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Sobre la depresión como parte de la cotidianeidad: los niños que crecen en permanente amenaza de cohetes en Israel.

por MARIANNE TAUB, Est. Medicina, U. de Los Andes.

A fines de los años 20, producto de distintos factores sociales, políticos y económicos, cayó la bolsa de comercio de Nueva York, haciendo al mundo entero entrar en una depresión de la que no se tenían precedentes. Este es uno de los términos más banalizados en la sociedad, luego quizás del término amor.

La depresión se asocia a las cosas mas cotidianas: reprobar un ramo, falta de atención de la persona que nos atrae, y más aún, si eres mujer y alguna vez has sufrido una ruptura amorosa, a nuestro parecer nos deja con una «depresión», la que en el momento dudamos poder superar algún día, acompañada de alcohol, ansiedad con la comida, demonización de la ex pareja, etc.

Lo peor es que en estos momentos, las personas que nos rodean creen que contándote su peor pasar, van a mitigar el tuyo. Cuando vamos en busca de consuelo, la gente termina siempre contando sus historias, lo que pareciera en un comienzo que el otro está siendo empático y familiarizándose contigo, pero no es otra muestra más del egocentrismo en la era que vivimos.

Pero en otras realidades, donde lo extraordinario también ha pasado a ser parte de la cotidianeidad, hay muchos niños que se están criando en la sociedad israelí, sobretodo en los territorios más envueltos en el conflicto donde recibir cohetes es algo de todos los días. Ellos pueden no estar conscientes de ello, pero sufren un tipo de depresión constante, que ya se ha asentado en su rutina.

Los medios de comunicación pueden llamar terrorismo israelí al campo de concentración de gaza, pero, yo me pregunto; ¿acaso Israel y sus habitantes, gozan de mandar a sus hijos por dos o tres años al servicio militar sin tener seguridad de que al cabo de ellos regresen a salvo a casa? ¿Es justo el precio que deben “pagar” por salvaguadar la extensión de tan solo unos cientos de kilómetros que poseen como hogar? ¿Qué tanto miedo sienten cada vez que abren la frontera para dejar pasar provisiones, personas en busca de asistencia médica u otras cosas que son parte de su diario vivir?

A estas personas no las vemos acostadas, llorando o manifestando algún pesar, porque esa sea su realidad. ¿Cuántos niños en Ashdod u otros asentamientos se despiertan varias veces en la noche con la cama mojada producto del miedo que sienten, al haber tenido que correr tantas veces a la pieza “fortificada” al escuchar la alarma de cohete? Nadie define eso como depresión, pero como dice el término que viene del latín depressio; “opresión, encogimiento o abatimiento”, sí encaja en la categoría.

Pero a pesar de vivir en un cuadro de depresión que es parte de la cotideaneidad, no hay un consciente colectivo de decaimiento y pesar. Al final, la actitud depresiva o no que tengamos ante nuestros problemas y realidad, es nuestra elección, nosotros somos los que permitimos que nuestro contexto nos deprima. Quizás sea hora de comenzar a ver la vida con más alegría.

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Un comentario

  1. Dicen que los ciudadanos tienen los gobiernos que merecen. Es el precio que pagan niños inocentes porque sus padres y quienes los lideran insisten en masacrar un pueblo.

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