¿Qué es ser judío?

por DARIO SZTAJNSZRAJBER, Filósofo.

 

A la pregunta por lo judío antecede la pregunta por el ser. ¿Qué es ser judío, o más bien, hay un ser judío? Preguntar por lo judío exige abordar una vez más el ser, supone una cierta comprensión del ser, supone que el ser es comprensión. Lo judío es una condición ontológica, una facticidad que se va configurando en cada pregunta y que ofrece cada vez una respuesta diversa que no cierra.

La diversidad de formas de lo judío puede generar la sospecha de una presencia oculta del ser judío, en una nostalgia de un origen al que se intenta retornar. O bien, ser judío, por fuera de una metafísica de la presencia, es su darse en cada caso, es el disolverse en cada presencia que, lejos de la omnipresencia, hace que lo judío nunca adquiera una presencia definitiva.

Una condición ontológica significa que frente a toda definición de lo judío, aun se puede ejercer la pregunta. De este modo, toda definición de judaísmo no es más que una manifestación de ese ser judío que se nos asoma en la pregunta, detrás de cada respuesta, pero sustrayéndose a los límites. Definiciones que nunca terminan de definir ya que la puesta de fines provoca la evanescencia del ser…

Definir el judaísmo es tomar partido y no se puede no tomar partido, pero se puede creer que no se lo está tomando, esto es, se puede hacer pasar lo propio por lo único, lo singular por lo universal. Se puede querer hacer coincidir los propios límites con lo ilimitado, se puede condicionar al ser como incondicionado.

Se puede creer que lo judío es en esa anarquía, los modos diversos en que se presenta y se sigue transformando. Así, lo “único” se disuelve en cada uno de los “propios”, se desapropia y se extraña.

Si lo judío es una condición ontológica, entonces se viene presentando en cada aproximación, en cada relato, en cada momento de la historia. Acompaña cada presentación pero nunca se presenta, porque si se presentara, se cristalizaría en una definición que dejaría afuera sus otras posibles presentaciones. No hay definición de lo judío que pueda articular la totalidad de las formas en que lo judío es posible, y no la hay porque esa totalidad es imposible.

Lo judío es horizonte abierto, o más bien, es horizonte perdido, como ese loco que anunciando la muerte de Dios se preguntaba consternado: “¿quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte?” Pero el horizonte permanece, aunque borrado. Y la pregunta permanece, aunque sin respuesta. Y la angustia permanece, aunque irresoluble. En todo caso de lo que trata es de poder moverse más allá de las fijaciones, poniendo en cuestión el adentro y el afuera. Pedir prestada todo el tiempo la esponja para seguir borrando más horizontes. Hacerlos espectros. Hacerlos contingencias. Desmarcarse es un ejercicio constante que no alcanza ninguna marca. Es como un viaje que va elaborando puertos para seguir zarpando. Es como un exilio que va produciendo un origen que se pretende alcanzar, pero al que nunca se retorna. Es como un extranjero que cada tanto se apropia de un suelo para sentirse firme y con el tiempo marcha.

Toda definición de judaísmo, como toda definición, delimita el espacio de lo propio y de lo ajeno, individua, promueve lo idéntico por sobre lo diferente, lo apolíneo por sobre lo dionisíaco. Tal vez no se pueda no obrar de este modo, pero no es lo mismo idolatrar las definiciones que postularlas provisorias e inevitables, transgredibles y extrañadas. Tal vez no se pueda dejar de buscar certezas, pero otra cosa es que una supuesta certeza aniquile el sentido de la búsqueda.

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