El Auténtico Revolucionario

por ALEJANDRO BEREZIN, Est. Ingeniería Comercial, U. Adolfo Ibáñez.

 

La hazaña del pueblo judío de la liberación de Egipto y la senda por el desierto por 40 años para poder llegar al fin a la tierra de Israel es un ejemplo del revolucionario, de esa persona que con convicción, ideas claras y coraje es capaz de movilizar a su gente y guiarlos en un proceso de cambio que los lleve a algo mejor, a una nueva realidad, a un nuevo paradigma.

Moisés guió a su pueblo en una extensa travesía por un ambiente hostil hacia la tierra prometida. Como cualquier revolucionario, se le cuestionó y supo ejercer su liderazgo para restablecer su credibilidad. Sin embargo, Moisés tiene una significativa diferencia: en esta historia, el revolucionario no vive su revolución.

El relato nos cuenta que nadie que haya vivido la esclavitud podrá entrar a la tierra prometida, es por eso que transcurre el largo periodo de tiempo para que todos los esclavos mueran, y solo la nueva generación disfrute de la tierra de leche y miel. Por lo mismo, Moisés no podrá entrar, quedando fuera de su gran hazaña, sin gozar de los beneficios del cambio que propicia.

¿Es viable una revolución si no se vive de esta forma, si el revolucionario no está dispuesto a darlo todo por su pueblo? Las experiencias revolucionarias del siglo XX evidencian que después de vivir un proceso de cambio de sistema, la figura de este líder revolucionario se ve obstruida por un ansia de poder inevitable, que solo desencadenó en el fracaso.

El hombre no hace otra cosa que reproducir las estructuras que lo rodean. Pero si generáramos un cambio radical en la sociedad y viviéramos un proceso de transición que permitiera un cambio de generación, quizás estos cambios puedan perdurar pues no habrá quien emule el pasado ya que no lo habrán vivido.

Soy un convencido de que al mundo de hoy hay mucho que cambiarle, de que es necesaria una transformación total a nuestros sistemas y estructuras, y estoy dispuesto a dedicar mi vida a buscar formas de que generaciones que vienen no sigan con esta cadena de individualismo, egoísmo, falta de empatía y competencia.

El revolucionario auténtico deberá plantearse como un ser completamente altruista, dispuesto a dar la vida por un nuevo mundo, pero tal como Moisés, deberá estar dispuesto a cederle el goce de vivir en esta inédita realidad a una nueva generación, llena de nuevas aspiraciones y ganas de vivir en un mundo más igualitario, activista, ideológico y libre.

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