puede estar integrada por varios partidos políticos que típicamente han formado coaliciones o pactos. Se elige entre las dos listas más votadas al candidato con mayor número de votos de cada lista, pero si la lista mayoritaria logra doblar en votos a la segunda, la primera obtiene ambos puestos.

De esta forma, el sistema binominal mantiene a los mismos de siempre en el poder, ya sean dela Alianzao de la Concertación, evitando que gente externa a estas coaliciones, pero que con más votos, pueda asumir como diputado o senador. La representatividad de los votantes por tanto, queda anulada.

Esta forma de votar es sólo una consecuencia del tipo de democracia que se ha implantado en nuestro país. Luego del régimen militar, Pinochet dejó una constitución envuelta en claves y condiciones que hacían imposible cambiarla, y que por lo tanto, sólo mantienen y reproducen procesos como éste. Vivimos en una democracia representativa en donde la población escoge a sus líderes y confía en que ellos tomarán las decisiones correctas y que tendrán siempre como objetivo buscar soluciones a las demandas sociales. La pregunta que tenemos que hacernos es si con este sistema, con esta forma de elección, ¿tiene peso nuestro voto? ¿Elegimos realmente a nuestros representantes?

Este modelo no sólo reafirma la injusticia social que existe en nuestro país, donde gracias a un capitalismo neoliberal, los ricos se enriquecen y los pobres se empobrecen más, sino que también mantiene a la elite en el poder evitando hacer grandes cambios.

Ya han pasado más de veinte años, y finalmente nos hemos dado cuenta que este sistema no tiene abasto, que los líderes que nosotros buscamos no salen electos por un sistema binominal antidemocrático y no representativo que lo impide, y que los políticos dejaron de escuchar a su gente: es hora de cambiarlo.

El clima de tensión social actual da cuenta que la mayoría del país está de acuerdo con que el modelo bajo el cual vivimos ha llegado a crisis, y el acostumbramiento a la injusticia social, laboral, económica y política que este implicaba, ha colapsado.

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