La desconocida diversidad cultural histórica de nuestra identidad judía

por JAIE MICHELOW, Arqueóloga, U. de Chile.

 

Sabemos que la comunidad judía global, o las comunidades judías particulares, no son homogéneas, sin embargo, no reflexionamos lo suficiente sobre esta diversidad, pues contamos principalmente con dos categorías bien definidas que nos acomodan y que explican nuestra identidad: somos sefaradíes o ashkenazíes, y de eso dependerá cual haya sido el idioma que hablaban nuestros abuelos o si podemos comer o no arroz en pésaj. Estos rótulos abarcan tanto nuestra herencia y tradición, como las exigencias rituales que nos corresponden.

¿Qué son exactamente estas dos grandes categorías? Según la Enciclopedia Británica (y otras fuentes académicas), los ashkenazíes son un grupo étnico y cultural de judíos, quienes se asentaron en Europa Central (entre Alsacia y el valle del Rhin) cerca del siglo X y posteriormente migraron hacia Europa del Este (Polonia y el Imperio Ruso). Las características culturales de este grupo incluyen profesar la religión judía, utilizar una liturgia particular, y expresarse tanto en forma oral como escrita en un idioma propio, el yiddish. La definición de los sefaradíes sigue en la misma línea, denominando en forma común al grupo de personas que se asentaron en España y Portugal desde tiempos del Imperio Romano hasta su expulsión colectiva a fines del siglo XV, y posteriormente migraron hacia el norte de África, Imperio Otomano, Francia, Italia y Holanda. Esta comunidad se caracteriza también por una lengua propia, el ladino o djudezmo y una liturgia pertinente, así como también obligaciones rituales perpetuadas por la tradición.

Sin embargo, las dos categorías citadas no dan cuenta de la diversidad de la vida judía en la diáspora, no corresponden a las comunidades más antiguas, ni las más populosas, ni ciertamente las más prósperas – existieron múltiples comunidades judías desde muy temprano en África del Norte, en las costas del Mediterráneo y en Babilonia o Persia.

La judería italiana es de las más antiguas con registros históricos, desde el siglo II a.C. se conoce de su existencia en Roma y Nápoles. Luego de la destrucción del Segundo Templo, en el siglo II d.C., los israelitas fueron declarados esclavos y transportados a lo largo del Imperio Romano como fuerza de trabajo. Incluso en esclavitud, las comunidades judías se multiplicaron y se instalaron en nuevos lugares, como Venecia, Taranto, Ferrara o Milán. Con el paso del tiempo, estas comunidades desarrollaron tradiciones propias, una liturgia específica y una lengua común, el italki, utilizada tanto en la vida cotidiana, como también para la expresión poética (registrada en romances y cantares).

Los romaniotes era el nombre de los judíos griegos, asentados en las islas desde hace más de dos mil años, su lengua histórica era el judeo-griego o yevaní; ellos vivieron y construyeron comunidades en Rodas y Atenas y dejaron testigos arqueológicos de su existencia, como las sinagogas del Agora de Atenas o la de Delos, la más antigua conocida.

Las comunidades judías de Francia son también muy antiguas. El primer registro data del año 6 d.C. cuando el emperador romano Augusto expulsa a Archelaus “etnarca de Judea”. A lo largo de los primeros siglos de la era común, florecieron comunidades judías desde  Narbonne y Aviñón, hasta Vannes y Orleans. La primera sinagoga de París fue erigida en el siglo VI en la Ile de la Cité. En el siglo XI Rashi se instala en Troyes procedente de Worms; él, la luz de la tradición ashkenazí, escribió la mayor parte de su legado en zarfatic, o el dialecto de antiguo francés utilizado por los judíos de la región centro-oriental y escrito en caracteres hebreos. Del mismo modo escribía Moshé ha Darshán, rosh yeshiva de Narbonne en el siglo XI. En la época medieval Francia era más diversa lingüísticamente de lo que es hoy, la zona de Languedoc y Provence tenían una lengua propia, y así, las comunidades judías allí hablaban también un idioma diferente, el judeo-provenzal o shuhadit. Esta lengua se registra desde el siglo XI hasta el XVI (con posterioridad, a causa de las expulsiones, las comunidades provenzales migraron a Italia o Alemania). El último hablante nativo del shuhadit, Armand Lunel, murió en 1977.

Concentrándonos en el tema de la expresión lingüística como reflejo de una vida cultural compleja, se conoce la existencia de más lenguas judeo-romances, entre ellas el qatalanit (judeo-catalán), judeo-piamontés (lengua en la cual hablaba y escribía Primo Levi),  judeo-aragonés y judeo-portugués. Cada una de ellas fue la lengua nativa de cientos de individuos que nacieron y crecieron en el marco de estas comunidades, entre ellos poetas, rabinos, comerciantes, padres y madres.

En la actualidad, los herederos de esta tradición judeo-francesa se identifican con la esfera ashkenazí, lo que refleja tanto sus migraciones contemporáneas como una visión de sí mismos, en europea-occidental. El mundo ashkenazí se extiende hacia el este desde Alemania y Polonia hasta perderse en las estepas rusas allí donde las comunidades de Europa Oriental comienzan a hacerse más y más asiáticas: en Bokhara, Samarkanda y Tashkent. La esfera sefaradí hoy abarca tanto al extenso mundo de África del norte (Marruecos, Túnez, Libia y Egipto), las juderías del Imperio Otomano (incluyendo a judeo-turcos y sabras), como al mundo judío mizrají de Irán e Irak. El recientemente fallecido Ovadia Yosef, por ejemplo, nacido en Bagdad como Abdullah Yusef, llevaba el título de Gran Rabino Sefaradí y era considerado una autoridad en temas haláijcos en esta tradición.

Es importante reconocer la diversidad cultural de las diferentes comunidades judías en el pasado, reconocer sus aportes y rescatar la enorme capacidad de adaptación al medio social y cultural en el que se insertaban. Los rótulos actuales de sefaradíes y ashkenazíes enmascaran y limitan la riqueza patrimonial de la que somos herederos, así como también, restringe la capacidad de visibilizar la diversidad de las comunidades judías hoy. Estas dos categorías semi únicas se transforman en conceptos normativos, que nos entregan una narrativa sobre el pasado y modelan dos caminos posibles para el futuro. El relativizar estos conceptos y ponerlos en perspectiva, puede resultar liberador para expresarnos más libremente tanto en lo religioso como en lo artístico o cultural.

 

Ashkenazi – Encyclopaedia Britannica

http://global.britannica.com/EBchecked/topic/38290/Ashkenazi

Sephardi – Encyclopaedia Britannica

http://global.britannica.com/EBchecked/topic/535030/Sephardi

Communities – European Jewish Congress

http://www.eurojewcong.org/communities/

Preserving Jewish Heritage in Greece – Archaeology ORG

http://archive.archaeology.org/online/features/greece/

Armand Lunel, homme de lettres

http://www.cairn.info/revue-archives-juives-2006-1-page-140.htm

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2 comentarios

  1. Gracias Deby, espero que lo hayan disfrutado!! Creo que vale la pena conocer la diversidad y valorarla — eso también nos da hoy más libertad para construir nuestra identidad.

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