Las Benévolas

por YAL TAHA, Médico, U. Mayor.

 

I Parte: La Ética

Los actos relevantes en la vida son lo que son, lo que se ve, lo que se siente de manera objetiva, por muy abstracta que pueda ser la percepción o juicio hecho por cada espectador desde afuera. Son actos principalmente, no ideas intangibles e inmateriales que quedan aisladas en la recóndita memoria de cada uno y que se llevan a la tumba sin concretarse en realidad.

Yo puedo creer,  incluso afirmar que mis intenciones son moralmente intachables, de un altísimo nivel espiritual, pero en el momento de actuar y ver la estela que dejo atrás, como influyo en mi mundo externo, y no solo en el imaginario personal en el que yo me enarbolo, debo ver mis actos como hechos, no solo como intenciones que pudieron haber sido.

En la antigua Grecia y cultura Helénica, importante en el desarrollo y difusión de la ética y cívica de la sociedad actual, lo principal era esto: los simples hechos, lo que construye realidad. Desconozco si esto fue una influencia externa, pero intuyo que fue un traspaso del medio oriente por parte de la cultura Hebrea y Babilónica, tal vez más antigua.

Los actos son el núcleo del futuro, todo lo ocurrido proviene de una semilla previa, un ir y devenir de cometidos y consecuencias tangibles. Así se juzga a cada ser, no solo por sus elucubraciones místicas o intenciones inconclusas. Se juzga a Orestes por asesinar a su madre en defensa del honor al haber matado ella a su padre, no solo por el hecho ilícito de matar, ya que en esta sociedad era moralmente aceptable luchar por el honor propio y el de la familia. Aunque sus intenciones fuesen concordantes con la ética del tiempo, los juicios recayeron sobre él. Las Erinias, llamadas Benévolas eufemísticamente para no despertar su furia al pronunciar sus verdaderos nombres, entidades previas a la creación de los dioses, toman los juicios en sus propias manos y lo persiguen despiadadamente hasta lograr enloquecerlo y buscar su muerte, independiente de las circunstancias que lo llevaron a este parricidio.

El rey Edipo tiene su parte al sufrir tortuosamente al matar a su padre y casarse y yacer con su madre, aunque él lo encontrase moralmente repudiable, culminando en una vida miserable, al sacarse sus ojos y viviendo de la misericordia al amparo del crudo devenir en un santuario dedicado a las Benévolas.

Es una tragedia ya que sus actos lo condenaron independiente a que su ética personal o su mundo interno hubiesen frenado tales hechos. Sin conocimiento, sin libre albedrío, era a pesar de todo culpable. Es una tragedia ya que nos obliga a ponernos en su caso y reconocer que tal vez uno hubiera actuado de la misma manera, o incluso reconocer para mis adentros que yo hubiera actuado con mayor indignidad, con menor valentía.

Con el tiempo, esta intransigencia se vio modulada, sopesando  los actos con el mundo interno, la intencionalidad, la capacidad de decisión, el libre albedrío y la emocionalidad de cada ser en sus actos. Así se va desbaratando la rígida filosofía Socrática con el mundo Platónico en que se toma en cuenta que no todo en lo vivencial es lo evidente y lo realizado, también hay un mundo oculto en el cielo y en las mentes de cada persona, en su conexión con los cielos y sus lamentos hacia los dioses. Las leyes se van tornando desde Roma en adelante en constructos sociales discutibles, interpretables y diversos, una amalgama entre el hecho y el sentido.

Sin lugar a dudas podemos encontrar ejemplos más antiguos que estos en la cultura judía, oral y escrita, como los lamentos del rey David al asesinar a Urías para tomar a Betsabé como esposa y su acto de expiación frente a D’os con lágrimas de plata, o la diferencia en que D’os juzga a unos y a otros con respecto a su nivel espiritual, evidente por ejemplo al negársele la entrada a la tierra de Israel a Moshé tras golpear y no hablarle a la roca para que de ella brotara agua. Las leyes judías también se volcaron al parecer de lo más rígido y consecuente con lo más interpretativo y mutable de la convivencia humana. Al parecer, la caída del Templo, los jueces y el Sanedrín tienen un efecto humanizador en la cultura judía, tomando en cuenta que la ley es interpretación, que existen diversos niveles de interpretación y que muchas veces estos pueden dar frutos diferentes pero no necesariamente son antagónicos.

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