El tiempo del gran olvido

por ANNIE BERGSTEIN, Est. Psicología, U. del Desarrollo.

 

La astrología y el estudio del cielo son tan antiguos como las civilizaciones. Con el pasar del tiempo, la búsqueda de nuestro origen ha ido alimentándose de diversas teorías, sin embargo, los hombres en su búsqueda han sentido siempre una profunda atracción por el cielo, los mitos, el cosmos y por sobre todo, la energía. No hay que ser un científico loco para saber que todo comenzó con un simple átomo.

Los egipcios basaban muchas de sus explicaciones a la vida en la astrología y la energía, derivando de ello los dioses a los cuales rendían cuentas de sus actos y pecados, como Ra (el sol), dios supremo y emperador del cielo y origen de la vida. Por otro lado, los mayas eran conscientes del gran ciclo astrológico, logrando desarrollar complejos calendarios en los cuales basaban su destino, misión de vida y predicciones.

En cuanto a estas predicciones, para nuestros tiempos actuales visualizaron que la humanidad perdería la conciencia clara de sí misma y de su verdadero deber con la naturaleza, denominándolo “el tiempo del gran olvido”; convirtiéndose el ego y la dominación en la ambición predominante del mundo civilizado. También pronosticó nuestra acelerada sociedad movida por la tecnología, y como consecuencia de ésta, el gran daño en el desarrollo humano provocado por el intento de lograr una interpretación de mundo colectiva.

Es penoso ver como todo se ha ido cumpliendo al pie de la letra, siendo incapaces de preocuparnos por el otro, viendo como la naturaleza va perdiendo vida día a día, y olvidándonos de esta tan fundamental energía que nos mueve a nosotros y a todo el universo que nos rodea. En vez de atrevernos a innovar en grande y comenzar a interpretar las cosas de diferente manera, cuestionándolas y dudando de todo, somos cómodos y desinteresados por el mundo, teniendo claro que éste se desmorona poco a poco y aun así no haciendo nada. Nuestros antepasados, bien no tuvieron la “suerte” de vivir con tanta tecnología y cercanía interconectada, pudieron disfrutar más de un simple respiro con aire puro, frondosa naturaleza y alegrías simples como estar con la familia.

En la actualidad, quedamos atrasados en aportes que realmente valgan la pena. Si como un aporte se cuenta que la política no descansa y la tecnología va casi a la velocidad de la luz, no hay mucho que rescatar en cuanto al fin que eso va a traerles a nuestros descendientes en el futuro. La responsabilidad de cambiar (incluso estando en desacuerdo) la dejamos en manos de los presidentes o autoridades y todo se convierte en un orden social establecido en el cual se debe obedecer a decisiones dadas.

Fatalmente, la humanidad se aleja cada vez más de su origen, preocupándose cada vez más de los detalles banales de las cosas, en vez de recordar que todo en un comienzo no fue más que energía, y hoy en día estamos inmersos en esta misma, sólo que disfrazada de distintas maneras y diferentes tamaños. Mientras más negamos nuestras obligaciones y responsabilidades con la naturaleza y nos alejamos de las cosas simples que nos brinda esa energía, más nos alejamos de la sabiduría y el conocimiento de nuestro propio origen.

Si la humanidad desea evolucionar y salvarse a sí misma de la autodestrucción, deberá volver el tiempo de la era natural, sin egoísmos, donde se vivía con menos y se apreciaba mucho más.

 

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