Buscando la pasión en el desarrollo de un Judaísmo Laico para nuestras vidas.

por RODRIGO AFRO REMENIK, Sociólogo, U. Católica. MA en Historia de América Latina, U. de Tel Aviv. Sheliaj de la Agencia Judía para Hashomer Hatzair América Latina en Buenos Aires, Argentina.

Hace un año y medio que me encuentro en Argentina. Mi sensación es de estar en el interior de una máquina lavadora llena de conocimientos y saberes judíos de primer nivel. Y no me refiero al mundo religioso, que según mi punto de vista están más ocupados en política que en estudios; sino que me refiero al mundo laico, donde estudiosos de nivel mundial debaten sobre diferentes interpretaciones de textos, con un conocimiento y una profundidad que me sorprende a diario. En definitiva es un judaísmo extremadamente culto.

También en el mundo laico existe un espíritu guerrero fuera de serie. Se entiende la realidad actual como una verdadera guerra de culturas, en donde la gran judeidad laica argentina se encuentra en constante peligro, y sólo puede ser salvada a través de gestos heroicos, que exigen una gran disciplina y convicción. Esta visión militante se ve avalada por números realmente peligrosos, sobre los cuales (como buenos laicos racionales) basamos nuestro accionar.

El judaísmo laico también es racional y analítico, es decir evalúa la situación fríamente; primero analiza la situación en que se encuentra su institución, sus ventajas comparativas y sus principales valencias, para después trazar un plan estratégico que incluye por supuesto los elementos económicos y los posibles riesgos de las distintas decisiones.

Por estas características (Culto, Heroico, Disciplina, Racional, Lógico) es que yo (con la ayuda de Nietzsche) llamo al judaísmo laico argentino un judaísmo apolíneo, es decir un judaísmo de Apolo, un judaísmo consagrado al dios del sol, al dios de la luz, que siempre sabe, que siempre lucha, que siempre piensa, que siempre está del lado de los buenos, que siempre tiene razón.

Sin embargo, Nietzsche nos hace una advertencia en torno a Apolo: no se puede construir una verdadera tragedia sin Dionisio. Es decir, la tragedia griega no es sólo la lucha heroica del racional Apolo, sino que requiere para su existencia la contraposición con Dionisio, un dios irracional e ilógico, borracho y caótico, brutal e instintivo. Esta es la verdadera redención judía a la que tenemos que apuntar.

Por el momento los laicos le achacamos todos los elementos dionísiacos a los religiosos, a los ortodoxos, y es por eso que nuestra tragedia siempre está referida a ellos. Estamos atrapados en sus garras, contraponernos a ellos es nuestra razón de ser y nuestra justificación de existir.

Sin embargo,  no es así del otro lado. El mundo jaridi tiene su propio Apolo y su propio Dionisio. El Dionisio religioso nace a finales del siglo XIX en Polonia: el movimiento Jasídico que llama a los ortodoxos a despegarse un poco de los estudios, de la racionalidad, de la cultura, para “emborracharse” de la vida, bailar la tora, hacer obras de caridad, expandirse por el mundo, a estudiar menos y hacer más, a sentir el talmud sin pensarlo. Hoy en día los más conocidos dentro de este movimiento son los Jabad y jasidim Breslav.

Frente a este movimiento dionisíaco se instituye el movimiento de los Mitnagdim (de los Oponentes) o jaridim lituanos que se resisten a aceptar esta visión irracional de las escrituras y el modo de vivirlas, alejados de los centros de estudio y de las ieshivot. Unos verdaderos Apolos religiosos.

Volviendo al mundo laico (y me refiero a los laicos militantes), existe entre nosotros un movimiento mitnagdim heroico, pero la redención laica no estará completa si no nace un jasidismo secular, un movimiento dionisíaco, que no sepa sólo leer, interpretar y racionalizar los textos, sino también bailarlos, “emborracharse” de ellos, alegrarse EN ellos, llorarlos, jugarlos, vivirlos. Un judaísmo instintivo, natural, animal, brutal ¿Es absurdo un judaísmo secular que enaltezca la irracionalidad? Puede ser, pero pretender que el movimiento judío laico sobreviva siendo sólo reflexivo, racional  y culto no es nada más que una ilusión. En verdad, la vida sin pasión y sin compasión no es más que un espejismo, a la que se puede contemplar racionalmente, pero no tocar y empaparse de ella.

De hecho, el  judaísmo laico, jasídico, dionisíaco existe, pero en su mayoría está alejado de la judeidad. Hace poco me contaron sobre un Seder de Pesaj casero, que en vez de bendecir las cuatro copas, bendecían cuatro porros de marihuana. Mi primera reacción fue una risa nerviosa (quizás como la de ustedes), después un gran enojo por mi terminante oposición al uso de drogas, pero con el pasar de los días me surgió la sensación que cuatro porros bendecidos en hebreo eran “menos malo” que cuatro porros encendidos en una plaza pública, sin ninguna bendición de ningún tipo.

Es decir, como judío laico en Argentina sé dónde puedo ir a estudiar textos sagrados de una manera secular y humanista, sé que libros comprar, sé que debo votar en AMIA, sé a qué institución pertenecer, pero ¿dónde puedo ir en Purim a emborracharme laicamente hasta no distinguir el bien del mal? no lo sé, y creo que no existe un lugar así, a pesar que esta no me parece una mitzva para nada religiosa en el sentido tradicional del término.

Este año celebramos shavuot en Tzavta. En vez de hacer una mesa de reflexión sobre el significado de la tora para los seculares, nos tomamos la libertad de llamar a shavuot la fiesta de la primicias y mostrar(nos) todas las cosas nuevas y buenas que estamos haciendo. Organizamos una feria de artesanías, montamos un escenario en que cada treinta minutos subía un artista de la casa a exhibir su arte, montamos círculos abiertos de reflexión y llenamos la casa de actividades para chicos. Al final del evento, varias personas se me acercaron para decir más o menos lo mismo: “nosotros hace años que venimos a todas las actividades de Tzavta. Es nuestra forma de apoyar y militar por un judaísmo libre y secular. Sin embargo, esta vez realmente nos divertimos”.

El Bar(t) Mitzva de Tzavta es otro buen ejemplo de un judaísmo que mezcla elementos apolíneos (conocimiento, estudio, novedad y reflexión) con elementos dionisíacos (canto, emoción y ritualidad). O ese pequeño experimento ubicado en algún lugar desconocido de Villa Crespo llamado la Moshe House. O las fiestas de Rosh Hashana y Pesaj que organiza Yok en plaza Armenia.

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Un comentario

  1. Que cómodo! Me parece un quiero y no puedo, rebuscado y ambiguo, quizás sea eso mejor que nada, quizás.
    Por mi parte pienso que ninguno hoy podría llamarse judío si esa especie de su subcultura hubiese perdurado en tiempos anteriores, eso solo conduce a la extinción del judío , el sueño de todos los antisemitas.
    Hay cosas sagradas, kashrut, Shabat, cosas que forman parte del ser judío, muchos aligeran el peso, pero un judío de verdad, no puede vivir sin eso. Shabat Shalom.

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