El NO, reflexiones sobre democracia y La Sociedad del Espectáculo.

por DANIEL TOPAZ, Psicólogo, U. Diego Portales.

El miércoles 5 de octubre de 1988, cerca de 7 millones de seres humanos – a su vez observados por muchos millones más en todo el mundo- fueron actores involuntarios de una representación maestra, una puesta en escena, donde se les hizo creer a estos actores improvisados y sin guiones, que lo que hicieran o dejasen de hacer ese día, podría de alguna manera volcar el curso de la historia.

Pero el camino ya estaba recorrido, a pesar de ser ese día la dramatización épica de una realidad que ya se había puesto en marcha en los lugares donde realmente se toman las decisiones que importan en el mundo, a través de las determinaciones que tomaron las personas que realmente influyen en él.

El meta-mensaje comunicado ese día fue: un papel doblado que expresa una opción, al ser introducido en una urna, puede cambiar la realidad político-social de un país. Con este y otros gestos, se inaugura en Chile el paradójico proceso de la “despolitización de la vida política”.

La película “No”, nominada al Oscar como mejor film extranjero, y otras voces tienden a reproducir el discurso de que la franja televisiva de la oposición a Pinochet fue la que finalmente derrocó al dictador. Las implicancias de sostener dicho texto devienen a despolitizar la política. Los cuadros dirigentes de la Concertación, los pensadores y los publicistas detrás de la campaña propagandística, tomaron decisiones estéticas y éticas que de alguna manera hicieron silencio de más de 15 años de terrorismo de estado, herida social y traumas imborrables para miles de seres humanos.

Se optó, no por denunciar los crímenes de la dictadura, no por los testimonios más duros, no por una crítica implacable a la Constitución autoritaria que se había amarrado. La derecha y la opción “Si”, derrotaron ese día, porque lo que en verdad estaba en juego no era la continuidad de una dictadura militar, era la desmovilización de la ciudadanía y la despolitización de lo político.

El gran triunfo de los políticos de la época consistió en la creación de un nuevo sujeto social, en cuyo cerebro venía instalada la idea de que todo lo que oliese a política era por antonomasia malo y por sobretodo ajeno. Lo que lógicamente se sucede de una generación que piensa así es que se planteen ideas tan ridículas como “no me gusta el movimiento por la educación gratuita porque es muy político”, entre otros ejemplos que circulan en los discursos cotidianos.

Si nos fijamos en las pasadas elecciones, podemos evidenciar a lo que me refiero: los candidatos son promovidos desde una lógica del marketing, sus campañas tienen más relación con una publicidad de productos comerciales que otra cosa.

Este proceso -a mi parecer central en la comprensión del Chile del siglo XXI- se refleja en el debate sobre una invocación de Asamblea Constituyente. Paradójicamente, cuando los movimientos sociales han ejercido presión desde la calle, se les conmina a dejar que las instituciones “democráticas” hagan su trabajo. Asimismo, cuando existe una propuesta de cambiar la constitución, se ha llegado a decir que dar pie a este proceso -el cual en derecho internacional se entiende como el ejercicio de soberanía popular y es considerado supraconstitucional- sería comparable a una dictadura.

El discurso hegemónico apunta a que la ciudadanía regale sus cuotas de poder a cambio de poder comprar todo lo que quiera a cómodas cuotas. Homo-sapiens Deuda.

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Un comentario

  1. Estimado Topo, junto con saludarte, quiero comentarte respecto de tu columna que aunque comparto contigo la idea del tránsito de Chile hacia una sociedad desmovilizada y despolitizada, creo que en el análisis falta parte importante de la historia y del contexto socio-político para poder comprender las razones y alcances de dicho fenómeno.

    Se te olvida mencionar entre otras situaciones lo traumático que fue para este país la ultra movilización y politización que se vivió desde mediados de los años sesenta hasta el 11 de septiembre de 1973.

    Tampoco haces mención alguna al rol que tuvieron los 17 años de dictadura en este proceso. Periodo en el cual no sólo se machacó hasta el cansancio que la culpa de todo el descalabro institucional era de los políticos, sino que se llevó a cabo una política sistemática de amedrentamiento, tortura, desaparición y asesinato de quienes pretendieran realizar o promover «actuaciones políticas», con lo cual cualquier familia que quisiese vivir relativamente tranquila optó (para bien o para mal) por mantenerse al margen.

    A lo anterior debemos agregar el nuevo modelo de sociedad consumista y materialista implantado por Pinochet y sus seguidores, en el cual se desarrolló al máximo la idea de que lo relevante es que tienes y no quien eres.

    Con esto a la vista podemos recién discutir, si el plebiscito fue o no una farsa desde el punto de vista socio-político (yo creo que no), que rol tuvo la Concertación durante sus 20 años de gobierno y porque ayudó a continuar e incluso profundizar el camino iniciado por la dictadura.

    Pues resulta que a mi juicio son varios los factores que incidieron. En primer lugar (sobre todo durante el gob de Aylwin y hasta la salida de Pinochet del ejercito) teníamos una democracia (o seudo-democracia) muy inestable y el temor a los militares era gigante (recordar ejercicio de enlace y otras amenazas), por lo cual se optó por mantener la idea de que era necesario hacer ciertas concesiones y mantener el orden público para no crear un ambiente propicio para un nuevo alzamiento militar..

    En segundo lugar estaba la existencia de grupos ligados a la ultra izquierda que nunca abandonaron la vía armada como alternativa de lucha por sus ideales, lo cual ejercía una presión aún mayor sobre la democracia recién recuperada.

    El último factor, y aquí si estoy plenamente de acuerdo contigo, es el nefasto acomodamiento de la capa concertacionista gobernante con el nuevo modelo, que le hizo perpetuarlo e incluso profundizarlo cuando ya no existía un riesgo de revuelta militar, lo cual constituye la gran victoria ideológica de Jaime Guzmán y Cía.

    Un abrazo.

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