¿Por qué los judíos en Chile no estudiamos a Hanna Arendt?

por MICHELLE HAFEMANN, Periodista, U. Diego Portales, Tesista de Magíster en Ciencia Política, U. de Chile

Esta semana se debía estrenar en Chile “Hanna Arendt”, de la alemana Margarethe Von Trotta, en el marco del 15° Festival de Cine Europeo, pero una falla técnica (la película llegó sólo con subtítulos en inglés) impidió que fuera proyectada. El filme es una aproximación biográfica al rol de cronista que cumplió la filósofa judeoalemana durante el juicio de Adolf Eichmann en Jerusalem, como reportera del proceso en contra del llamado “Arquitecto de la Solución Final” para el New Yorker, informe que se publicó en 1963, el mismo año en que se editó una versión más extensa del mismo bajo el título “Eichmann en Jerusalem”.

Yo tenía un gran entusiasmo por ver la película, principalmente por la admiración que siento por Hanna Arendt y el interés que me despierta la historia del nacionalsocialismo, pero por sobretodo porque llevo varios años preguntándome por qué no me hablaron nunca de ella. La primera vez que escuché su nombre fue después de que salí del colegio, mucho después. Me sorprendió, al acercarme a su obra, que en ninguno de los programas de educación judía que había cursado se le mencionara. Ni en el colegio, menos en la tnuá, tampoco en Majón Le Madrijim. Su nombre ocupa un lugar importante en la filosofía contemporánea, pero en mi educación judía no se le consideró.  Me imagino que en la de muchos más tampoco.

La obra “Eichmann en Jerusalem” de la autora, deja todo relativamente claro. El jerarca nazi había llegado a Israel después de haber sido secuestrado en Buenos Aires por el Mossad. La autora dice que para el entonces Primer Ministro de Israel, David Ben Gurión, la opción de enjuiciar a Eichmann en la capital de Israel era la única que garantizaba que hubiera justicia para los judíos, de que un Tribunal determinara la responsabilidad de uno de los ejecutores del  exterminio de la judería europea. Probablemente para muchos de los ciudadanos del nuevo estado y del mundo judío, igual.

En este trabajo, Hanna Arendt acuñó uno de los conceptos más populares de su autoría, “La Banalidad del Mal”. En este se resumía la idea de que Adolf Eichmann no había actuado como lo había hecho por un sentimiento antijudío, sino por entusiasmo personal, por ser eficiente. Para la autora, el objetivo final de Eichmann era ascender en la escala nazi, no eliminar a los judíos del mapa mundial. En su obra, Arendt se preocupa de dejar en claro que el funcionario nazi que se juzgaba en Jerusalem era responsable de su afán de ser un buen funcionario y no un antisemita. Esto le valió a Arendt ser tildada de filo nazi (acusación que encontraba precedente en el filósofo Friedrich Nietzche, creador del concepto “La voluntad de poder”, uno de los favoritos de los intelectuales nacional socialistas), de antisemita y un montón de otros apelativos descalificativos.

Sin embargo, lo que de seguro provocó la mayor cantidad de anticuerpos en la judería europea no fue el hecho de que Arendt no caracterizara a Eichmann como un psicópata antijudío, sino la serie de cuestionamientos que plantea la autora de “Eichmann en Jerusalem” sobre la participación de los propios judíos en el Holocausto. Sí, tal cual. Porque para la filósofa, el juicio contra Eichmann deja al descubierto, por una parte, las demasiado buenas relaciones que hasta la Solución Final sostenían ciertas autoridades de las comunidades judías europeas con los nazis, que les permitían –por ejemplo- participar de la toma de decisiones sobre cuántos judíos eran autorizados para salir de los países ocupados.

Por otra parte, Arendt pone el dedo en la llaga con su obra al criticar, repetidas veces, la dolorosa pasividad de buena parte de los judíos, que se condujeron tranquilamente y, salvo contadas excepciones, sin mayor resistencia a la muerte. “…la abyecta obediencia con que los judíos iban a la muerte –llegaban puntualmente a los puntos de embarque, por su propio pie, iban a los lugares en que debían ser ejecutados, cavaban sus propias tumbas, se desnudaban y dejaban ordenadamente apiladas sus ropas, y se tendían en el suelo uno al lado de otro para ser fusilados…”[1], señala la autora ya al comienzo del texto.

En lo personal, me falta mucho por leer y estudiar sobre Hanna Arendt y su obra para lograr formarme una opinión certera sobre su figura y rol en la tradición cultural judía. Ojalá, también, ver la película que intenta retratarla biográficamente. Sin embargo, ya con un acercamiento breve a su obra es fácil levantar una hipótesis sobre qué motivos podrían haber tenido mis profesores para no hablar de ella. Sin Hanna Arendt, era muchísimo más fácil explicar las cosas: el malo es el malo, el bueno es el bueno, nuestra historia es una historia épica, heroica. Con Hanna Arendt señalando nuestras zonas grises, las explicaciones se complican.

Para ver el tráiler de la película “Hanna Arendt” (subtítulos en inglés): http://www.youtube.com/watch?v=iFS44JpLmSc

Para descargar el libro “Eichmann en Jerusalem” en PDF: http://fadeweb.uncoma.edu.ar/carreras/materiasenelweb/abogacia/teoria_del_derecho_II/fichas/Arendt,%20Hannah%20-%20Eichmann%20en%20Jerusalen.pdf


[1] Arendt, Hannah. “Eichmann en Jerusalem”. DeBOLSI!LLO ediciones, tercera edición, enero de 2008. Pág. 26.

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4 comentarios

  1. Hola Michelle… buen tema, Hanna Arendt. No he leído el libro y pocas cosas de ella. Sin embargo, me animo a comentar lo siguiente:
    – el fenómeno de la «banalidad del mal» es real… existe… guardando las proporciones, es la falta de ética… y, como ejemplo, hace poco escuchamos a un candidato que ante emplazamientos éticos respondía «sólo seguí instrucciones del Directorio» (léase mis jefes).
    – en cuanto a las críticas contra los propios judíos sería más cauto… ya que, me parece, por ejemplo, se debe considerar el estado de desvalimiento en que estaban (sin ningún punto seguro desde donde afirmarse, «patria»)… ante quien en un momento tuvo «de rodillas» a Europa. O, por ejemplo, si lees «Sin destino», también te puedes formar una imagen más «desde adentro» de cómo pasaban las cosas (es mucho más fácil criticar desde afuera y sin estar en la situación).
    Me parece son temas que ameritan un debate profundo.
    Saludos!
    Andrés

  2. Realmente Hannah Arendt fue una destacada
    pensadora politica de muy alto nivel academico,
    lo cual en si la separa de la mayoria de los operadores politicos y comunitarios de mediano/bajo nivel intelectual (un ejemplo de su alto calibre conceptual es su libro fundamental
    «Los origenes del Totalitarismo»…..nada facil de comprender y asimilar a cabalidad.
    Adicionalmente, sus relaciones amorosas con el filosofo Martin Heidegger , sirvieron para desprestigiarla en los circulos judios ,y limitar su participacion e influencia en lo referente al debate general del holocausto , generalmente inmerso en un alto grado de emotividad .
    Para los mortales de carne y hueso…
    Hanna Arendt seguira siendo una figura emplematica , incomprendida en lo intelectual, y de dudosa moralidad en lo personal .

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