El debate entre la Acción del Individuo y los Determinantes Estructurales para cambiar el Sistema.

por FELIPE LACS SICHEL, Est. Economía, U. Federal de Rio de Janeiro (UFRJ), Brasil. Pehil  Hashomer Hatzair Rio.

Antes que nada, definiciones. Para cualquier efecto, debemos entender sistema como un conjunto de reglas, flujos y acciones con agentes activos y pasivos pre-determinados. En este sentido, cualquier sistema del punto de vista socio-económico engloba básicamente un organigrama bien definido de la sociedad, con sus distintos niveles, agentes individuales (o no) y sus respectivas funciones.

Cualquier estudiante del campo de las ciencias sociales está constantemente puesto contra una serie de definiciones políticas, en búsqueda de una respuesta correcta de lo que es el “sistema” real de la sociedad. En América Latina, la corriente marxista delimita su campo en el ambiente. Debemos decir que la omnipresencia marxista no se relaciona necesariamente con algún modo de influencia de la izquierda, pero está en relación con una manera de pensar que utiliza ciertos conceptos y los reintroduce en otros ambientes. Con esto, estructura, superestructura, dominación y otros están presentes en todos los campos, independiente de la filiación política: tenemos que vivir con esto.

Nada en contra de quienes les gusta pensar de manera determinista, pero creo que el determinismo se disfraza en el discurso del “sistema” como un fenómeno utilizado en el subconsciente político para sacar valor de la acción individual e impedirla. Podemos utilizar el ejemplo que va en contra del determinismo social: Machado de Assis, quien nació en una población, hijo de lavandera y negro, en la época en la cual el racismo todavía asolaba oficialmente a Brasil. Autodidacta, aprendió a leer y escribir, tornándose en el fundador de la Academia Brasileña de Letras y pasando a ser considerado, hasta hoy, el mayor escritor brasileño.

En economía, existen dos escuelas de pensamiento antagónicas: los clásicos (Smith, Ricardo, Marx) y los neoclásicos (Marshall y todo el mainstream actual, lo que Marx denomina “economistas vulgares”) que evidentemente se contraponen en un sinfín de temas. Entre estos, la escuela neoclásica sostiene que el “sistema” y el determinismo histórico son invenciones. El modelo de comportamiento económico actual del hombre es una simple reproducción del comportamiento humano en todas las otras etapas históricas. A la vez, la escuela marxista, que en términos políticos es realmente la única que se pone expresamente en contra de ese punto, es firme cuando dice que la ahistoricidad del homo aeconomicus es solamente una manera de la burguesía de dominar y perpetuar el sistema (estructura, superestructura, etc.).

Aquí estoy obligado a discordar de las dos escuelas y seguir por una interpretación buberiana de la economía y del sistema. No se puede decir que los conceptos de la relación Yo-Tu puedan ser fácilmente transpuestos a la economía. Pero, si eso se hace efectivo en tantas otras áreas, vale intentar la analogía con el comportamiento económico del hombre, aunque eso mismo me clasifique como “vulgar” para los clásicos y neoclásicos.

Simplemente, hay que decir que el hombre no se puede ver de manera desconectada del sistema y que el sistema tampoco se puede ver desconectado del hombre. Por definición y relación, son instancias que existen solamente en conjunto. Así, encontramos una amplitud enorme de posibilidades para la (in)acción personal, grupal, comunitaria o social. Cualquiera de los extremos de pensamientos son irreales: el hombre solitario no es capaz de intervenir de manera decisiva y alterar el sistema. Pero a la vez, la pequeña acción produce un cambio. También es imposible imaginar que el sistema omnipresente sea capaz de moldarnos hasta los últimos detalles y que el capitalismo que “crea en sus defectos sus propias fortalezas” tenga realmente una mano invisible tan eficiente. Que sufrimos la influencia, eso está claro. Hay que pensar el grado de la influencia y que tan definitiva puede llegar a ser. Quizás algunos días estamos claramente susceptibles, otros quizás no tanto. Pero demasiadas veces se olvida que los trazos del gran organigrama son relaciones y que, justamente por eso, a veces el hombre es agente (“Yo”) y a veces es pasivo (“Tu”).

Por esto mismo, la búsqueda por una solución a los problemas que engloban el sistema con sus relaciones se queda un poco más difícil. Nos gusta pensar en términos prácticos, rápidos y sencillos, pero los cambios de las relaciones del hombre involucran tiempo y maduración. Tal cual el cambio del sistema, pero que no nos olvide tampoco el Pirkei Avot… “si no ahora, ¿cuándo?”

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