La crisis de lo femenino y la próxima revolución masculina

por ILAN LIBEDINSKY, Est. Psicología, U. del Pacífico.

“Lo más hermoso del hombre viril es algo femenino; lo más hermoso de la mujer femenina es algo masculino”, Susan Sontag.

A grandes rasgos, los arquetipos son modelos de conductas que se encuentran en todos los seres humanos, formas delimitadas de como percibimos al mundo y lo significamos. Los arquetipos se manifiestan y se hacen palpables a través de los mitos, sueños y fantasías. El arquetipo del ánima (Jung) se encuentra presente en los hombres y el arquetipo del ánimus en las mujeres.

El ánima es la personificación de aquella parte de la psique esencialmente femenina, la cual nos vincula con el inconsciente, la intuición y las emociones. Se encuentra simbolizado por la Luna y el Agua. También se encuentra vinculada con la materia, es decir la Tierra (Mater Terra o Gaia) y el cuerpo –todo cuerpo es cuerpo sexuado. Por regla general, los hombres proyectan este aspecto femenino de su psique en las mujeres. Mientras el hombre no logre hacerse consciente de sus proyecciones del ánima en la mujer, nunca va a poder reconocer aquel potencial como propio e integrarlo.

Animus es el arquetipo masculino en la psique de las mujeres. Está vinculado con el ego, la voluntad, la independencia, la razón o logos. Se encuentra simbolizado por el Sol o Fuego. Tanto hombre como mujer contienen en sí lo femenino y lo masculino, pero mientras se encuentren inconscientes estos opuestos en uno, se escinden, amputan y son proyectados en el sexo opuesto. Usando este lente quiero mirar al hombre de hoy en día, un hombre que desde mi punto de vista se encuentra quebrado, automutilado, solo.

Por milenios, ha predominado un régimen patriarcal sobre el mundo, en donde la mujer ha sido violada y maltratada. Aquella herida continúa siendo heredada, y a pesar que hoy en día se ha avanzado una enormidad en los derechos de las mujeres, sigue habiendo una idea de superioridad masculina sobre lo femenino. El hombre trata a la mujer como un objeto sexual o como un espejo en donde busca ser aprobado, admirado y aplaudido. De una u otra forma, la mujer se ve rebajada a la condición de objeto. Siguiendo las palabras de Martín Buber, no hemos sido capaces de ver a la mujer como un auténtico Tú, válido y perfecto, sino como un Ello al cual explotamos para saciar nuestra hambre.

El trato que mantenemos con la mujer es una proyección de cómo tratamos a La Mujer, nuestra mujer interior. Si tratamos a la mujer como un objeto, invalidando su humanidad, caricaturizándola como alguien “sensible y dependiente”, estamos en realidad negando nuestras emociones, nuestro inconsciente, nuestro cuerpo y sexualidad, y sobretodo nuestra intuición. Negamos nuestras emociones, en dejando a la razón como la única ruta que nos muestra la “verdad”, y todo otro instrumento es inválido, dejando al olvido los sentimientos y fantasías. Negamos nuestra sexualidad, transformándola en un objeto de intercambio, totalmente explotado y vaciado de contenido, rechazando y encegueciéndonos del hecho que somos una danza entre ambos polos. Negamos nuestra intuición, impidiendo contactarnos con dimensiones trascendentes, y por otro lado, perdiendo la confianza en nuestro potencial interno, dudando constantemente de uno mismo. Tomando el nexo que hay entre la femineidad y la Tierra, vemos que el desastre ecológico de hoy en día es otro reflejo del trato del hombre hacia la mujer, o mejor dicho, de lo masculino hacia lo femenino: la naturaleza es tratada como un objeto al cual explotamos para saciar nuestras necesidades. No nos enriquecemos con la naturaleza, sólo la usamos –úsese la palabra naturaleza, mujer o sexo.

Cada femicidio es un asesinato a las propias emociones, un asesinato a la propia sexualidad, un asesinato a la propia espiritualidad y un asesinato a la naturaleza. La crisis mundial ecológica y del hambre; la crisis de los valores humanos reflejada en guerras y en una apatía generalizada, es una y misma crisis: la crisis de lo femenino.

