El conflicto Palestino Israelí: Dar tres pasos hacia atrás para lograr algo más que una Paz Romana.
por MARIANA HERRERA, Actriz. Est. MA en Historia del Arte, U. de Haifa, Israel.
En un sentido positivo, la paz estaría asociada con equilibrio, calma, silencio, estabilidad, armonía, y ausencia de violencia o guerra. Complementariamente, en la Torá, la paz es distinguida a menudo o como un bienestar material y de espíritu, o bien como reflejo de las relaciones humanas, entre sí o para con Dios, como también para expresar la ausencia de guerra. En hebreo, la palabra para paz es shalom, de la raíz, shalem, «totalidad». En el lenguaje de la Torá, si hay totalidad, entonces hay paz. Para el judaísmo, nosotros logramos paz a través de la integridad y no a través de la división y la fragmentación. En mi opinión, es precisamente esta visión de integridad presente en el judaísmo, la que interpretada de manera arcaica, extrema y errónea, le ha traído más de un problema al presente estado de Israel.
Hablar de SHALOM-PAZ en Israel, nos lleva a caer en caída libre dentro de las siempre hondas, incomprensibles, confusas, turbulentas y oscuras aguas de el conflicto Palestino-Israelí, que se prolonga ya por 62 años desde la fundación del estado de Israel y cuyo saldo asciende a miles de víctimas tanto israelíes como palestinas. Conflicto que nos guste o no, sigue siendo eje central de las reuniones semanales de la ONU, de la política interna de los Estados Unidos, y de todas las organizaciones de derechos humanos que alrededor del mundo se sienten con pleno derecho a emitir todo tipo de juicios sobre él, la mayoría carentes de lo mismo, JUICIO.
Paradójicamente, da la impresión de que a los únicos que dicho conflicto pareciera no inmutar/molestar sería a los propios líderes de ambos pueblos en conflicto, es decir, los actuales Mahmud Abbas, presidente de la ANP, y el primer ministro Israelí, Benjamín Netanyahu, ya que en sus acciones/pasividad descarada, demostrarían ambos que en la práctica, el conflicto les acomoda, se auto benefician de él, y por lo tanto, tienen cero intenciones de solucionarlo. Basta repasar brevemente la historia del conflicto para comprobar lo anterior.
En 1947, una declaración de la ONU llama a partir “La tierra de Palestina” que estaba bajo mandato británico, en dos estados, uno judío y uno árabe. Para esa época, judíos y árabes vivían en mediana armonía en dicho territorio, y no se usaba el término conflicto “Palestino-Israelí”, puesto que no se hablaba de nacionalidades sino más bien de etnia o religión, dicho conflicto se denominaba “árabe-judío”. Eso hasta mayo de 1948, en que como reacción a la inminente fundación del Estado de Israel, se despertó en la población árabe del lugar una necesidad de identidad y nacionalidad propias, que culminó con el establecimiento de la OLP, organización por la Liberación de Palestina en el año 1964 por la Liga Árabe. Siendo así, la OLP llamaba por primera vez en la historia a otorgarle nacionalidad a los árabes residentes en la anteriormente llamada “Palestina bajo mandato británico” y actual “Estado de Israel”, como también a la destrucción del estado de Israel mediante la lucha armada. Importante recordar que la ONU declaró la partición de la tierra en dos estados: Israel se levantó, el estado árabe aun no se logra fundar. Las oportunidades fueron semejantes para ambos pueblos. En mi opinión, para los líderes árabes fue más importante destruir al estado de Israel que construir su propio estado, objetivo visible hasta el día de hoy. Contrariamente, para los líderes judíos era imprescindible levantar un país, puesto que querían darles un hogar tanto a los judíos que siempre habitaron esta tierra, como a aquellos que lograron sobrevivir al holocausto de la Alemania de Hitler, incluyendo a los refugiados que tuvieron que emigrar urgentemente de todos los países árabes.
