La presencia de Jóvenes y Mujeres en el Liderazgo y creación de Movimientos Sociales en el mundo.

por LEANDRO GALANTERNIK, Lic. en Administración, U. de Buenos Aires. Posgrado en Juventud, Educación y Trabajo de FLACSO. Est. Master en Organizaciones sin fines de lucro en la Universidad Hebrea de Jerusalem. Representante judío en la Red Juvenil Interreligiosa de Religiones por la Paz para América Latina y el Caribe.

Todos los cambios llegan. Algunos de ellos sin que uno los provoque y otros, luego de un gran esfuerzo. Los valores y ambiciones varían a lo largo de la vida individual y más aún en cualquier grupo social e incluso en el mundo con sus paradigmas y verdades. La juventud, ampliamente definida como hasta los 35 años (aunque piense que es demasiado),  puede tener uno de los roles de mayor poder de transformación en las sociedades, pero ese poder no se regala, sino que se conquista.

Los acontecimientos que están haciendo temblar a Chile son impulsados por estudiantes quienes desean para ellos y el futuro de su país un sistema educativo y social más justo. Este tipo de clamor por justicia no siempre busca resultados inmediatos sino la apertura, revaluación y reformulación de las reglas societales para generar una situación de mayor igualdad de oportunidades para que cada uno y cada una, a su medida, forje su destino sin quedar determinado por su status socio-económico pasado y presente.

España e Israel también se encuentran tocados por este grito para buscar un futuro mejor. En el caso de estos dos países el énfasis no está volcado en el ámbito educativo sino en las posibilidades (o imposibilidades mejor dicho) de la independencia y posible crecimiento económico que permitiesen la obtención de una primera vivienda propia.

Uno de los roles de las juventudes es ser motor de cambio. Y es a veces en el mismo motor donde se producen algunos de ellos que luego impactarán en la sociedad. Una de estas modificaciones que se pueden ver en España, Chile e Israel es el rol de la mujer.

Resulta interesante que en estos tres países sean mujeres las voceras y/o impulsoras de las causas. Camila Vallejo (Chile) en una entrevista para el diario argentino Clarín remarcó: “Es lógico que la crisis se traduzca en el malestar, en el surgimiento de movimientos para generar transformaciones. En ese proceso la juventud siempre juega un rol importante: tenemos nuevas energías y nuevas ideas.Nuestra tarea es iniciar pequeños estallidos sociales que motiven al resto a ser parte de la construcción de un nuevo escenario.”

Estas jóvenes tomaron roles que antes eran impensados para el género, y eso demuestra un cambio en la predisposición de las sociedades: no sólo a aceptarlas, sino a seguirlas como líderes y legitimarlas.

Dafna Leef (Israel) no fue electa para un cargo de representativo; fueron sus acciones lo que la llevaron, en primera instancia, a liderar este movimiento en Israel. Le subieron el alquiler de un día para otro, no lo pudo pagar más y por eso decidió instalar una carpa en una de las calles más caras de Tel Aviv. Gracias a las redes sociales y a que evidentemente no era la única en estas condiciones, el crecimiento de la protesta fue exponencial. El sábado 3 de septiembre la sociedad israelí se manifestó en las calles juntando más de 400.000 personas, cerca de un 5% de la población total del país.

Esa noche, frente a ellas y a ellos, Dafna dijo: “Éste es el nuevo discurso: Hemos reemplazado la palabra pena por la palabra compasión. Hemos reemplazado la palabra caridad por la palabra justicia. Hemos reemplazado la palabra donación por la palabra bienestar. Hemos reemplazado la palabra consumidor por la palabra ciudadano. Hemos reemplazado el verbo esperar por el verbo cambiar. Hemos reemplazado la palabra solo por la palabra juntos”.

Todo esto me hizo reflexioanar. Y en mi país, ¿Qué está pasando? ¿Y en las organizaciones que frecuento?

Por mi parte, como Argentino y haciendo un primer análisis (tal vez un poco superficial) encuentro que la juventud muchas veces se convoca y tiene fuerza de cambio pero en lugar de seguir en forma autónoma esos grupos son absorbidos  por alguna organización política que, tentando a sus dirigentes con futuros personales y sociales ideales, incluyen lo que era una causa joven a una plataforma política ya contaminada. Hay muchas organizaciones de la sociedad civil creadas y lideradas por jóvenes pero no se vio en este último tiempo algo similar a lo ocurrido en España, Chile o Israel. Pensar el por qué puede ser el primer paso.

Las organizaciones, de todo tipo, tienen que sumar mujeres y jóvenes en sus distintas etapas decisorias. Jóvenes de menos de 28 años y, en cierto caso, menores de 24. La inclusión tiene que ser total, guiada y con soporte, pero de ninguna manera una farsa.

A esto, los jóvenes tenemos la capacidad de responder. No como si fuese una responsabilidad pasajera, sino una a largo plazo. Para construir desde el hoy nuestro futuro. Podemos ser la voz de los valores de la igualdad, la democracia y la transparencia. Tenemos la posibilidad de aportar y liderar en conjunto las organizaciones en las cuales somos parte.

Toda organización tiene que tener partes sustanciales de jóvenes y mujeres  en sus mesas directivas. No por “respeto a las minorías” sino, porque aparte de ser lo más justo y representativo, el aporte de estos grupos a la organización (y a través de ella a la sociedad) nutrirá de nuevas visiones y oportunidades sobre un mismo problema.

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