Egipto, mucha sangre derramada y poca democracia

por NICO RIETHMÜLLER, Lic. En Sociología, U. de Chile. MA en Resolución de Conflictos y Mediación, U. de Tel Aviv. Director El Diario Judío.

 

A pesar de ser una de las culturas más antiguas del mundo, el pueblo egipcio todavía no ha sido capaz de desarrollar una tradición democrática. Lo anterior llama aún más la atención cuando revisamos la historia y vemos que Egipto fue un Protectorado británico mucho antes que cualquier otra región del derrumbado Imperio Turco Otomano. ¿Cómo es que la fuerte influencia británica y francesa, que trajeron al país una profunda occidentalización en su política, economía, legalidad, e incluso en introducir la noción de nacionalismo y de reconocerse como distintos frente al resto del mundo árabe, no pudo desarrollar un sistema democrático?

Los más despectivos e ignorantes plantean que la cultura árabe y lo democrático son conceptos antagónicos, como si la cultura occidental fuera siempre sinónimo de un comportamiento civilizado, del diálogo y el entendimiento. Pero por otro lado, la colonización y el imperialismo del mundo entero por ese lado occidental, en el largo plazo construyeron toda la inestabilidad política y económica que caracteriza al tercer mundo, entrampado en los intereses de no solo las grandes naciones de la modernidad, sino también ahora de las grandes transnacionales de la postmodernidad.

El glorioso pasado faraónico en Egipto recobra importancia precisamente cuando la nueva noción de nacionalismo busca separar al egipcio del resto del pueblo árabe, lo que desembocará en la implantación del Rey Faruk en 1924. Pero esta incipiente monarquía egipcia no logró desarrollar un sistema político duradero, y en 1952 el pueblo egipcio llevará a cabo su principal revolución del siglo XX. Si bien la revolución fue patrocinada por todos los actores sociales contrarios al régimen monárquico (osea, todos), la figura del nuevo “Presidente” Nasser será la bandera no solo de un nuevo gobierno de carácter secular, sino la imagen del panarabismo en Medio Oriente, volviendo a cobrar fuerza la concepción de una sola y gran nación árabe, pero esta vez dejando todo atisbo religioso de lado.

La Hermandad Musulmana, fundada a principios del siglo XX, si bien fue un actor activo en el derrocamiento de la monarquía egipcia, no solo será dejada de lado en el nuevo gobierno secular del presidente Nasser, sino que además será brutalmente perseguida, encarcelada y torturada. Sayyid Qutb, uno de sus principales ideólogos quien viajará a EE.UU y no soportará más de un año al ver tanta banalidad, consumismo y superficialidad, regresará a su país con la fuerte convicción de combatir cualquier influencia occidental para erradicar el salvajismo del mundo árabe, y promover el importante rol de una vanguardia profundamente arraigada en un comportamiento islámico intachable y rígido. Si el ideólogo judío Strauss responde la pregunta de cómo mantenemos una sociedad cohesionada con el mito de la nación, donde sus discípulos, los futuros y principales exponentes de la derecha conservadora norteamericana, aprendieron a inventar enemigos externos (bajo instituciones tan paranoicas como el Comité del Peligro Actual), Qutb responde la misma pregunta con la religión: el Islam será la forma de mantener cohesionada la sociedad del mundo árabe.

Pero al poco tiempo de Nasser asumir el poder, Qutb es preso y torturado, y como todas las ideas de quien fuera atormentado por años, sus ideas se radicalizan en prisión, y si los líderes están siendo influenciados y corrompidos por Occidente, es nuestro deber como musulmanes eliminarlos para liberar a nuestro pueblo. La imagen de este líder será Sadat, el sucesor de Nasser y continuador del proyecto del panarabismo en el Medio Oriente, proyecto que contradictoriamente desembocó en el retorno más rígido del panislamismo con la Revolución Islámica de Irán en 1979. Cuando vuelve el Ayatola y se expulsa al Shá (que por muy occidental que queremos creer que fue, de igual manera fue un dictador totalitario, déspota y asesino), mientras el mundo musulmán celebraba este triunfo, será el mismo “Presidente” Sadat quién aparezca en televisión condenando dicho levantamiento, alegando que la Revolución Islámica no tiene nada de islámica.