Desde esas fechas en adelante la violencia ha sido un recurso utilizado por ambos pueblos. En 1967, como resultado de la guerra de los seis días, Israel ocupa territorios designados con anterioridad para los árabes-palestinos. En 1987 se produce desde los territorios palestinos la primera Intifada, (primera revuelta palestina), que se prolongó hasta 1993 y donde se produjo el primer atentado terrorista suicida en Israel, cometido por Hamas, movimiento fundamentalista islámico que actualmente gobierna la Franja de Gaza.
En 1993, los funcionarios israelíes dirigidos por Yitzhak Rabin y los líderes palestinos de la OLP dirigida por Yasser Arafat se esforzaron por encontrar una solución pacífica a través de lo que se conoce como el proceso de paz de Oslo. Un hito fundamental en este proceso fue la carta de Arafat que reconoce a Israel el derecho a existir, y a su vez, el reconocimiento de la OLP por Israel como un ente legítimo de gobierno palestino. Los Acuerdos de Oslo sostenían que Israel gradualmente cedería el control de los territorios palestinos a los palestinos a cambio de paz. Dichos acuerdos quedaron totalmente congelados cuando el 4 de noviembre de 1995 un judío ultra ortodoxo y ultra nacionalista asesinó a Rabin. Benjamín Netanyahu, figura de la derecha Israelí y próximo Primer Ministro electo, estaba lejos de querer continuar los pasos de Rabin, y desde entonces el proceso de paz se ha visto constantemente estancado. En cambio, Netanyahu promueve desde entonces y hasta el día de hoy una “Paz Segura”, que en el fondo no es más que la negación total y de facto a cualquier avance en el proceso de paz, boicoteando el proceso a través de la pasividad y la continuación de la ocupación.
En julio de 2000, en el marco de una nueva convocatoria al proceso de paz hecha por el presidente de los estados unidos Bill Clinton, Ehud Barak, primer ministro Israelí, ofreció a Yasser Arafat entre otras cosas, el 95% de Cisjordania y la Franja de Gaza, así como la soberanía Palestina sobre Jerusalem Oriental. Arafat rechazó la oferta y sin presentar contra-oferta alguna.
En ese mismo año estalla la segunda intifada Palestina que dejó un total de más de 6000 víctimas. Como respuesta a esta nueva ola de terrorismo Palestino proveniente de Cisjordania, Ariel Sharon decide levantar en 2002 una barrera de seguridad que proteja a los habitantes de Israel de los ataques suicidas palestinos. La actual barrera generó las esperadas reacciones de todas las organizaciones de derechos humanos de Israel y del mundo, ya que su trazado pasa en ocasiones por fuera de la Línea verde (frontera legal de Israel con los territorios Palestinos) irrumpiendo en la continuidad geográfica del futuro estado Palestino, y más inadmisible aún, socavando las vidas de miles de Palestinos que se ven obligados a pasar humillantes horas de espera en las decenas de puntos de control Israelí desplegados a lo largo de la barrera, para acceder a un derecho tan básico y humano como es la salud, la cual les es negada en Cisjordania porque sus líderes invierten el dinero de la ayuda humanitaria en armamento contra Israel. La Barrera salva vidas israelíes, pero al mismo tiempo anula toda oportunidad de alcanzar la paz con los Palestinos.
En julio del año 2005, Israel retiró el total de su ocupación en la Franja de Gaza a cambio de paz en la zona, cosa que jamás llegó sino todo lo contrario. Desde esa fecha hasta el día de hoy, ciudades del sur de Israel son bombardeadas diariamente desde la franja de Gaza. Víctimas que el mundo niega/olvida día a día, por estar más preocupado de las ilegalidades que Israel comete en contra de los Palestinos. Porque por alguna razón, y a juicio de las reacciones mundiales, pareciera que las víctimas Israelíes no cuentan en este conflicto.
