Locura y Derroche en Las Vegas.

por FELIPE BAYTELMAN, Ingeniero Civil. U. de Chile. MA en Educación, Stanford.

El ánimo de la mesa de Blackjack está arriba: la dealer es extremadamente guapa y su vertiginoso escote distrae tanto a hombres como a mujeres. Sobre la tarima tras la mesa, una bailarina regala sonrisas envueltas en los encajes de su ropa interior. La señora a mi izquierda, una gorda afroamericana, juega muy despreocupada, como si el dinero no fuese de ella. Y probablemente no lo es: es de algún marido que juega en alguna otra mesa, con alguna otra dealer y tras ella alguna otra bailarina.

El tipo a mi lado sabe lo que hace: juega, entra, sale, dobla, separa, pierde, gana, gana, pierde y gana nuevamente. Es mi primo, y está ganando todo lo que yo perdí, y más. Porque en Vegas, nada (ni el juego ni las fiestas) depende de la suerte.

Las Vegas no es una cosa de azar. Es all-in o busted: es una fórmula exacta que depende algo del clima y el calendario estadounidense, pero más que nada de ti, de tus amigos, tu dinero y el suyo. Son muchas las variables que pueden hacer de éste un fin de semana perfecto, o uno del terror.

Somos seis en la habitación. La fórmula dice “más es mejor” y más gente significa más trago, más riesgo, más desorden, más locura, más historias, más. Vinimos preparados para eso: packs de cervezas, cajas de redbull, una botella de pisco y varias de whiskey, speakers para el iPhone, y mucha, pero mucha predisposición a todo.

Y meter a estos seis solteros en una habitación para dos no fue fácil: Mi primo y yo manejamos desde LA, cinco horas en medio del desierto. Traemos los ilegales colchones que nos permitirán meter ese par extra de amigos a la pieza. Al registrarnos, el “Bellboy” trae su carro y, mientras carga algo de nuestro equipaje, mira asombrado a medida que lo sacamos del auto. El tema de los colchones llama la atención del manager, quien se acerca y con cara de “Esto no te va a salir gratis” nos pregunta “What is this?”. La imagen es bastante clara. Traer colchones extra significa una sola cosa: más gente de la registrada. Nuestra respuesta, clave: “Venimos a la conferencia de masaje: éstos son colchones terapéuticos”. Y safamos.

Vegas no es un lugar bueno, digo en términos de bondad. Vegas no tiene alma, es plástico puro, PVC.  Todo es falso. Y asimismo, uno no la puede juzgar como juzgaría una ciudad real: salvo uno que otro show, es directamente un lugar vacío, sin nutrientes, sin colesterol, sin grasa, sin proteínas, sin nada. Nada, salvo endulzantes y colorantes, sacarina sensorial, puro eye candy.

Pero desde una óptica superflua y de placer, Vegas es tremendamente efectiva. Es fantasía directo a la vena, rápidamente asimilable por nuestro organismo. Pronto se mezcla en el flujo sanguíneo de aquellos individuos que gozan de lo banal y ficticio, o incluso de aquellos que, culposamente, necesitan auto-permitirse una escapada anti-intelectual. Al quitarse las gafas de la autocrítica y la vergüenza ajena (“¡Yo jamás iría a un lugar así!”), soltando al mismo tiempo las riendas del consumismo, se convierte en un paraíso.

Esta no es mi primera vez. Ni la segunda, ni tampoco la última. Es cuarta vez que vengo. Se ha convertido en una especie de tradición familiar, una extraña tradición familiar. Vuelo a juntarme con mi primo en Los Angeles, manejamos hacia Nevada, dos o tres días y ya está: manejamos de vuelta y volvemos a la realidad. De todas estas veces, solo una ha sido cual película Hollywoodense: locura, suerte, días y noches memorables, días y noches sin memorias. Este fin de semana no fue de esos.

Una vez en la frecuencia correcta, hay muchas maneras de pasarlo bien en Vegas. Pero esta entretenciónmainstream se compra: No es gratis ni barata (especialmente si eres hombre y quieres salir de noche). Esto convierte la actitud en una pieza clave: estar preparado para gastar, y gastar sin pensarlo. Aún me pesa cuando me permito la sensación de dolor por pagar equis dólares por ese trago, o tanto para entrar rápido a ese club. Y es torpe, porque es lo que es. Haz como la gorda del Blackjack, y piensa que es plata ajena: sonríe y saca más.

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Un comentario

  1. Simpático el artículo pero absolutamente irrelevante.
    Muchos hemos estado en vegas y creo que podría haberse destacado lo que realmente es en esencia. Más allá de gastar plata (todos lo hacemos con desmesura en NY, Abu Dhabi, Londres, etc) la gracia son sus restaurantes, espectáculos, minas SUPER plásticas, hombres apelando al show off máximo, etc.

    Saludos y sigan mejorando el lvl¡

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