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El conflicto entre individuo y sociedad como fuerza de cambio.

por PAMELA NUDMAN, Arquitecto, U. de Chile.

El ser humano se puede definir en relación a dos cosas: frente a la sociedad de la que forma parte, y frente a su individualidad. Puede éste incluso llegar a huir de ser parte de la sociedad, pero aun así esto también es un modo de existencia y definición en relación a ella.

El ser humano, como tal, debe comprender que sólo hará honor a su nombre cuando logre alcanzar el equilibrio y armonía (entre cosas diversas) entre cada individuo con respecto a su entorno, es decir, entre todas las partes en relación al total.

¿Cómo lograr esto si cada uno responde a sus intereses individuales y egoístas? ¿Si en vez de otorgar a los demás y ser herramientas de difusión y cooperación, sólo nos dedicamos a tomar del mundo todo lo que podemos y no conviene para nosotros mismos, si sólo somos absorción y deseo?

Tal vez suene utópico y descabellado, pero frente a la situación actual, donde vemos graves desequilibrios en diferentes ámbitos, debemos ser capaces de detenernos y pensar un segundo, parpadear y respirar un poco más lento para que al abrir los ojos podamos ver que los problemas nacen a partir de las malas o incorrectas relaciones que hemos desarrollado entre nosotros. De este modo, las cosas sólo pueden cambiar a partir de un solo lugar: desde uno mismo, donde cada hombre, cada actor de la sociedad, es el centro del cambio.

Es lo único que tenemos a mano a lo largo de toda la vida, y es a través de esto que podemos cambiar y solucionar los problemas que aquejan a todo el mundo: los intentos por corregir la contaminación, la delincuencia, los problemas financieros, la violencia en las escuelas o en los estadios, la corrupción, la drogadicción, etc., son conflictos que no tendrán solución si intentamos resolverlos a través de normas, procedimientos, reglas o acciones externas a uno mismo. Todo el cambio que estamos buscando, esperando, y sobre el cual tanto se habla e ironiza, absolutamente todo, parte por algo tan cercano y tan enormemente difícil de aceptar como es que ha llegado el momento de dar un paso adelante, como un bebé que decide comenzar a gatear, y asumir que la responsabilidad está en sus propias manos, y en las de nadie más. El que insista en creer que son otros los que tienen que arreglar las cosas, podrá nacer y morir mil veces esperando a que esto ocurra. A eso si llamaría una utopía imposible. Tan simple y tan difícil al mismo tiempo.

¿Cuál es entonces la dificultad de cambiar las cosas, si nos damos cuenta de que cada uno tiene en sus manos la posibilidad de desear y construir el entorno y el mundo que desea? ¿Qué nos falta para comenzar con el cambio?

He allí el conflicto y la paradoja, y está en manos de cada uno: decidir entre el yo, el seguir viendo todo a partir de mi visión y culpar a los otros, o el comenzar a entender y ver todo desde el otro, para entender que tal vez todo depende de mí.

¿Pero cómo? La fuerza que se encuentra entre el yo y el entorno, este inconmensurable conflicto entre el yo y los demás, es lo único que nos puede ayudar. Entiendo y creo que debo cambiarme a mi mismo, pero al mismo tiempo veo que muchas veces le hago daño a los demás, que soy incapaz de ponerme realmente en el lugar del otro, que aunque entiendo que miles de personas mueren de hambre diariamente sólo soy capaz de compadecerme unos cuantos minutos, suficientes para convencerme a mí mismo que me preocupa el tema, y luego volver a mi vida habitual si mover un dedo al respecto, es decir, entiendo y deseo cambiar porque asumo que no hay nadie que me importe más en el mundo que yo mismo, y esto aplicado a nuestra realidad se transforma en un mundo de confrontaciones, malentendidos y guerras. Deseo cambiar, y al mismo tiempo la única fuerza capaz de hacerme cambiar es la influencia  de un entorno correcto, pero bajo la condición, repito, de que debo estar absolutamente dispuesto, tanto en mente como en corazón, a dejarme influir por éste, como un bebé con su madre que recibe su alimento  confiado y feliz, porque sabe que ella es más grande que él.

Es, entonces, un trabajo individual y social al mismo tiempo: por un lado debo desear cambiar y, por el otro, debo ponerme a disposición de un entorno que aplique su fuerza de influencia y anhele lo mismo que yo: debemos partir por pequeños núcleos sociales, entornos educativos, escuelas, etc., para que poco a poco esto se vaya expandiendo por toda la sociedad.