En junio de 2007, la Autoridad Nacional Palestina se divide entre Al Fatah en Cisjordania, y Hamas en la Franja de Gaza. Esta división ha demorado el establecimiento del futuro estado Palestino, ya que tanto el cuarteto de países para medio oriente como la ONU, no ven en ellos un gobierno posible ya que Al Fatah no tiene control sobre Hamas. Para Hamas es más importante y urgente destruir a Israel y a todo judío que habite en él, su gente. Los civiles palestinos pueden seguir muriendo de hambre, sumidos en la total ignorancia del extremismo religioso, sin educación ni salud. Todavía es posible humillarlos más, cuando sus autoridades se enriquecen con el dinero de la ayuda humanitaria, como lo hiciera desvergonzadamente en su momento Arafat.
En septiembre del año pasado, Abbu Masen presentó ante la ONU la voluntad escrita del pueblo Palestino de crear un estado soberano. El discurso estaba basado en la palabra OCUPACION, su objetivo nuevamente, y como lo vienen haciendo ya desde hace 62 años, era victimizar al pueblo Palestino. Que el mundo se compadeciera de ellos, y mostrar a Israel como el tirano fascista que tiene a toda Palestina ocupada, cuando la realidad es tantísimo más compleja. A parte de tiranizar a Israel, en la declaración de la ANP, no hay un camino de negociaciones serio, no hay una propuesta concreta de a qué están dispuestos los Palestinos a ceder en pro de obtener su tan anhelado estado, ni mucho menos una palabra de cómo hacer la paz con Israel. La respuesta de Netanyahu vino exactamente del mismo lado. Recordó el terrorismo Palestino, infundió miedo a la población Israelí y mundial, dando a entender con su discurso que los Palestinos son solo terrorismo y guerra, demonizándolos a todos, responsabilizándolos del fundamentalismo religioso terrorista de Hamas. Y al igual que su colega Palestino, Netanyahu no hizo ninguna referencia concreta sobre lo que Israel está dispuesto a renunciar en pro de alcanzar la paz con los Palestinos.
Revisando los hitos más significativos del conflicto, hay que ser verdaderamente ciego para no darse cuenta de que desde ambos lados del conflicto no ha habido interés real por alcanzar la paz. La única vez que esa paz estuvo a punto de ser lograda, uno de los nuestros asesinó a su propulsor. Desde ese entonces, no ha habido otro Rabin en la historia del proceso de paz en el conflicto Palestino-Israelí que tenga la valentía de luchar de verdad y comprometidamente por la paz en la región. Que su memoria sea bendita.
En retrospectiva, también vemos que los líderes de ambos pueblos se han dedicado sistemáticamente a socavar al otro de alguna manera, con más o menos éxito, pero ese ha sido el objetivo que siempre se ha cumplido, dañar y destruir. Jamás dialogar. Pero los líderes de ambos pueblos no se preguntan qué queremos los simples ciudadanos Israelíes y Palestinos, con qué soñamos, y desafortunadamente para sus intereses megalómanos, descubrirían que la respuesta única es PAZ. Fundada en la creación de un estado Palestino, junto al estado de Israel, donde ambos estados y pueblos nos reconozcamos como soberanos, con fronteras seguras para ambos, y la utopía de un futuro con igualdad de oportunidades, libertad, y justicia para ambos pueblos. Nosotros, quienes les pagamos el sueldo a estos líderes, estamos verdaderamente exhaustos de añorar una paz que depende de las ambiciones y las luchas de egos de esos que lamentablemente fueron escogidos para gobernararnos.
Que se acerque el día en que en medio oriente tengamos líderes verdaderos, justos, transparentes, cuyo único interés sea el de beneficiar a su pueblo. Que tengamos más de aquellos que promuevan la paz, y no la violencia. Porque tal como lo expresara Shimon Peres hace unos años atrás, “Israel está acostumbrado a pagar siempre el precio de la guerra, pero no sabe que en definitiva es mejor pagar una vez el precio de la paz.” En tal sentido, la fragmentación, entendida como desprendimiento y renuncia, nos llevará a la integridad y a alcanzar la paz. La tradición judía nos dice que para lograr la paz, debemos dar tres pasos atrás de nuestros propios intereses, solo entonces podremos proclamarla.