Una superhéroe fashionista

por PAULA CALDERON, Periodista, U. Portales. Máster en Filosofía, U. de Chile.

 

Hace algunos días comencé a leer Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay, de Michael Chabon, uno de mis escritores favoritos junto con Philip Roth (cuando eres judía los escritores con tu mismo origen suben demasiado rápido en tu ranking personal). Lo compré justo después de saber que se había reeditado en Chile El sindicato de policía yiddish, que al parecer va a ser adaptado al cine por los hermanos Cohen.

Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay cuentan la vida de Joe Kavalier, un joven artista judío que consigue escapar de la Praga ocupada por los nazis, para instalarse en Nueva York con su primo Sammy Clay. Juntos logran crear un cómic increíble cuyo superhéroe viaja ni más ni menos que hasta Europa para enfrentar al más terrible de los archienemigos: Adolf Hitler.

En este libro queda absolutamente claro que Michael Chabon es un verdadero fanático de los cómics. De hecho, él también participó en la redacción del guión del Hombre Araña 2. ¿Será entonces Spiderman judío?, ¿por eso lo persiguen tanto?, ¿detrás de su arácnida vestimenta se encontrará un hombre 100% kosher?, ¿será pariente de Kavalier y Clay?

Estas preguntas no me dejaron tranquila por varios días, sobre todo porque me hicieron cuestionar mi verdadera identidad: ¿quién soy cuando estoy en el trabajo y en quién me convierto en la soledad? Después de guglear demasiado por internet encontré la respuesta que tanto buscaba: si yo fuera una superhéroe sería como Matzá Woman, y si tuviera enemigas, estás serían las JAP.

Matzá Woman es genial. Adquirió sus poderes después de comer una matzá radiactiva calentada en un horno microondas. Entre sus facultades están el volar, hacerse invisible y tener visión de rayos X. Al igual que ella, yo no sería del equipo de la Mujer Maravilla, la Chica Halcón o Batwoman. Sino que junto a Driedel Maidel, Maguen David y la Reina Shabat formaría parte del Cuerpo de los Superhéroes Judíos, creado por Alan Oirich, una especie de La Liga de la Justicia Americana pero kosher.

Pero lamentablemente la Mujer Matzá no es invencible: no puede pasar más de 18 minutos bajo el agua. ¡Santo Moisés!. Al igual que ella yo también tengo mi debilidad: estar cerca de las JAP. ¿Quiénes son ellas? El disfraz de las Jewish American Princess da miedo de verdad: cabellera rubia platinada, casi nunca natural; cartera y zapatos Louis Vuitton; nariz operada, cero fracturada; cadena gruesa de oro en el cuello; jeans y poleras ajustadas, compradas en algún mall de Miami, o al menos eso te dicen. Una sonrisa blanca perfecta, que te encandila y te paraliza de verdad. Una careta ultra poderosa que las convierte en chicas mimadas, vanidosas, manipuladoras, narcisistas, autoritarias, superficiales y sumamente materialistas.

Se trata de un estereotipo que ya fue detectado por  los escritores gringos de la postguerra, entre los que se encontraban el gran  Philip Roth y que ha sido potenciado por comediantes como Sarah Silverman en el siglo XXI.

Pero, ¿no tengo ya suficientes problemas como para preocuparme por las pelolais de mi colonia?, ¿no tendría que dejar de imitar a Joan River, en su programa Fashion Police, en el que mezcla comentarios descabellados sobre su judeidad con críticas de moda y estilo?, ¿no debería terminar con mi mirada fashionista y parar de mezclar a escritores judíos con el look de las JAP y las superhéroes kosher?

 

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