Hace 50 años atrás comenzó la revolución feminista (no es coincidencia que en esa misma época el hombre pisó la Luna), en donde las mujeres exigieron mayor igualdad respecto a los hombres, es decir, reclamaron sus derechos masculinos: independencia y voluntad sobre su propia vida; ingresar a los círculos intelectuales (recordemos a Simone de Beauvoir) y  laborales; poder ser parte del mundo competitivo de hoy en día y ser reconocidas profesionalmente. La revolución feminista fue el comienzo de la activación del potencial masculino o ánimus en las mujeres. Esta es precisamente una de las críticas a dicho movimiento, el cual en esta realización de su ánimus, muchas veces la mujer ha relegado su femineidad; sin embargo, tal desequilibrio es nimio comparado al del hombre masculino, quien además es quien comanda hoy el gran porcentaje del poder mundial sobre la humanidad (político, científico, económico y religioso), por ende, su influencia es inconmensurablemente mayor.

Las mujeres han sacado la voz de su ánimus, sanando progresivamente aquella herida milenaria que el hombre ha impuesto sobre ella (es cosa de comparar a la mujer de 100 años atrás con la de hoy). Por otro lado, cada vez más los hombres van reconociendo su dimensión femenina, y muchas mujeres pueden dar fe de aquello en la intimidad, sin embargo, puertas afuera el silencio es generalizado: hace falta que el hombre saque la voz de su ánima.

Pronto va a ser necesaria una segunda revolución, una masculina, donde los hombres exijan sus derechos femeninos. En esta revolución, el hombre no solo va a exigir poder ingresar a las labores que antes estaban relegadas solamente a mujeres (la crianza o las labores del hogar), sino también exigir el derecho que tiene el hombre a sentir y ser vulnerable; renunciar a esta continua lucha y competencia por casi cualquier cosa y poder mostrarse como realmente es, sin esperar la aprobación de la mujer o el éxito social; exigir el derecho a poder equivocarse y aprender de los errores, sin ser castigado por éstos. Una revolución masculina en donde se tome consciencia del ánima que habita en cada hombre, y así éste poder mostrarse en su más completa desnudez, reconociéndose como perfecto y perfecta.

Cambiar el énfasis del hacer, al ser. Así esta sociedad tan inclinada a lo masculino –individualismo, racionalismo, competencia, productividad y consumismo− va a poder equilibrarse con lo femenino, recordando la importancia de las artes y estética, de los valores humanos (tales como la cooperación, aceptación y expresión), de los sentimientos (o de las “habilidades blandas” que tanto les gusta hablar a los empresarios como si fuese el descubrimiento de un territorio desconocido listo para ser explotado), de la amistad (pudiendo por fin romper el mito de que “las amistades entre ambos sexos no es posible”) y de la espiritualidad (distinto a religión, organizaciones principalmente patriarcales que muchas veces monopolizan la verdad, restringiendo la conexión espiritual de la gente más que promoviéndola).

Luego de miles de años en esta guerra de géneros, es hora que el Hombre y la Mujer se abracen y reconozcan su mutua admiración y proclamen: “en nosotros habitan ambos sexos del espíritu”.

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4 comentarios

  1. excelente columna, muchas gracias!! es de especial lucidez ver como el trato a las mujeres en la sociedad contemporánea refleja también el grado de supreción de los valores y emociones asociados a «lo femenino» tanto en hombres como mujeres.

  2. Ya decía Simone de Beauvoir: “Me parecía que la tierra no hubiera sido habitable si no hubiese tenido a nadie a quien admirar”…muy buena columna, con gran conciencia de lo que ha sucedido históricamente con las mujeres y sobre todo, con lo que está saliendo a relucir en el terreno de los hombres. Me sumo al comentario anterior. Agradecida de la lucidez para con ambas partes y agradecida personalmente de tener a un compañero que constantemente me hace vivir la danza entre ambos polos.

  3. Bien por los Libedinsky. Buena columna tambien.

    Mi pregunta – que quizas hace referencia al articulo de mas arriba – es esta una idea original? En quien te basaste para llegar a la idea de una revolucion masculina rescatando lo femenino? En cualquier caso kol hakavod!

    1. El concepto de ánima y ánimus es de la teoria de los arquetipos e inconsciente colectivo de C.G. Jung. Entonces aplique como funcionan los arquetipos, la dinamica de éstos, en especial el arquetipo del ánima, para hacer una lectura del hombre hacia la mujer de hoy. De esa forma me di cuenta del problema de hoy y su posible solución basandome en la historia. Me parece que desde la revolucion feminista, nos encontramos en un proceso en que tanto hombre como mujer tienen que desarrollar ambos polos en sí mismos. Hoy en dia me parece que nos encontramos en esa transición bastante caotica, sin que sepamos muy bien hacia donde ir, decantando inevitablemente en una revolucion masculina, creo yo, o en la autodestrucción de la humanidad. La verdad desconozco si otras personas han hablado de una revolución masculina, lo ignoro, tampoco lo he investigado, así que no sabria decirte al respecto.

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