Basta de Cinismos y morales Intolerantes: la necesidad de integrar al Homosexual en nuestra Comunidad.

por ALBERTO DUEÑAS, Est. Ingeniería Comercial, U. Adolfo Ibáñez.

“Y el hombre se unirá a su mujer y serán una sola carne”, Génesis 2:24.

La construcción de las concepciones sexuales de cada individuo dentro la comunidad, es decir de la masculinidad y la feminidad y la manera de vivir nuestra sexualidad, proviene en el judaísmo desde la misma Torá, la que sienta precedentes en que ambas situaciones son bien claras, definidas y no deja espacio para la ambigüedad.

Por un lado está el hombre, por el otro la mujer, y ambos deben gustarse, además de estar obligados a procrear. Y así como la Torá lo expresa, la comunidad judía en la que estamos insertos también lo entiende así. Si aquello lo trasladamos a un nivel más macro, nuestra sociedad en su conjunto, fundada en la tradición judeo-cristiana, es también así como lo entiende, y es eso lo que espera de cada ser humano que habita en este planeta: que los hombres elijan a una mujer para emparejarse y formar una familia.

Claramente hay excepciones, pero digamos que la sociedad busca esta “normalidad” en cada uno de sus habitantes. ¿Qué resolvemos con esto? Además de la continuidad de la especie, lo que hoy ha derivado en un sobrepoblamiento excesivo del planeta hasta el punto que se hacen necesarias leyes de control de natalidad, la normalidad siempre busca resolver lo mismo: la ausencia de incomodidad, donde lo distinto, lo diferente, siempre nos parece extraño al punto de incomodarnos.

Pero pensemos por un momento, si para la gente de nuestra comunidad judía es tan incómodo que alguien no siga estos patrones establecidos desde tiempos bíblicos, que alguien simplemente no pueda seguir estos designios divinos porque ama de otra manera, siente de otra manera, sin elegirlo, ¿cómo se sentirá aquel que hace sentir tan incómodos a los demás?, ¿qué sentirá cuando escucha ese balbuceo, esas miradas, pero que nadie le dice nada en su cara?

¿Alguien se habrá hecho estas preguntas? Quizás más de alguno sí, pero probablemente no la respondió de manera convincente para tomarle el suficiente peso como para sentirlo en carne propia. Pero lo más probable es que la mayoría ni siquiera se lo haya planteado, y simplemente se unió a este gran balbuceo comunitario, a este pelambre, a esta cobardía, donde todos podemos ser capaces de indicar al homosexual, hablar a sus espaldas, comentarlo en la sinagoga, reírnos de él en su ausencia, burlarnos de su “desgracia”, pero que nadie es capaz de reconocerlo como un hermano, abrazarlo como un amigo, depositar en él nuestra confianza como a un madrij, o quererlo como a un hijo, sin condiciones ni requisitos, solo por lo que es.

Pero así como el homosexual, también está el pobre, el no tan cercano a la religión y muchos otros actores sociales discriminados que podría seguir enumerando, minorías dentro de una misma minoría como lo somos nosotros, los judíos. Cómo será de doloroso ese balbuceo constante que tenemos que hacer campañias especiales para recordarnos que es malo hablar mal del otro, y salimos todos con una calcomanía pegada “lashon hara”, y nos sentimos bien porque un día cada cinco años nos acordamos del dolor que le provocamos a tanta gente en su soledad.

Hay quienes podrán objetarme el hecho de rebatir la cita bíblica en la primera frase de este ensayo, sin embargo a ellos, les respondo con una pregunta ¿qué pasa con el libre albedrío y el amor al prójimo que D’s nos dio como acto de benevolencia? El que se olvida de una parte y acepta sólo la que le conviene o que sólo ve debido a su ceguedad, es lo que yo llamo un cínico. ¿Y saben qué? El cínico está enfermo, el homosexual no. El cínico debe tratarse y probablemente no puede dormir tranquilo por las noches. El homosexual y todas las demás personas discriminadas, al menos pueden estar en paz con ellos mismos.

No tapemos el sol con un dedo, no nos quedemos en sólo entender a lo que me refiero y asentir con la cabeza. Actuemos, ayudemos al que necesita nuestra ayuda, dejemos de discriminar al que se siente discriminado. Tendámosle la mano. Nosotros no elegimos ser judíos, el homosexual tampoco eligió ser homosexual. Los homosexuales son tan miembros de nuestras comunidades judías como cualquier otro judío, y son tan miembros de nuestras sociedades como cualquier otro ser humano. Esto nos hará mejores judíos (importante a nivel comunitario), y aún más trascendente, mejores personas (importante a nivel de sociedad).

No espero que todos logren hacerlo porque creo que hay gente realmente incapacitada para seguir estos consejos, gente dogmática aferrada a anacrónicos tradicionalismos que buscan imponer un tipo de moralidad intolerante y discriminador (gente de la cual no espero nada en ningún sentido de la vida), pero me conformo con que al menos la gente cuerda y sensata logre entender, asimilar y finalmente actuar.

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3 comentarios

  1. Felicitaciones por el artículo. Me gustó la forma en que planteas el desafío que significa incorporar, incluir a un otro y no a un diferente. Ojalá cada día seamos más los que pensamos así.

    1. Gracias Daisy, veo que entendiste el mensaje, lastimosamente hay algunos que no logran captarlo y lo mezclan con temas religiosos y ortodojos, mi ensayo no va en esa dirección. Saludos !

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