Diversidad Cultural en Israel y Chile: Admiración y Vergüenza.

por CLAUDIA ABELIUK, Lic. En Artes Plásticas, U. Finis Terrae. Magíster en Gestión Cultural, U. del Desarrollo.

Las fronteras son geográficas, nacionales y simbólicas. Separan y distinguen a los países, pero también a las lenguas, las clases, los géneros y los individuos. Las fronteras también son «cruzadas», entonces se convierten en un espacio de encuentro con la alteridad. La palabra hebrea para inmigración (aliá) significa ascenso o una elevación espiritual, cruzar la frontera hacia Israel, supone entonces una búsqueda para enriquecer el alma, para encontrarse con d’os, por lo que debiese ser un camino para descubrirse a sí mismo en la diversidad de su creación.

Siempre  he pensado en Israel como un buen prototipo de la diversidad cultural, es el país del mundo con más inmigrantes per cápita. Ha sido capaz de constituirse a partir de diversas culturas y que más allá de problemas legales, políticos o religiosos, ha entendido que integrar esas culturas es un plus, un aporte para la identidad nacional que genera empoderamiento en sus ciudadanos, sentido de pertenencia y apego a la tierra. No por nada Israel clasificó 14to en el primer Reporte Mundial de Felicidad de las Naciones Unidas. Es el país con más museos, con la más alta producción de publicaciones científicas y la más alta publicación de nuevos libros en el mundo per cápita.  En 1965, UNESCO le dio a Israel el primer lugar por audiencia en teatro y en número anual de presentaciones. Estamos hablando de un país que está bajo constante tensión, una tierra de contrastes geográficos y cultura heterogénea y dinámica. Con una población de inmigrantes de 5 continentes y más de 100 países y culturas significantes como los árabes, rusos, etíopes y ortodoxos, cada uno con sus propias redes culturales, pero que en todos existe un factor común: una sociedad orientada a la familia con un fuerte sentido de comunidad.

En Jerusalén uno puede ver la otredad en persona; las tres grandes religiones en un mismo territorio,  múltiples fachadas con contenidos distintos, pero que en conjunto conforman un sólo paisaje. No soy experta en música, pero es como el Réquiem: miedo, odio, pasión, amor, tensión, sufrimiento, sublimación, emoción, todo junto en una misma línea con altos y bajos, ¿a caso no nos remueve profundamente esa melodía cada vez que la escuchamos y nos eriza la piel? Eso es la diversidad cultural de ser capaces de distinguir en lo diferente a nosotros mismos, ya sea a través del amor o el dolor.

Me parece que sería importante comprender lo que se ha construido culturalmente en Israel, yo lo veo reflejado en sus museos y en su actividad cultural. No basta erigir edificios para guardar cultura, es necesario saber movilizarla, enseñarla y hacer que nos toque las entrañas.

Hoy somos todos países multiculturales, y eso es algo de lo que hay que hacerse cargo, direccionándolo hacia acciones concretas que nos aporten como sociedad. Es común que en Chile sean los turistas quienes valoran más que los propios ciudadanos a sus pueblos originarios,  que sería de los mapuches, aymaras, onas, sin su mirada. Serían olvido.

Hace un tiempo atrás, vi un programa en la televisión acerca de los Mapuches en contraste con los Maoríes. Los neozelandeses entendieron que negociar con su pueblo indígena, integrándolos al parlamento, en los programas educacionales y otorgándoles un lugar esencial en la construcción de la identidad nacional,  daría buenos resultados. Así sucedió, fortalecieron la imagen país a nivel mundial y aún más importante la potenciaron en su interior, generando no sólo respeto sino también admiración de los ciudadanos no maoríes por su pueblo originario.

Me gustaría ver en Chile un recorrido, algo que nos haga “click” y logre vincularnos con su historia y su diversidad de personas.

En el pueblo judío, ésta ha sido la memoria colectiva: su historia, ritos, tradiciones, costumbres y religiosidad, que han logrado traspasar fronteras y ser adaptadas a las propias culturas en donde habitan. Si en Chile hiciésemos un ejercicio más potente de memoria, e integrásemos la diversidad de culturas que existen en nuestro territorio, fortaleceríamos nuestra identidad nacional y por ende nuestro espíritu chileno.

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