Levantamiento en Siria, Alarma Global Silenciada por la Indiferencia Internacional.
por ARIEL ZIMEND, Est. Ingeniería Civil, U. del Desarrollo.
Hace ya casi dos años que el mundo está presenciando pasivamente el conflicto que se está llevando a cabo entre las guerrillas conformadas por civiles de todo Siria y el ejército leal al presidente Bashar Al-Assad, que acarrea hasta la fecha alrededor de 22.000 víctimas (según estimaciones de la ONU y la Cruz Roja hechas al 20 de octubre del 2012).
Lo que partió como un escenario más de la primavera árabe, en donde el pueblo Sirio se levantó contra el régimen totalitario que dirige el país tal como ocurrió en Egipto, Libia o Bahréin, es hoy una de los genocidios políticos y religiosos más dramáticos al interior del Medio Oriente.
La situación en Siria es bastante más delicada que la de los demás países. La serie de manifestaciones públicas que se realizaron a lo largo de toda Siria el 15 de marzo del 2011, se convirtieron en un levantamiento nacional para principios del 2012. La intención de la revuelta interna llevada acabo por la propia población civil fue y sigue siendo derrocar el régimen del actual líder político Bashar al-Assad, cuya familia se ha mantenido en el poder durante casi 5 décadas. “Ejército Libre de Siria” ha sido la forma en que se han autodenominado los grupos armados que luchan en contra de Bashar (quien fue elegido luego de la muerte de su padre Hafez mediante un plebiscito y no por elecciones).
A medida que el conflicto avanza, las guerrillas se han ido fortaleciendo con el reabastecimiento de armas adquiridas de forma clandestina y la experiencia alcanzada (sin contar los desertores del ejército sirio que se les unen), debilitando las fuerzas de seguridad del régimen por medio de la guerra de guerrillas y el terrorismo.
Por otra parte, existe un punto que genera gran incertidumbre tanto dentro de Siria como en la comunidad Internacional, convirtiéndose en una de las razones principales que impiden una intervención armada al país árabe, y es que los rebeldes sufren grandes rivalidades internas: división política, organizativa e ideológica-religiosa.
Enfrentamientos entre la mayoría Sunita (65% de la población) y la minoría Kurda en contra de la rama Alawita (13% de la población) a la cual pertenece la familia Assad, han sido la causa de cientos de ataques perpetrados, cobrando la vida de decenas de personas (en la mayoría de los casos, no involucradas en el conflicto) con el único fin de lograr la mayor cantidad de muertes civiles del lado contrario, en lo que se ha transformado una verdadera limpieza étnica donde las venganzas a mano armada son pan de cada día.
Esta situación genera inseguridad entre las entidades internacionales dispuestas a interferir a favor de las milicias conformadas por los ciudadanos sirios, por ello es que en Washington no se apuran en armar a los rebeldes ya que temen que este armamento pueda caer en manos de grupos terroristas hostiles a occidente y sus aliados, como al-Qaeda.
Mientras todo esto ocurre dentro de los grupos armados opositores al régimen, la guardia de seguridad liderada por integrantes de la misma familia al-Assad ha ido intensificando sus represiones y ofensivas contra los rebeldes, utilizando el poder militar disponible para silenciar a todo manifestante que se oponga al régimen, razón por la cual se hace cada día más urgente una solución que acabe con este derramamiento de sangre.
La comunidad internacional se muestra dividida frente a que medidas tomar al respecto. La mayoría de los países se ven ciertamente preocupados por lo que ocurre en esta zona y plantean una intervención militar inmediata, pero el veto de China y Rusia que constantemente se oponen a cualquier acción que Estados Unidos quiera impulsar impide que la comunidad internacional se haga responsable para poner fin a las masacres y asesinatos que se cometen a diario en el país árabe por parte del ejército sirio. Pero ¿qué intereses reales hay detrás de cada potencia internacional en el conflicto?
La fragmentación internacional se debe a que Siria se ha convertido en el principal escenario de enfrentamiento entre factores e intereses tanto locales como globales. Damasco es un reconocido aliado de Moscú y es hoy en día el puente de entrada de Rusia en la zona, permitiéndole de esta manera hacer contrapié a EE.UU en Medio Oriente. El Puerto Tartus (de Siria) es el único en el mar Mediterráneo en donde la flota rusa tiene base militar, lo que convierte al país árabe en un área de máxima importancia para los intereses de Moscú. Estas y otras son razones de sobra para vetar en el Consejo de Seguridad de la ONU cualquier intervención postulada por las potencias de Occidente, sin importar las consecuencias y pérdidas humanas que esto conlleva.
La comisión enviada por el Consejo de Seguridad ha declarado abiertamente que los ataques con artillería pesada sobre los rebeldes en Damasco han sido continuos e indiscriminados. Human Rights ha acusado al gobierno de Assad de cometer una larga lista de violaciones a los Derechos Humanos, incluyendo crímenes Internacionales. Encarcelaciones, violaciones y torturas deliberadas a mujeres y hombres de toda edad se comenten día tras día.
