Museos de la memoria: Tropos de la memoria y del olvido. El desafío de construir un pasado recorrido y vivido por la humanidad.

por CLAUDIA ABELIUK, Lic. en Artes Plásticas, U. Finis Terrae. Magíster en Gestión Cultural Aplicada, U. del Desarrollo, Centro Cultural Matucana 100. Curadora Museo Itinerante del Holocausto, Santiago, Chile.

¿Son los museos de la memoria espacios de recepción y transmisión de la historia o tienen como fin una búsqueda investida fundamentalmente de un deseo de temporalidad? ¿Estamos de cierta forma “obligados¨ a recordar el pasado, pero no así nuestro presente?

¿Terror al olvido o terror a recordar demasiado?¿Es la memoria un recurso cultural en la era de globalización?

En el libro En busca del futuro perdido[1], Andreas Huyssen plantea el tema de la cultura y la memoria en tiempos de globalización. Su hipótesis se basa en que en la cultura de hoy, todo se vuelve rápidamente obsoleto y se tiene tanto miedo a olvidar que se intentan contrarrestar estos temores con estrategias de supervivencia y conmemoración. El mundo contemporáneo experimenta un giro brutal hacia el pasado. Hay un marketing masivo de la nostalgia: el “boom” de lo retro (ya sea en la vestimenta, casas o muebles, etc.), la invasión de novelas históricas y memorias de todo tipo, la creación de canales de televisión enteramente dedicados a la historia y también la museización de objetos de arte, son algunos ejemplos.

En el ámbito de la política, también se experimenta la reflexión sobre la memoria. Diversos sectores de la sociedad se ven atacados por un pánico al olvido que tiene más que ver con un pasado traumático. El Holocausto o los detenidos desaparecidos en Chile, son ejemplos en los cuales se comparte la falta de sepulturas, tan importantes como fuentes de la memoria humana.

Se comienzan a construir una divesidad de Museos de la Memoria en el mundo, como si no existiese un mañana, que tienen como finalidad conmemorar, documentar, investigar y educar, pero¿cómo se configuran estos espacios para la memoria y el no olvido?

El museo ya no se limita sólo a su entorno sino que ha impregnado la vida cotidiana para brindar tradiciones de identidad cultural que compensen esa pérdida de estabilidad o identidad. El aceleramiento de la modernización genera una mirada obsesiva en el pasado como un intento de escapar del vacío del presente, y es entonces en el museo en donde se vindica un sentido del tiempo y de la memoria. Ya pasaron los tiempos en que se podía tener la sensación de lazos estables en un lugar seguro y una cultura arraigada. Ante los fenómenos de desterritorialización, que propone la cultura globalizada, aparecen básicamente dos soluciones: aceptar esos fenómenos como liberadores y ajustarse en la oleada de espectáculos y objetos del mercado, o buscar anclaje en la identidad étnica, racial, sexual o incluso en la religión. Algunos recurren a la idea de archivo (por ejemplo, el computador) como un sitio de preservación espacio-temporal, y desde ese punto de vista el olvido es la máxima transgresión.

Los ritos y relatos de un pueblo de una cultura determinada, constituyen un recurso para trasmitir lo olvidado. Cuando se recepcionan se genera la memoria, que es la continuidad del no olvido. Un ejemplo de esto se da en el pueblo judío,el cual es exhortado de recordar y responsable del olvido, están de cierta forma “obligados¨ a recordar el pasado, pero no así el presente. Cuando el pueblo recuerda significa que fue capaz de trasmitir un pasado a la generación siguiente.

En el judaísmo existe la palabra Halaja que significa “marchar, caminar”, haciendo referencia de «la ley de acuerdo con la cual debe ser regulada la conducta de vida» (se encuentra en la Mishná, la primera parte del Talmud). Es una codificación de la ley oral del Antiguo Testamento y de las leyes políticas y civiles de los judíos, es decir, la halaja determina la manera de caminar. Sólo aquello de la historia, del relato, que nos ayuda a marchar hacia un destino determinado, es lo que sobrevive en la memoria, el resto es ignorado, olvidado.

En la medida en que la memoria se convierte en tradición, ésta podrá sobrevivir. Los ritos y creencias dan a un pueblo el sentido de su identidad y su destino.

Existe una leyenda, según el Talmud, que dice que un niño antes de nacer, cuando es un feto, ya conoce toda la Tora, pero al momento de ser concebido, un ángel lo besa en la boca y olvida todo… debe aprender todo de nuevo, recordar aquello que olvidó.