Qutb muere en prisión en 1966, un 29 de agosto, y al día siguiente su sucesor Zawahiri tomará el control ideológico de la Hermandad, y más adelante, la planificación del futuro atentado que cobrará la vida de Sadat. Si bien como judíos, explicamos fácilmente el atentado a Sadat por la firma del Tratado de Paz entre Egipto e Israel, primer país árabe y primer traidor/visionario, cuando se publica el comunicado oficial, el tratado no será ni de las primeras 10 razones, bastaba la corrupción ideológica, la occidentalización y las acusaciones de cuentas bancarias en Suiza para terminar con la vida del presidente. Pero esa tarde de 1982, cuando en plena parada militar un par de militares caminaron hacia las autoridades para asesinar con numerosas balas exclusivamente al presidente, frente al plan de la Hermandad Musulmana de que el pueblo egipcio iba a salir a la calle, feliz y liberado, a celebrar el fin de Occidente en Egipto, lo cierto fue que el toque de queda los mantuvo a todos en sus casas, y los fieles religiosos fueron una vez más apresados y torturados. Las ideologías volverán a radicalizarse, y el mentor Zawahiri concluirá que, si el pueblo es incapaz de despertar por su cuenta, deberemos ponerle bombas y asesinar unos cuantos para abrir sus ojos y sus inquietudes.

El asesinato a Sadat traerá el cuarto y último monarca/presidente de Egipto, Hosni Mubarak, otro dictador millonario que, sentado esa tarde al lado de Sadat, milagrosamente no recibió ninguna bala, y que será derrocado recién 30 años después de estar al poder, en la revolución de febrero de 2011. Así pasó el siglo XX para los egipcios, sin todavía saber lo que es una urna. Pero la primavera árabe, que incendió todo el medio oriente y el norte de África, desde sus inicios se instaló en Egipto para construir los primeros atisbos de un proceso de demandas democráticas. Millones de egipcios se aglutinaron en las calles para derrocar al dictador, uno más apoyado por las potencias “civilizadas” del mundo occidental, que defienden los crímenes y la violación de los derechos humanos a costa de proteger sus inversiones económicas.

La caída de Mubarak abría en Egipto un nuevo proceso de transición política, y el siglo XXI trajo para el egipcio algo nuevo y sorprendente, pero ya conocido por otros lugares hace cientos de años: el egipcio votó. Meses de incertidumbre acompañaban a la sociedad que se disputaba entre el candidato del Ejército (manteniendo los valores del antiguo régimen) y el de la Hermandad Musulmana, históricamente perseguida y erradicada de la clase gobernante. Y para sorpresa de todos, después de 100 años de lucha y  tortura, los religiosos ganan las elecciones, y Mohammed Morsi llevará el título de primer presidente electo en la República Árabe de Egipto. Pero no pasará más de un año para que el pueblo lo empiece a calificar del “nuevo faraón”, debido a sus impopulares medidas de limitar el poder legislativo y judicial bajo la figura del ejecutivo, y posteriormente, el intento de cambiar la constitución por una netamente islámica (lo que fue más encima aprobado a través de un plebiscito nacional). El progresivo acaparamiento de poder en la figura de Morsi llevó nuevamente al pueblo egipcio a salir a la calle, concentrándose entre 15 y 30 millones de personas en marchas multitudinarias a lo largo de todo el país. Hordas de personas comenzaron a batirse a diario en la Plaza Tahrir, entre los adeptos y los contrarios del gobierno de la Hermandad, y después de un siglo de espera, apenas alcanzaron a gobernar 1 año antes que los tanques volvieran a ocupar el palacio de gobierno, y después de un ultimátum de 48 horas al presidente para reparar la situación (algo ridículo y completamente imposible) el Ejército volvió a tomar el control del país.

