Mujeres y discriminación educacional y laboral: la única «mayoría» en el mundo que es tratada como minoría.

por INBAL LANDAU, Periodista, U. Diego Portales. Tel Aviv, Israel

Para una como yo, que nació en los ochenta en la sociedad occidentalizada, es difícil dimensionar la realidad de hace exactamente cien años, cuando Nueva Zelanda y Finlandia eran los únicos países que permitían el voto femenino. Para una como yo, que nunca ha pisado – siquiera en una escala- un país que no sea occidental, es difícil  tener una imagen real de la indigerible falta de derechos y los abusos de los que aún hoy son víctimas mujeres a cada momento y en demasiados lugares

Pero precisamente quienes tuvimos por destino nacer en cierto momento y en cierta parte del mundo, no sólo no debemos concebir lo que pasa en otros sitios, sino que tampoco podemos conformarnos con las manifestaciones de violencia que ocurren en nuestros propios países, de forma velada tal vez o en esferas en que aún no se toma en serio la discriminación contra la mujer, como pasa en el ámbito laboral. Porque incluso en este sector del planeta, en algunos casos es la educación, en otros es la legislación y en ciertas ocasiones solamente un discurso en una repetidora que suena a lo lejos, los que recuerdan que las mujeres somos tan válidas como los hombres

Poco más de la mitad de los 7 mil millones de habitantes de la Tierra son mujeres. Por supuesto que no es una diferencia significativa con respecto a la cantidad de hombres, sin embargo se podría decir que si se separara a toda la humanidad según características comunes, probablemente partiríamos de la división más elemental que sería por género, y así de simple obtendríamos que las mujeres representan al primer conjunto de individuos que tienen algo en común, es decir a la “primera mayoría” mundial

Si bien en 1911 se fijó el Día de la Mujer que actualmente se conmemora cada 8 de marzo en honor a la lucha que había comenzado y que se daría durante todo el siglo XX por la emancipación femenina –ya entonces se exigía el derecho a voto, a la formación profesional, al trabajo, a ocupar cargos públicos y a la no discriminación laboral-, fue recién entre los años setenta y ochenta que la ONU comenzó a hacerse cargo del tema de la violencia de género, como una repercusión de la acciones de movimientos de mujeres por la igualdad. Estos movimientos también tuvieron efectos en Chile donde el gobierno de Patricio Aylwin creó en 1990 el Servicio Nacional de la Mujer (Sernam), un organismo encargado de velar por la protección de las mujeres

Puede decirse entonces que la lucha femenina por la reivindicación de sus derechos es relativamente reciente y que la consideración de la importancia de crear conciencia, regular y legislar sobre la falta de equidad en relación a los hombres y la violencia en todas sus formas, es más reciente aún. Por eso y porque, a pesar de  los avances, la discriminación y el maltrato persisten, parece que sigue siendo necesario generar constantemente nuevas instancias que recuerden lo que valemos. En 1993 para la Conferencia Mundial de Derechos Humanos celebrada en Viena, movimientos femeninos presentaron casi medio millón de firmas de 128 países y lograron que se suscribiera la universalidad de los derechos de la mujer como derechos humanos y una serie de medidas que debían adoptar los países miembros de la ONU para prevenir, erradicar y condenar la violencia de género. En 1999 se estableció el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, en conmemoración del brutal asesinato de tres hermanas y activistas políticas durante la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana en 1960. Y el año pasado comenzó a funcionar la ONU Mujeres, una entidad que busca promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. Sin duda que todas las acciones realizadas en pos de equilibrar la balanza en un mundo en que los hombres llevan las riendas (y a veces más que eso) son fundamentales, pero más allá de eso y de las razones que hayan llevado a este orden mundial arrastrado desde siempre,  resulta extraño pensar que somos una mayoría que necesita ser tan defendida porque es tratada precisamente como si fuera una minoría