Este entorno, y más adelante la sociedad completa, se debe plantear  como base fundamental una nueva educación para todos, niños, jóvenes y adultos, educación no como acumulación de conocimientos y destrezas personales, sino como el espacio de discusión, aprendizaje y práctica para aprender a convivir con el resto de los seres humanos en armonía y absoluta cooperación mutua, esta es la nueva educación que exige la situación actual.

¿Imposible? Cada uno decide en qué mundo quiere vivir. Creemos espacios e instancias para reflexionar sobre esto, tanto internamente como con otras personas, y esto dará pie a un cambio verdadero y profundo. La herramienta del cambio no tiene precio ni es algo lejano: somos simplemente nosotros mismos,  nuestros deseos, pensamientos, intenciones y forma de actuar en el mundo construyen el mundo en que vivimos. Debemos cambiar nuestra forma de entender y ver al mundo, solo así el mundo cambiará, y esto será posible a través de un entorno y una nueva educación que influya constantemente sobre cada persona.

Este es el conflicto que se vive hoy en el centro de cada individuo y al mismo tiempo en medio de toda la sociedad. Tal vez sea hora de entender que este individualismo que se nos ha dado, debe ser guiado a través de una nueva educación y de una nueva sociedad, en pos del bien de toda la Humanidad: cambiar el modelo actual por uno cuyo objetivo sea la cooperación mutua, amor y bienestar de todas las personas, cada uno de acuerdo a sus necesidades y particularidades.

Pero esta añoranza choca con los deseos que naturalmente nacen en nosotros, los que nos han dividido en países, ciudades, grupos, familias, individuos. Recibimos un mundo completo al nacer y hoy sólo queda para uno lo que somos capaces de arrebatarle al otro, sin darnos cuenta que si compartiéramos todo lo que tenemos y la cooperación prevaleciera por sobre el individualismo, tendríamos un mundo entero en armonía y a nuestra disposición en forma amorosa.

Sólo podremos avanzar cuando cada uno vea y sienta un dolor en el centro de su propio bienestar y entienda que luchar y esforzarse sólo para sí mismo jamás nos llevará a la felicidad, ya que es precisamente lo que nos separa del resto, causa la desconexión y nos aleja de un mundo en equilibrio.

Esta individualidad, que a lo largo de la vida nos esforzamos en cultivar y definir, que al mismo tiempo configura el lugar de la sociedad que ocupamos, es también la que nos distancia de ella, ya que nos convierte en un fragmento aislado que lucha desde el día de su nacimiento hasta su muerte por su propio beneficio y por delinearse como un diferente al total, en vez de intentar incluirse.

Intentemos vernos como una extremidad del cuerpo que llamamos Humanidad, y entendamos que dependiendo del entorno en que crecemos y nos influye, podremos desarrollarnos en armonía con el resto para lograr que cada parte, antes fragmento, aprenda a moverse y trabajar unida al total, al cuerpo que configura y gracias al cual existe.

Tal vez un fragmento del poema de Nicanor Parra – Soliloquio del individuo-  nos ayude a construir una imagen de lo antes expuesto.

“Yo soy el Individuo.
Bien.
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle,
A esa roca que me sirvió de hogar,
Y empiece a grabar de nuevo,
De atrás para adelante grabar
El mundo al revés.
Pero no: la vida no tiene sentido.”

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Un comentario

  1. Buenismo Pame !! me encantó .. Tanto sentido todo lo que dices… !!!

    La vida segun Quino

    Pienso que la forma en la que la vida fluye está mal… Debería ser al revés!!!
    Uno debería morir primero, para quitarse ya ese problema.
    Luego, vivir en un asilo de ancianos hasta que te larguen cuando ya no seas tan viejo.
    Entonces empiezas a trabajar y se trabaja durante treinta o cuarenta años hasta que se sea lo suficientemente joven para disfrutar de tu jubilación. Fiestas, parrandeadas, alcohol, salír con hombres o mujeres (se-gún el caso),
    que sé yo…., hasta que estás listo para entrar en la secundaria.
    Después pasas a la primaria, eres un niño que se pasa la vida jugando sin responsabilidades de ningún tipo.
    Luego llegas a ser un bebé y vas de nuevo al vientre materno, y te pasas los últimos nueve meses de tu vida flotando en líquido amniótico hasta que……
    ….Tu vida se apaga en un tremendo orgasmo…
    ¡¡¡ESO SI ES VIDA!!

    Quino

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