Reflexiones en una playa nudista

por ILAN LIBEDINSKY, Est. Psicología, U. del Pacífico.

 

Al llegar a la playa nudista (en Vancouver), me encontraba vestido y, extrañamente, me sentía incómodo por este hecho. Si todas las personas que te rodean se encuentran desnudas, el que lleva traje de baño es un ser extraño. Luego de desvestirme, me relajé. Lo primero que me sorprendió fue que todos los seres humanos, al encontrarse desnudos, son más o menos similares. Puede haber una diferencia en la altura de los cuerpos, el color de la piel, el tamaño de la nariz, el pene o los senos, pero son tan solo detalles. El hombre se enfrenta desnudo al espejo como un animal más en la naturaleza.

Por eso en los campos de concentración, a los prisioneros se les quita la ropa, de esa forma pierden identidad, humanidad y son solamente animales parte de un rebaño (en contraposición del curioso fenómeno en que las personas visten a sus mascotas y las humanizan). Acá vemos como la vestimenta juega un rol fundamental en la construcción del hombre: ésta es la expresión de su identidad. No es azaroso que alguien use cierto color de pantalón o polera en vez de camisa, todo esto nos habla de la identidad del sujeto. Es decir, tratamos al cuerpo como un objeto del cual podemos investir de significados.

Las vestimentas envuelven al cuerpo con un simbolismo que es propio a una identidad compartida intersubjetivamente. Los jóvenes se visten de cierta forma, los ancianos de otra, ciertas tribus urbanas comparten códigos de vestir que son distintos de otros, lo mismo ocurre con las religiones y los estratos sociales (de este último el marketing y la publicidad se frotan las manos). Es decir, las vestimentas indican a qué agrupación dentro de la sociedad pertenecemos. La ropa otorga un sentido de pertenencia a los sujetos, una identidad que se lava y plancha, una identidad hecha cosa. Los ropajes son la puerta de entrada a la sociedad (excepto en las playas nudistas, claro).

Sin embargo, el cuerpo no es simplemente un objeto sobre el cual vistamos de símbolos como si fuese un muñeco. Volvamos a la playa nudista. Un cuerpo desnudo ya no tiene la posibilidad de enraizar un símbolo por medio de la vestimenta. Sin embargo, partes del cuerpo también pueden ser tratados como un símbolo: hay distintos tipos de peinados, peinados que van cambiando de generación en generación, de tribu urbana a tribu urbana, etc. El cabello es un código social, un símbolo. También la ausencia de cabello. Las uñas pueden pintarse o dejarse crecer; la piel hoy en día es diseñada y tatuada; los músculos, esculpidos.

Pero existe una dimensión más profunda en el cuerpo, y es la dimensión subjetiva de éste: el cuerpo como sujeto vivo. Una postura física afecta nuestro estado mental; la volición tiene un correlato físico. El cuerpo es una unidad inesperable con la mente, en la cual se afectan mutuamente. Todo lo que no decimos, lo expresa nuestro cuerpo; inclusive, es posible afirmar que aquello que ignoramos de nosotros mismos también se manifiesta a través del cuerpo. Quizás por el hecho que nuestro cuerpo esté expresando constantemente nuestro inconsciente, haya una necesidad casi bíblica en ocultarlo.

No olvidemos el mito de Adán y Eva, en el cual luego de adquirir una conciencia dual del bien y del mal, se avergonzaron de su cuerpo y cubrieron sus partes ahora privadas. Esconder nuestro cuerpo es esconder nuestro inconsciente. Le tememos a la sinceridad de nuestros movimientos más íntimos. En especial una parte. Nótese que una persona se encuentra desnuda cuando sus partes íntimas están expuestas: si el varón solo vistiese con una polera y calcetines, aún así estaría desnudo. La pregunta es ¿qué hay en nuestro sexo que escondemos del público?

Creo que la razón de esto yace en el hecho que no hay órgano más sensible a nuestro inconsciente que nuestros genitales. Tomemos el caso del hombre: si está excitado, el pene se encuentra erguido; si está angustiado, el pene se achica y los testículos se recogen; si se encuentra relajado y distendido, así mismo sus genitales. No hay órgano más sincero que el sexo, y como dije anteriormente, le tememos a la sinceridad, ya que nos expone al resto, nos deja al descubierto, vulnerables, abiertos y desnudos. Toda religión debería ser una invitación al nudismo.

Uno de los miedos más comunes por parte de los hombres, a la hora de visitar una playa nudista, es la vergüenza a que acontezca una repentina erección producto de tanta piel expuesta alrededor suyo. Sin embargo, no tiene sentido dicha suposición, ya que en las playas nudistas no existe erotismo. Es curioso, pero estar rodeado de mujeres desnudas no excita, ya que el erotismo yace en lo oculto. Un escote enciende al hombre por lo que esconde más que por lo que muestra. ¿Qué hay de afrodisíaco en lo oculto? ¿Por qué la incertidumbre es más tentadora?

¿No sucederá algo similar con los símbolos y su significado? Los símbolos esconden un sentido que debe ser desentrañado, que te llaman a que los descubras, solo desnudándolos emerge su contenido. El sentido de los símbolos es que se desentrañen sus significados. Ese es el erotismo intelectual, iluminar aquellas regiones oscuras del saber. Cumplir con la razón existencial del símbolo, que es ser desnudado en su significado. Como vemos, no existe mucha diferencia entre un escote y un signo de interrogación, es más, un bikini no es un símbolo, es el símbolo de los símbolos.

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Un comentario

  1. Las erecciones no deben generar vergüenza, es como avergonzarse de lo que se piensa o siente, y avergonzarse de su pene o de su intimidad es avergonzarse de si mismo.
    un nudista no tiene nada que ocultar, por eso no debemos ocultar las erecciones, es dejar ver lo que eres, igual no se busca la aprobación de nadie, solo ser.
    invitación a consultar por google erección social o visitar el blog
    https://erectionfeliz18515.wordpress.com/

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