Según el informe “El progreso de las mujeres en el mundo: En busca de la justicia”, elaborado este año por la ONU Mujeres, en 2009 las menores de sexo femenino representaban el 53% de toda la población infantil que no iba al colegio. Y si bien las cifras de ese año demuestran que “la proporción de niñas matriculadas en la escuela primaria aumentó de 91 por cada 100 niños en 1999 a 96 por cada 100 niños en las regiones en desarrollo (…) muchas niñas no pasarán de la educación primaria. En casi todas las regiones, las mujeres jóvenes tienen más probabilidades que los hombres jóvenes de ser ‘pobres en términos de educación’, es decir, con cuatro años o menos en educación primaria”, se señala en el documento

Por su parte “la paridad de género en la educación secundaria aumentó de 88 niñas por cada 100 niños en 1996 a 96 niñas por cada 100 niños en 2009. Sin embargo, las tasas generales de asistencia escolar son muy bajas en muchos países, con importantes niveles de desigualdad entre niñas de hogares urbanos ricos y niñas de hogares rurales pobres”. Se trata de una realidad compleja considerando que, como reconoce el mismo informe, la educación secundaria, el trabajo decente y la participación de las mujeres en la toma de decisiones son fundamentales para afrontar la discriminación de género

En estos tiempos, completar los años de escolaridad es un requisito básico a la hora de buscar un trabajo estable. Por eso las cifras de ONU Mujeres referentes al área laboral, no hacen más que reflejar en qué desembocan las realidades de quienes tienen falta de oportunidades educacionales. El 53% de las mujeres del mundo se desempeñan en empleos informales y vulnerables, con malas condiciones y bajos sueldos, esto sin contar a las millones que trabajan como empleadas domésticas o en sus casas, estas últimas sin percibir ganancias. Según el último censo de población relativo al año 2002, en Chile las mujeres representan el 35% de la fuerza de trabajo mercantil y el 95% de trabajo doméstico no remunerado

En materia de sueldos, el informe de ONU Mujeres refleja una realidad que tampoco es precisamente esperanzadora. “A pesar de que las leyes sobre igualdad salarial llevan décadas de vigencia, la brecha en los salarios todavía es profunda y persistente en todos los sectores y regiones. Sobre la base de información disponible en alrededor de 83 países, la OIT informa que en la mayoría de los países las mujeres ganan entre 10% y 30% menos que los hombres”. Eso, considerando que el convenio de la OIT que establece la igualdad de remuneración entre la mano de obra masculina y femenina por un mismo trabajo tiene 60 años de existencia

Según la Nueva Encuesta Suplementaria de Ingresos (NESI) publicada hace pocos días por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) en Chile la brecha salarial supera incluso a la señalada en el informe. En promedio los hombres ganan 32,8% más que las mujeres, cifra que llega al 35,4% entre los trabajadores con formación universitaria y al 38,2% entre quienes han completado sólo la educación secundaria

¿No son acaso estas cifras y la desigualdad y discriminación que acarrean con ellas un reflejo numérico de otras formas de violencia? Cuando una mujer por el solo hecho de ser mujer tiene menos oportunidades para estudiar, para trabajar, para desarrollarse, para ganar lo mismo que un hombre, el mensaje que se le está dando es que ella piensa menos, que aporta menos, que vale menos, que ella es incluso inferior y que por eso merece ser tratada como tal

Y una mujer desvalorada también es una mujer con menos herramientas para luchar  por sus derechos y una presa más fácil para la violencia

Cuando en 1999 la ONU estableció el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la resolución aprobada reconocía que la violencia contra la mujer constituye una manifestación de unas relaciones de poder históricamente desiguales entre el hombre y la mujer, que han conducido a que el hombre domine a la mujer y discrimine contra ella, impidiendo su adelanto pleno. Y que la violencia contra la mujer es uno de los mecanismos sociales fundamentales por los que se reduce a la mujer a una situación de subordinación respecto del hombre

En 2010 otra resolución de la Asamblea General de la ONU reconoció que la pobreza y la falta de empoderamiento de la mujer, así como su marginación derivada de su exclusión de las políticas sociales y los beneficios del desarrollo sostenible, pueden colocarla en situación de mayor riesgo de violencia. Y que la violencia contra la mujer obstaculiza el desarrollo social y económico de las comunidades y los Estados así como el logro de objetivos de desarrollo convenidos internacionalmente

