Lecciones de la Cábala sobre la Autocrítica, el Altruismo y el Cuestionamiento de la Sociedad.

por MAIA GUISKIN, Lic. En Antropología, U. De Chile.

Yom Kippur, más allá de un día para disculparnos con el resto o arrepentirnos de nuestras faltas, tiene una fuerza trascendental para el crecimiento individual y de la humanidad. El perdón, en tanto acción, se enfoca desde el perjudicado, el ofendido, quien realiza el acto de disculpar a quién le ha hecho mal. Si bien este es un acto de grandeza, el examinarlo desde el otro lado, desde quién se arrepiente, nos entrega una perspectiva enriquecedora. El pedir perdón es resultado de un proceso personal muy potente de introspección y reconocimiento de nuestros errores. Desde este punto, es interesante explorar en el significado profundo de esta fecha tan importante en el judaísmo.

Desde la cabalá[1] el significado que se le otorga a esta fecha trasciende más allá del hecho de pedir perdón por nuestras faltas a las personas que nos rodean, y hace alusión a que en este acto de reconocimiento de los propios errores cometidos, descubrimos la verdadera naturaleza humana. Esta naturaleza se funda en el egoísmo, el cual motiva todas nuestras acciones: cada acto que realizamos lo hacemos en el fondo para satisfacer nuestro deseo personal. Esto no significa que se deba tener una actitud culposa, en que tengamos que sentirnos malos o bajos moralmente, sino sólo es el reconocimiento de nuestra naturaleza: así fuimos creados. Lo importante es que al darnos cuenta de nuestra propia naturaleza observamos que esta se contrapone a la fuerza superior, en cabalá, denominada el Creador. El Creador tiene la fuerza del deseo de otorgar y de amar, la que se nos revela contrapuesta a nuestro deseo egoísta.

Es así como el significado de Yom Kippur se relaciona con esta capacidad de visualizar, por medio del contraste, nuestra naturaleza, la cual se encuentra desconectada del sistema general de la naturaleza. Esta es la clave, la motivación para corregir nuestra situación y llegar a igualarnos con la fuerza superior. Si bien esto sólo se logra por medio de la unidad de todas las almas, se debe partir por uno, simplemente encendiendo el deseo de la corrección; de cambiar nuestro egoísmo por altruismo.

Perdonar entonces es en primer lugar reconocernos como imperfectos, reconocer nuestras faltas antes que buscarlas en el otro. Lo interesante es lo que puede suceder a partir de esto; es una oportunidad para crecer, para construir hacia arriba. Esto también nos lleva a comprender de distinta forma a quienes nos rodean, desde la base que compartimos la misma condición egoísta. A partir de ello podemos juzgar menos duramente los errores de los demás y, en cambio, intentar conectarnos con nuestro prójimo en lo más profundo, cultivando el deseo de amar y otorgar frente al de recibir para sí.

Este mismo examen podemos extenderlo al colectivo, a la sociedad. Es necesario que como grupo reconozcamos los errores del pasado y del día a día y así podamos construir un mejor futuro. Para esto, al igual que en el proceso personal, se requiere un profundo examen y autocrítica, intentando visualizar un modelo de vida distinto al que aspiramos. Una sociedad que no se cuestiona su pasado, que no tiene memoria y que no reconoce sus errores no puede avanzar, al igual que como individuos no podemos llegar a ser mejores antes de pasar por este proceso de reconocimiento de nuestra propia naturaleza.

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