Según mi opinión, muchas veces la memoria no debiese ser un recurso para no olvidar la historia, sino partir desde el vacío de ésta, desde su necesidad, para reconstruirla como memoria.

Un ejemplo de esto es la obra del arquitecto Daniel Libeskind quien diseñó el Museo Judío de Berlín, un espacio en el cual la luz es su única marca; un espacio silenciado por la ausencia de la cultura Judía en Alemania, pero que a la vez, por medio de la luz carga al espacio con la presencia de su espíritu, la tradición de la luz que remite a las velas del Shabat. El único elemento en común dentro de todas las festividades judías, es el del encendido de las velas; la luz identifica a este pueblo.Se trata de un espacio que evoca la memoria, y la presencia se hace perceptible por su misma falta.

El olvido es tan fundador como la memoria . De hecho, Freud plantea que el olvido no es ausencia sino presencia ausentada de sí misma.Tenemos necesidad tanto de recordar como de olvidar, ¿pero a dónde trazamos el límite?

¿No les ha pasado que muchas veces entramos a espacios construidos para evocar la memoria y salimos con la sensación de que allí se olvidaron de algo? La memoria se ha convertido en una obsesión cultural en donde no es fácil divisar la línea que separa el pasado real del mítico. Muchas veces nos venden memoria, la consumimos, pero no son más que memorias imaginadas, y que se olvidan más fácilmente que una memoria vivida. El exceso de memoria tambien provoca un temor al olvido.

¿Qué debemos recordar de la historia, y quién nos dice qué recordar de ésta?¿Quién fija las prioridades y determina los límites de olvido y de recuerdo? Historia, olvido que puede ser recuperado, reinterpretado, reconstruido. ¿Se puede decretar, y quién decreta lo que es apto para el olvido?¿O será que tal como Yosef Yerushalmi concluye su reflexión en el libro Usos del olvido[2], el antónimo de olvidar no es memoria sino justicia?

El giro hacia una cultura de la memoria no es más que el deseo de anclarnos en algo que nos genere sentidos de pertenencia e identidad.Nos encontramos en un siglo en donde “el público se expande, se rompe en una multitud de fragmentos… en donde el lenguaje es inconmensurable”[3] ¿Adónde vamos?

Vivimos en una época  en la cual subsisten tiempos simultáneos, espacios fragmentados. Llegamos a un desarrollo nunca antes alcanzado por la humanidad; como dijo Max Weber: “se ha llegado… sin ser”[4]La condición nihilista del hombre parece que ha llegado a todos. Nos bombardeamos con ideas, conceptos y objetos, pero al parecer tanta información que aparece y desaparece casi a la velocidad de la luz, a una escala naturalmente antihumana, nos confunde, haciendo aún más difícil el poder identificarnos con algo, ubicarnos en un sólo lugar, un territorio en donde exista un espacio recorrido.

Se trata, sobre todo, del tiempo de la vida, de tal modo que el lugar es un espacio apropiado, vivido, hecho propio mediante su uso, un espacio donde uno se identifica y desde el que uno se relaciona con el mundo. Nuestro pasado, cualquiera que haya sido, es un pasado en proceso de desintegración; anhelamos aferrarlo, pero es escurridizo y carece de base; volvemos la mirada en busca de algo sólido en que apoyarnos, solo para encontrarnos abrazando fantasmas.

Ante una realidad volátil y efímera, de valores diversos y una globalización que origina el colapso de todo tipo de barreras; es necesario un espacio en el cual puedan confluir todos los tiempos: un museo de la memoria debiese contemplar ser un espacio abierto por el que pueda fluir el tiempo. De este modo, el diálogo de civilizaciones es un desafío basado en una verdadera unidad de la humanidad y en el compartir los valores de la diversidad de las culturas y el mantenimiento de las mismas, su memoria. Cualquier esfuerzo de diálogo debe incluir el derecho del ser humano a ser como quiera ser, sin embargo, el tropos de la memoria y el olvido son necesarios para sobrevirvir, el tema es quién decide y cómo se deciden los límites entre ambos.


[1]HUYSSEN, Andreas. En Busca del Futuro Perdido: Cultura y memoria en tiempos de globalización.México, Editorial Fondo de Cultura Económica, 2002.

[2] YERUSHALMI, Yosef, y otros autores. Usos del Olvido. Argentina, Ediciones Nueva Visión, 1998.

[3] BERMAN, Marshall. Introducción. La modernidad: ayer, hoy y mañana.En su: Todo lo sólido se desvanece en el aire.

[4] Ibíd.

 

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