Como caballo de carrera va el hombre por la ciudad.
por GALIT MEYER, Est. Kinesiología. Bailarina.
Pensando un poco más allá de las artes, todo lo que vemos a nuestro alrededor es cultura; desde como el tipo de al lado se sienta en la silla, como llama a su amigo en la calle, formas de interacción con el otro, relación con el otro, formas de vestir, de mirar, expresar y miles de otras más.
El medio de expresión del ser humano es definido por una palabra muy sencilla: creatividad. Actualmente, es lo que más escasea. La rutina, las obligaciones, el ciber-mundo; todos aquellos aspectos cotidianos que poco a poco comienzan a nublarnos para tan solo seguir un camino recto.
Inundándome en este espacio creativo de mi imaginación, se me viene a la cabeza la imagen de un caballo de ciudad, aquellos a los que se le colocan estas “anteojeras” para que no se desconcentren y/o alteren con los estímulos de alrededor. “Ir como caballo de carrera”. El humano tal cual el caballo, linda y escalofriante metáfora.
He decidido expresar mis ideas en una fórmula matemática bastante sencilla que de algún modo u otro me clarifica y espero que a ustedes también:
“El medio de Expresión del Ser Humano + Creatividad = Improvisación”
“Todos somos improvisadores. La forma más común de improvisación es el lenguaje común. Al hablar y al escuchar, tomamos unidades de un conjunto de ladrillos (el vocabulario) y reglas para combinarlos (la gramática). Esto lo hemos recibido de nuestra cultura.”[1]
La falta de creatividad y de improvisación opaca la mente y el espíritu del ser humano. La sociedad “inconscientemente”, nos enseña a perderla ya que no sirven para las actividades cotidianas. Imaginemos un segundo qué pasaría si todos estuvieran al 100% creativos y llevados de sus ideas, quizás, la ciudad vestiría de más colores, o quizás el caos inundaría la ciudad.
No podemos ser extremistas tampoco, tenemos que aprender a conocer nuestros límites con nosotros mismos y hacia el resto, para así poder desarrollar y descubrir nuestro conocimiento creativo e improvisador, ya que absolutamente todos llevamos ese niño interno el cual descubre constantemente su realidad aunque lo haya visto el día anterior.
Nuestro mundo está enfrente nuestro, intacto; y somos nosotros quienes cada día somos diferentes ya que vivimos en un constante cambio interno de sentimientos, pensamientos y emociones, entonces es nuestro desafío y deber el ingeniar como plasmar nuestros deseos e inquietudes en el medio, para poder así compartir, interactuar, crear, improvisar.
Es a la frescura cotidiana a la que yo llamo cultura, es ahí donde nace el arte.
[1] Nachmanovitch, Stephen: “Free Play: Improvisation in Life and Art”, Ed. Planeta, Arg. 1991, pag. 29.