Pero el desorden no termina aquí, sino que recién comienza. Ya llevamos más de un mes de sangrientas manifestaciones. Hay una completa guerra civil donde los egipcios se persiguen con palos para matarse. Por otro lado, la represión del gobierno militar interino a todos los vestigios de la Hermandad Musulmana ha simplemente desencadenado un río de sangre por las calles de El Cairo y las demás ciudades. Mención especial requiere el trato que se llevan las mujeres que son partes de las marchas y manifestaciones, las cuales son aisladas entre hordas de hombres que las violan en masa, buscando alejar a la mujer de la vida pública y política.

Aun así, Egipto está quizás viviendo su década de mayor democracia en la historia, pero no a través de su sistema político, que lamentablemente continúa siendo tan autoritario como antes, y sigue reflejando la pugna entre el poder del Ejército y los religiosos. La verdadera democracia egipcia se vive hoy a través de su pueblo, de esos 30 millones de personas cansadas de abusos y opresión, y que se apropian del presente para construir un proyecto de nación a futuro. No es un camino fácil, tampoco es un proceso corto, y ciertamente está cobrando la vida de miles de personas, pero Egipto está hoy en día al centro del acontecer mundial, y las demandas democráticas ya están completamente insertadas en su pueblo. Si las civilizadas potencias occidentales no hubieran puesto sus intereses económicos y políticos en este impresionante país, quizás hoy nos ahorraríamos todo este innecesario baño de sangre. Se necesita mucho más que millones de dólares para construir una verdadera democracia.

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2 comentarios

  1. Increible , pero es hora de que las comunidades TODAS de judios del mundo salgan a las calles a protestar, de esta infamia!,, parece que somos solidarios, cuando reclamos al mundo su silencio en el kristalnajt de alemania, y hacemos lo msmo?.
    Tenemos que salir y protestar RUIDOSAMENTE , y demostrar al mundo que nunca jamas es ina realidad para todos?..
    Quien seguira?. Nos queda alguna duda ?o seguiremos escondendo a cabeza como avestruz!,
    Israel y su pueblo debe protestar hoy por ls igesas!,, mañana .alguna duda ?. El papa y Obama en silencio?.. Esta es una afrenta al mundocivilizado!,

  2. interesante tu vision Nico pero creo que muchos prejuicios terminan por oscurecer tu juicio: …viendo tantas banalidades resolvio volver a Egipto; ….demasiado cursi; reconozco que a mi me gustan muchas de esas banalidades y como a mi, muchos.

    El hecho concreto e histórico es que es el banal y corrupto occidente el que invento la democracia, así nomas es; también es un hecho que que existen otras tradiciones que a muchos pueden no gustarnos, que no son «democraticos» como lo entendemos en occidente pero sin embargo se fundan en el consenso y aceptación de la mayoría de quienes viven en ellas. Esa es la firme y con el mas minimo realismo es evidente que esperar cambios fundamentales en plazos históricos breves es sólo una ilusión. Estos bloques territoriales y de «tradicion» no vienen de hace unos pocos años, son centurias.
    Entendiendo lo anterior y reiterando que pueden ser muchas las cosas que no nos gusten, estas tradiciones diferentes (a nosotros los banales occidentales) existen; el punto es como coexistimos y hasta donde debemos (y podemos) influir en cambios en ellas. También debemos exprsar nuestro repudio a lo que consideramos injusto y expresar nuestra solidaridad activa con quienes sufren en estos regimenes; incluso llegar a medidas mas activas si estimamos que la situación lo amerita pero lo concreto es (brutalmente) claro: no es cierto que la democracia (como la entendemos en occidente) sea algo universalmente ni deseado ni aceptado por todos. Esto no hace que los «otros» no sean ni malos ni buenos, simplemente «estan en otra»; luego el punto es como convivimos con ellos.

    Recomiendo a todos los lectores a leer sin prejuicios el libro «Choque de civilizaciones»;

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