Judaísmo y Modernidad
por SIMÓN YACHER, Est. Ingeniería Comercial, U. Adolfo Ibáñez.
Uno de los problemas más importantes y discutidos por los judíos es aquel de la asimilación: ¿cómo mantener la identidad judía en la diáspora? Sin embargo, creo que este no es el único dilema que es relevante para los judíos. Si vamos más a fondo, hay que preguntarse primero si es compatible ser judío y vivir en un mundo moderno.
La palabra modernidad se utiliza mucho. Con ella, me refiero al cambio desde una sociedad basada fundamentalmente en la tradición y la religión, a una basada en la razón y la racionalidad, y junto a ello, la secularización y la industrialización. El desapego a lo religioso y la moral rígida, junto con el surgimiento de la noción de ciudadano, entre otras cosas, conllevaron a un contexto universal, al menos en occidente, de pluralismo valórico y cultural, hoy día exacerbado a través del fenómeno de la globalización.
Es imposible no ver la tensión, e incluso la contradicción que existe entre el judaísmo y la modernidad. Son necesariamente incompatibles, pues ¿cómo se espera que una identidad étnico-religiosa, que tiene sus orígenes en las creencias de una tribu nómada del medio oriente, sobreviva en mundo en el que impera la racionalidad técnica, un espacio público laico, y tecnologías de la información que van disolviendo las barreras nacionales y lingüísticas?
El choque es innegable; la tensión existe y es significante, pero hay muchísimo más al asunto, pues ignora las deficiencias que tiene la modernidad a la hora de entregarnos ciertas necesidades humanas. El judaísmo da una base estable de valores, así como un sentido de comunidad, y una rica tradición cultural. Sirve como ancla para un mundo en el que, como lo caracterizó Marx, “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Le da un sentido a la vida, en el plano individual y colectivo, que trasciende los cambios perpetuos que confunden y desorientan.
Pero yendo más lejos, hay incluso mayor complejidad en el asunto. En ciertos aspectos, ser judío sí puede ser compatible con un mundo moderno. La diáspora hace rato nos hizo cosmopolitas y pluralistas, conociendo ya la diversidad al interior de nuestro pueblo. Nuestra herencia de persecuciones y huidas de cierta manera nos ha preparado contra la volatilidad y la incertidumbre. Ser judío es algo dinámico, algo que exige flexibilidad y adaptabilidad.
Si la identidad judía perdura o no, depende parcialmente sobre cómo se plantean y consideran las contradicciones, complementariedades y compatibilidades entre nuestras tradiciones y el mundo cambiante en el que vivimos.