Tal como lo han declarado organizaciones como la Cruz Roja Internacional, “Siria está en guerra civil”, y países como Estados Unidos en conjunto con la OTAN y diversos miembros de la Liga Árabe han intentado unirse para que acabe, pero sus intentos han sido abatidos por Rusia y China en cada ocasión.
A pesar de ello, los países miembros del Consejo de Seguridad tienen la opción de aplicar la resolución 377, la cual establece que si la ONU no es capaz de llegar a un acuerdo, la intervención armada (por parte de los miembros que decidan actuar) a otro país está permitida siempre que sea para frenar el numero de muertes civiles y para resguardar los Derechos Humanos de las personas que habiten dicho lugar.
Israel se ha mantenido al margen de este conflicto para no recibir críticas internacionales, pero la realidad es que le es de suma importancia lo que ocurra en el país vecino puesto que aquello será determinante en la política a seguir con Irán, país que abiertamente ha declarado su voluntad de hacer desaparecer a Israel del mapa, y también para establecer las medidas de seguridad necesarias para neutralizar a los grupos terroristas que circundan las fronteras israelíes. Siria ha sido durante años una importante base de entrenamiento y abastecimiento militar para grupos terroristas tales como Hezbollah en Líbano, Hamas en Gaza y la Jihad Islamica. Estos grupos durante décadas han sido patrocinados por Irán y sus líderes chiitas, los cuales introducen a Siria miles de proyectiles de corto y largo alcance tales como los “Katiushka” que posteriormente son disparados a Israel, además de entrenar a cientos de hombres en tácticas de campo y tecnologías de armamento, hecho frente al cual las autoridades sirias y libanesas manifiestan “una incapacidad policial y militar” por parte de sus fuerzas de orden público para detenerlos.
Los propósitos que persigue Irán son simples y claros: derrotar a sus pares más moderados, los sunitas, y establecer de esa forma una hegemonía de mayoría chiita en la zona (recreando lo que fue el antiguo imperio persa). En segundo lugar, está debilitar al mundo occidental a través de la destrucción del único estado Judío que existe en el mundo para poder de esa forma acabar con los ideales democráticos y de libertad de expresión que representa Israel en Medio Oriente. Para ambos propósitos, lo que ocurra en Siria será determinante.
Esta circunstancia que se vive en Medio Oriente también preocupa a países mas moderados como Arabia saudita y Qatar, entre otros (países de supremacía sunita y aliados de Estados Unidos), puesto que bien entienden que las intenciones de Irán los afectan de forma directa, y que un futuro con predominio chiita podría ser demasiado peligroso para la estabilidad de la zona, más si pensamos en las posibilidad de un Irán Nuclear. Por esta razón, junto a Turquía estos países han iniciado una política anti-siria, realizando de forma conjunta la puesta de hospitales en la frontera, entrega de armas para los rebeldes, apoyo en organización logística y hasta sueldos para los desertores de las fuerzas de seguridad del régimen intentando así, frenar las acciones que Irán esconde detrás.
Una intervención militar podría permitir el establecimiento de un gobierno sustentable que garantice el resguardo de los derechos de la población civil siria y que asegure la paz a los países vecinos, erradicando el patrocinio Iraní a grupos terroristas que son enemigos tanto del Estado de Israel como de todo Occidente, y debilitando de forma importante sus intenciones antes mencionadas.
Siempre habrán razones para no intervenir en favor de los pueblos que lo necesiten y que son masacrados a mano armada por parte de gobiernos totalitarios, tal como lo viven hoy los sirios que están siendo a diario asesinados por el régimen que intentan derrocar mientras suplican la ayuda internacional. Para Estados unidos, la razón es la posibilidad de un enfrentamiento con Rusia, para Obama era la implicancia negativa que podría tener en su candidatura las pasadas elecciones norteamericanas, para la OTAN es el alto riesgo que corre frente al fuego antiaéreo sirio (reconocido mundialmente por su alta letalidad) poniendo en jaque una operación terrestre que implique abrir puentes aéreos y para Rusia serán sus intereses de hegemonía los que siempre irán en sentido contrario a los de Norteamérica impidiendo con su derecho a veto toda clase de resolución en la región.
Frente a todo lo anterior lo cierto es que la vida de un sirio lamentablemente no vale lo suficiente para los distintos gobiernos y entidades mundiales.
Lo que no puede ocurrir es la indiferencia por parte de todas las personas que desde la comodidad de sus casas pasan desapercibidas frente a asuntos de envergadura mundial como éste. ¿Qué sucedería si Israel se viera de la noche a la mañana involucrado en el asunto? ¿Si Israel fuera quien se encontrara en guerra con el ejército sirio? Probablemente por fin ahí veríamos a los sirios, palestinos, árabes y a los defensores de los Derechos Humanos de todo el mundo hacer algo al respecto, inflarse el pecho de esa valentía que los envuelve e instar a marchas, manifestarse frente a las Embajadas o exigir duras condenas.
Lastimosamente defender a un ciudadano sirio nunca será tan prominente como lo es atacar al único estado Judío por todo lo que hace y deja de hacer. Mala suerte para el pueblo sirio.