4 formas para destruir a nuestra comunidad

por IGAL ROITMAN, Founder & CMO en Qompazz.com. Co Fundador Maguen Hador.

Podría dedicarme a escribir sobre aquella época que recordamos con nostalgia en que ir al Estadio Israelita era sinónimo de encontrarte con todos tus amigos. Podría escribir sobre los tiempos en que inscribir a tu hijo en un colegio judío era obvio, e incluso una buena decisión. En vez de eso, se me ocurrió una idea mucho mejor: Planificaré cómo destruir lo que queda de vida comunitaria en sólo 4 pasos.

1.- Identifícate con un título diferenciador del resto de la comunidad. Tal como “sionista”, “ortodoxo”, “gay”, “reformista”, “conservador”, “comunista”, “laico”, “sefaradí”, “ashkenazí” o el resto de la gran lista de etcéteras que seguramente te definen muchísimo mejor que simplemente “judío”, después de todo, para qué pertenecer a una minoría religiosa cuando puedes pertenecer a una minoría mucho más exclusiva y donde seguro llegarás a ser presidente por vocover.

Si quieres llevar esta estrategia a otro nivel, intenta identificar a los demás de esta misma forma. No olvides la frase del Dr Wayne Dyer, “Cuando juzgas a otro, no lo defines, te defines a ti mismo”.

2.- Tú eres la prioridad. Si choca tu propia conveniencia con la actividad comunitaria, piensa primero en ti, después de todo, si quedas pobre, anciano, enfermo, desprotegido o en cualquier estado de vulnerabilidad, la comunidad no se hará cargo de ti… ¿o sí? – Bueno, tal vez sí… pero eso ya está solucionado y tú no ganas nada dedicándote al resto. Siempre habrá alguien que se haga cargo, tú eres uno de muchos y no eres capaz de lograr ningún cambio relevante, después de todo, nuestra comunidad es gigante.

3.- Donde fueres, haz lo que vieres. Eso siempre ha resultado excelente a través de la historia, después de todo, tu apellido/ raza/ cultura/ religión/ antepasados no te delatan con el resto del mundo de que eres judío. Intenta que nadie se de cuenta de tu religión para que ojala tus hijos no tengan conciencia alguna de que son descendientes de gente que sobrevivió emprendiendo, trabajando y luchando por sus ideales. Que en tu día a día nada refleje tu condición de judío ya que podrían pensar que eres… judío, y nadie quiere eso. Persigue la asimilación, ya que es la única manera de sobrevivir como pueblo.

4.- Cállate. Cuando escuches a un judío hablar mal de otro, no abras la boca, después podría ponerse a hablar mal de ti. Si escuchas a un judío hablar mal de una sinagoga/comunidad a la que no asistes, apláudelo, quizás así la gente de esa comunidad se de cuenta de que son inferiores y comenzarán a ir a donde tú vas (lo que es bueno porque en tu comunidad tienen LA RAZÓN). Si escuchas a un judío hablar mal de toda una corriente judía, apórtale con más datos y agravantes, pues para desacreditar a una porción tan grande de nuestro pueblo se necesitan muchas manos, toda la ayuda es bienvenida.

Sé lo que están pensando: ¿cómo se me ocurrió un plan tan perfecto para destruir lo que queda de nuestra comunidad? muy simple: no se me ocurrió a mí, sino que es lo que hemos estado haciendo como comunidad desde hace ya algunos años. Hemos fragmentado a nuestra comunidad, nos hemos simplificado, nos hemos eximido de nuestras obligaciones comunitarias, nos hemos asimilado y lo más grave, nos hemos mantenido en silencio mientras somos testigos del desmoronamiento comunitario.

No quiero que se malentienda. Pienso que parte de la belleza natural de nuestro pueblo son los detalles diferenciadores, siempre y cuando mantengamos la perspectiva de que son detalles, y lo que nos une es mucho más grande que lo que nos separa. No podemos seguir cuestionándonos qué nos entrega la comunidad, porque eso nos lleva a un círculo vicioso donde nadie entrega y nadie recibe, mejor preguntémonos qué puedo entregar yo a la comunidad y entremos en el círculo virtuoso en el que todos entregamos y todos recibimos. No escondamos nuestra identidad para ser aceptados. Si no nos aceptamos a nosotros mismos ¿cómo podemos pedirle al resto que lo haga por nosotros? Por último y más importante, no nos discriminemos, ni a viva voz ni en silencio.

La parashá de la semana pasada fue Parashat Tazría, en la que se relata sobre una extraña enfermedad (Tzaráat) parecida a la lepra que contraía un judío que hacía Lashón Hará (hablar mal de otras personas). En un principio, se le llenaba la piel de ronchas, y si la persona continuaba pecando incluso la casa se llenaba de estas manchas.

Nuestros Sabios Z’’L explican que el Lashón Hará puede llevarse a cabo de dos formas indistintamente: Hablar negativamente de otros o escuchar a alguien hablar negativamente de los demás.

La cura para esta enfermedad era, primero que nada, dejar de hablar mal de otras personas, y en segunda instancia, la persona que contraía el Tzaráat debía vivir un tiempo aislado de los demás. Sin embargo, el daño causado a la casa por la exposición prolongada podía llegar a ser irreparable. Con esto, la Torah nos enseña que lo único que logramos hablando mal de nuestros hermanos es apartarnos unos de otros, y que si esto se transforma en hábito, estamos derrumbando el mismo entorno en el que vivimos.

Hoy en día no tenemos el Tzaráat para hacer evidente el pecado que se estaba cometiendo, lo que hace mucho más difícil tomar conciencia de lo negativo que resulta para nosotros, nuestras almas y nuestros hogares la exposición constante al Lashón Hará, sin embargo, si uno abre bien los ojos, podemos darnos cuenta de que cada vez más nos distanciamos unos de otros, y se derrumban nuestros hogares y nuestras comunidades. Aún estamos a tiempo para remediar esta situación sin necesidad de vivir apartados. No esperemos que se nos caiga el techo encima. Aprendamos a amar, no sólo nuestras similitudes, sino también nuestras diferencias.

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