Discriminación, ¿cómo andamos por casa?

por LEON VALDES, Ingeniero Civil Industrial, U. de Chile. Est. Ph.D en Gestión de Operaciones, MIT, EE.UU.

A raíz del reciente episodio de Murdock y su “chiste de mal gusto” (término que de por sí es de mal gusto, por cuanto minimiza lo sucedido), son muchos los temas que podrían ser, y han sido, abordados. Uno de los más lamentables, en mi opinión, es la rapidez con que se nos recordó el grado de antisemitismo que existe en nuestro país; no por el hecho en sí, sino por los comentarios que al respecto podían leerse en medios de comunicación y redes sociales en los días que siguieron.

Sin embargo, me gustaría referirme a la reacción que tuvimos como Comunidad Judía y a algunas de las implicancias que ésta tiene, o debiese tener, en nosotros mismos. Apenas ocurrido lo de Murdock, la Comunidad respondió rápida y, a mi parecer, correctamente. El contenido antisemita de la rutina en el programa de Chilevisión ameritaba una reacción clara y vehemente; hay cosas con las que simplemente no se bromea, especialmente tras lo que años de historia nos han enseñado.

Pero la reacción de la Comunidad nos deja un mensaje y, más concretamente, un llamado a ser consecuentes. Sólo horas después de la rutina de Murdock, me tocó ver en Facebook comentarios que se preguntaban si una “broma” de ese tipo, pero respecto de Derechos Humanos en Chile, habría pasado el filtro de edición de Chilevisión, o sería considerada una broma. En cierta medida, me parece un punto válido, en el sentido de que probablemente la respuesta es que no; hay más generalizaciones y discriminación que buena parte de los chilenos acepta cuando se trata de los judíos, sea de forma consciente o inconsciente, que cuando se trata de otros temas.

Lo que me chocó y molestó respecto de ese tipo de comentarios (no con respecto a quienes los emitieron) es que, precisamente, bromas de esa naturaleza no están completamente ausentes en nuestra Comunidad. Como joven judío me tocó más de una vez escuchar bromas discriminatorias en contra de homosexuales, indígenas y, especialmente, pobres, en este último caso disfrazado muchas veces de un rechazo a lo peyorativamente llamado “flaite”. Y para qué hablar del ejemplo del párrafo anterior; bromas respecto de lo sucedido durante la dictadura en Chile tampoco faltaban.

Seguramente, muchos de los que lean esto pensarán lo mismo que en aquel entonces pensaban quienes emitían dichos comentarios: que son sólo bromas, y que son cosas completamente distintas; que no se pueden comparar bromas de ese tipo con bromas con trasfondo antisemita. Sin embargo, y aunque la magnitud pueda diferir, la discriminación contra homosexuales llevó durante siglos a violencia y prisión; la visión de los indígenas como una raza inferior llevó a su casi total exterminio; y en Chile la persecución, tortura y desaparición de opositores llegó a niveles que refutan cualquier intento de calificar lo sucedido como una guerra entre dos bandos (como algunos todavía insisten), con campos de tortura y asesinato de niños y mujeres embarazadas.

Ya es hora que nos demos cuenta de que no podemos pedir del resto de la sociedad lo que nosotros mismos no respetamos. La correcta reacción que tuvimos como Comunidad frente a Murdock es la que debiésemos tener también, a nivel individual y como miembros de la Comunidad Judía, frente a cualquier intento de minimizar comentarios discriminatorios y disfrazarlos de bromas. Y por supuesto, menos aun podemos ser nosotros quienes caigamos en lo que tanto atacamos, con justa razón, cuando la respuesta que se nos da es que “es solo una broma…”.

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