Pero es difícil pretender que las mujeres puedan empoderarse cuando tres de cada 10 latinoamericanas no tienen ingresos propios (en el caso de los hombres es sólo uno de cada 10) según un informe de la CEPAL recientemente publicado

Según el informe de ONU Mujeres, el que las mujeres perciban salarios menores es una especie de «castigo a la maternidad». Para contrarrestar esto, la entidad recomienda que haya una distribución más equitativa con respecto al cuidado de los hijos. En ese sentido destaca que al menos en 42 países existan licencias de paternidad con goce de sueldo y un ejemplo excepcional: “Desde 1974 el gobierno de Suecia aplica una medida conforme a la cual tanto mujeres como hombres tienen el mismo derecho a solicitar licencias. Sin embargo, en la práctica, eran las mujeres quienes tomaban la mayor parte de ellas, de manera que la política fue modificada en 1995 y 2002 para estimular la mayor participación de los padres con la adopción de los llamados ‘meses de paternidad’ que son intransferibles. Según un estudio, por cada mes que un padre toma una licencia, los ingresos de la madre aumentan en 6,7% en promedio”. Esta legislación es una muestra de cómo se puede aportar a reducir la brecha salarial por género, que en Suecia alcanza un 13%, cifra bastante inferior en comparación a otros países europeos

Chile parece estar todavía muy lejos de adoptar una medida similar, sin embargo la nueva ley de licencia postnatal que otorga al padre cinco días irrenunciables con goce de sueldo podría ser un primer paso hacia ese camino

La participación femenina en altos cargos de las esferas públicas y privadas es aún muy dispar en relación a la masculina. 15 años atrás, en el Plan de Acción aprobado en la Conferencia Mundial de Mujeres de Beijing, los países miembros de la ONU establecieron una cifra óptima mínima de 30% de representación femenina en los parlamentos y la política en general. Actualmente en 28 países, de los que al menos 23 utilizaron un sistema de cuotas, las mujeres han superado el 30% de los escaños parlamentarios

En Chile nunca se ha aplicado el sistema de cuotas para postular al parlamento, sin embargo cuando Michelle Bachelet asumió la presidencia estableció una absoluta paridad de género entre sus ministros y mantuvo durante su mandato un gabinete bastante equilibrado

Más allá de cuál sea la mejor fórmula para fomentar la representatividad de las mujeres, se ha demostrado que cuando aumenta la participación femenina en la arena política o judicial, se potencia la legislación que protege a las mujeres. “El concepto de democracia sólo tendrá un significado verdadero y dinámico cuando las políticas y la legislación nacional sean decididas conjuntamente por hombres y mujeres y presten una atención equitativa a los intereses y las aptitudes de las dos mitades de la población”, dijo Theo-Ben Gurirab, ex Primer Ministro de Namibia y ex presidente de la Asamblea General de la ONU

Si bien en los últimos años, según el informe de ONU Mujeres  “por lo menos 117 países han aprobado leyes de igualdad salarial, 173 garantizan licencias de maternidad con goce de sueldo y 117 prohíben el acoso sexual en el lugar de trabajo” es una realidad que en muchos lugares no se cumple lo pactado. La semana pasada, en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, Michelle Bachelet, quien ahora se desempeña como la primera directora ejecutiva y secretaria adjunta de ONU Mujeres, admitió que «aunque la igualdad entre mujeres y hombres está garantizada en las constituciones de 139 países y territorios, con demasiada frecuencia a las mujeres se les niega el acceso expedito a la justicia y a la protección contra los abusos». Si agregamos que en muchos países las mujeres ni siquiera gozan del derecho a la propiedad privada o a elegir sobre el cuidado de su salud, resulta difícil imaginar cuándo llegará el día en que la igualdad de género pueda respirarse alrededor del mundo entero

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