El ausente rol en la Política Nacional del joven judío chileno.

por TAMARA BENQUIS, Est. Derecho, U. Diego Portales. Directora Tzedaka, Federación de Estudiantes Judíos.

Desde un punto de vista comunitario, el conflicto palestino–israelí es uno de los más manoseados, y se plantea particular y paradójicamente  sin una solución clara. Vivimos en un período en que la educación judía mayoritaria (liberal y conservadora) se basa en el refrán “ver la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio”.

El debate comunitario es bastante acotado. Entre los elementos de la discusión podrían enunciarse: la caricaturización del rival, exagerando ciertos rasgos de lo que se denomina la población palestina en Israel, y la generalización de esta, agrupándolos a todos como partidarios de Hamás, negando la realidad como diversa, demonizando al rival e impidiendo así poder concretar consensos entre ambas partes, considerando al contrincante como un problema estático y sin solución visible.

Pese a los esfuerzo por educar a los jóvenes en el tema del conflicto, estos no son capaces de conocerse a sí mismos, dejando de lado todo interés en relación a la política nacional, de participación ideológica o de liderazgo comunitario, y sumergiéndose en actividades sociales sin contenido. ¿Podrán ser capaces de formarse una opinión frente a los problemas de su entorno nacional y mundial? ¿Podrán lograr si quiera entender un poco más de lo que trata? ¿Serán capaces de observar maduramente y desde segundo orden el conflicto palestino-israelí?

Pareciera ser que la Comunidad Judía de Chile, tanto a nivel institucional como social, tiene otras prioridades por atender antes de educar (a sus jóvenes y todo el ishuv) en una verdadera masa crítica de personas a la defensa de los valores sionistas, pero que también sean capaces de contribuir al entendimiento entre los pueblos y no a la defensa ciega y bordeando el fanatismo y la falta de auto crítica. Hacer lobby no es suficiente.

Pero el conflicto también sirve para cohesionar a la comunidad, igual que en otras sociedades que desarrollan el mito del enemigo de la nación. Siempre es más fácil tener un blanco común, que muchas opiniones disgregadas. De un modo similar a como los medios de comunicación de masas persuaden a la sociedad, nuestros líderes comunitarios persuaden a sus miembros, desligándose de problemas de primera necesidad como son la apatía política y social existentes en la comunidad.

¿Es acaso el conflicto un tema tan relevante para dedicarle la gran parte de las temáticas de las actividades comunitarias? ¿Estamos listos para abordarlo de un modo inteligente, sin acudir a favoritismos, extremos y victimización?

Debemos pasar a otra etapa, y lograr entender la realidad nacional de Chile como prioridad en nuestros intereses, entendiendo que vivimos en un país específico que somos responsables de construir, tanto o más que nuestro compromiso sionista con Israel.

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Un comentario

  1. Sería valioso que Tamara hubiera abordado, junto a su diagnóstico, una mirada más acabada respecto a las causas del distanciamiento del quehacer judío de la realidad nacional: elitización del «ser judío» (asociándolo a identidad de clase), derechización paulatina de la dirigencia, silenciamiento de la disidencia y marginalización de miles de familias que no pueden acceder, ya sea por distancia física o por razones de estatus económico, a la vida comunitaria. Queda la duda que la sola demonización del enemigo sea la causa, o la consigna. En el mejor de los casos podría ser la dogmatización de un concepto de burguesía dominante. Tal vez la cosa vaya por la insensibilización frente a la diversidad, lo que resulta ser, de todas maneras, algo muy lamentable. Opino que el tema queda abierto.

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