Sistema educativo en Chile: la urgencia de hacer cambios que permitan la construcción de una nueva sociedad.

por ANTONIA SIERRALTA, Est. Arte, PU. Católica. Maskirá Hashomer Hatzair Chile.

Cuando se habla sobre educación, nos referimos quizás al único sistema que realmente sabemos cómo funciona y cuáles son sus consecuencias: la educación “tradicional” en Chile, aquel sistema por el cual la mayoría pasamos, inadvertidos de su mecanismo y de lo profundo que logra inculcarnos su visión del mundo, no solo escolar, juvenil o educativa, sino que social, económica y cultural.

En su teoría más básica, se trata de un método en el cual el ‘alumno’, al cual se le coloca en un sitio de no-iluminado e ignorante, tiene la única tarea y objetivo de absorber información. Mientras, el profesor, fuente iluminada y llena de todas las verdades absolutas del universo, escupe contenidos hacia un grupo que realmente no sabe qué hacer con esa información más que absorberla como esponja. Un sistema medieval basado en una pirámide social de denigración y estancamiento socio-económico; pirámide que se ve exquisitamente replicada dentro de los colegios y las salas de clases.

En los colegios privados se educa a los jefes y en los públicos a los obreros. El sistema educativo mantiene la injusticia social, teniendo a una mayoría bajo una educación de mala calidad y sin fiscalización alguna, y a una minoría con privilegios que el resto no puede ni pensar.

Mi opinión no se aloja bajo el alero de una crítica “destructiva” a este sistema educacional tradicional y su mal funcionamiento, o al buen funcionamiento que tiene para mantener la sociedad tal y como la conocemos. Si no en una constructiva, desde la idea que el problema radica en la metodología usada para entregar la información y el contenido necesarios para cada ser humano. Pero esta metodología tiene una carencia muy grave; las herramientas para surgir en la sociedad, entendiendo el proceso de surgir como un proceso por el cual cada persona se desarrolla en diversos niveles; psicológico, creativo, social, económico, etc., logrando concretar o cumplir sus metas y sueños.

Para mejorar o solucionar este problema, lo que se debe cambiar es el sistema completo, abriendo las puertas a una nueva sociedad, más justa y equitativa. Quizás la respuesta está en una teoría educativa diferente, “educación alternativa”, o quizás se necesita empezar con reformas al sistema actual que lo vayan transformando en lo que la sociedad necesita: la relación profesor-estudiante y estudiante-estudiante, la calidad de la educación en los sectores públicos, etc. Pero por sobre todo, el objetivo de la educación en sí misma.

Cuando el objetivo deje de ser que la pirámide socio-económica se mantenga y se enfoque en qué es lo que los estudiantes están aprendiendo, en sus capacidades personales y grupales, en las herramientas con las que se hacen participes de la sociedad general; es decir, cuando el objetivo sea el estudiante como persona y no como objeto, será cuando realmente el sistema mejore y se preocupe de las personas, porque finalmente el sistema lo hacemos nosotros.

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