Amsterdam, y ese frío romántico y erótico

por JAVIERA HITES, Est. Hotelería y Turismo, Culinary.

 

Al salir de la “Centraal Station” para tomar el tranvía que me dejará en mi hostal, noto que las temperaturas en Amsterdam son más templadas debido a la influencia del mar. Aun así, sigue siendo un invierno gélido.

El hostal que reservé es el Coco Mama, 18 de la calle Westeinde, que solía ser un antiguo burdel y hoy es un hostal boutique, cuyas habitaciones están decoradas con distintos motivos; el Tulipán, la finísima cerámica blanca con azul nombrada tras la ciudad medieval de Delft, conocida también por su vinculación con la casa real de Orange, y donde se encuentra un museo en parte dedicado a esta loza, el Lambeert Van Meerten. Los Molinos de Viento, característicos del pueblo “de Zaanse Schans”; una importante zona industrial a comienzos del siglo XVIII con 700 molinos de viento, de los cuales hoy lamentablemente quedan tan solo 5. Los Klompen: célebres Zuecos, parte de la vestimenta tradicional debido a su uso desde tiempos medievales por pescadores, granjeros y artesanos para proteger los pies de la humedad. Elijo el dorm ambientado con paredes aterciopeladas, de las que cuelgan marcos de vidrio dejando ver dentro de ellos ropa interior de encaje y ligas de colores fuertes, los cuales contrastan con las rojas cortinas enganchadas de cada camarote, simulando una vitrina del Red Light District, ideales para tener una mayor privacidad dentro de esas habitaciones compartidas.

A pesar de lo que creía, en Amsterdam tipo 23.30 hay muchos locales que ya están cerrados, no es al lote la cosa, hay lugar y horarios para todo. La mayoría de los coffee shops cierran a las once de la noche, y la gente que los frecuenta tiene que ser mayor de edad, además no se puede vender cannabis y alcohol en un mismo lugar. Está estrictamente prohibido, como también lo está el consumir este tipo de sustancias en otros lugares. Tampoco los consumidores se pueden pasar de una cierta dosis diaria, ni los dueños. Y para comer igual, todo cerrado, a lo más restaurantes caros, para mi sorpresa muchos de parrilladas argentinas.

Es necesario salir al frío nocturno para ir de fiesta, y el lugar elegido es el famoso club Studio 80, en la calle Rembrandtplein 17. Amsterdam no es muy grande, y si no fuese porque nos congelamos, todas las distancias se encontrarían a un radio cómodamente caminable. Los de la puerta nos miran y nos dejan pasar gratis a las mujeres, los hombres tienen que pagar un par de euros, pero todo bien. Entrando a mano izquierda está la barra, cada uno se paga su trago. Hay dos ambientes, abajo un dj tocando Drum&Base y arriba, electro y más exclusivo. La iluminación es buena y la música también. Bailamos hasta el cierre.

En esta ciudad, es muy común arrendar una bicicleta y salir a recorrer. Entre los lugares recomendados, están: el Albert Cuyp Markt, un mercado de comida ubicado en una calle del mismo nombre, al otro lado del canal Singelgracht; el equivalente a un Shuk en un país árabe, pero bastante menos artesanal. El barrio Jordaan; un barrio bohemio en donde se encuentra la casa de Anna Frank y donde viven la mayoría de los artistas. El Hortus Botanicus, ubicado en el Plantage Park, uno de los jardines botánicos más antiguos del mundo, fundado en 1638 que servía como huerto de remedios herbales para los médicos.

Amsterdam en invierno tiene su encanto especial. Al pasar en bicicleta sobre los puentes es inevitable no asombrarse con la belleza de los canales, donde se pueden ver a través de los cercos de hierro gaviotas paradas sobre el hielo, estoicas junto a algunos botes de madera un tanto añeja, desteñida. Parece desolado, como si en ellos se encontrara el vivo recuerdo de un pescador que los abandonó por algún extraño motivo sin dejar rastro. Es imposible no detenerse a examinar las fachadas de las casas que se reflejan en el agua junto con las cargadas nubes grises, viviendas pegadas una junto a la otra, algunas más largas, estrechas, todas con techos diferentes y de distintos colores, es muy romántico y me dan ganas de quedarme sentada observando por horas estos paisajes tan únicos y dibujarlos, pintarlos, recrearlos.

Almuerzo rápidamente un Shwarma y me voy al museo de Van Gogh ubicado en el MuseumPlein. Hay una cola infinita para entrar, así es que recuerdo comprar mi Fast ticket en una casa de diamantes muy cerca del lugar. Se pueden apreciar pinturas como “Los Girasoles” y “Los Comedores de Patatas”, esta última de una familia de campesinos sentados todos alrededor de una mesa, comiendo bajo la luz de una única lámpara, formando sombras que crean un ambiente dramático, íntimo. No hay una búsqueda de estética, sino de un sentimiento; los cinco integrantes de la mesa comen con las mismas manos con las que han cultivado la tierra, lo que evoca el trabajo manual y sugiere que se han ganado esa cena humildemente. Vincent y su hermano mantuvieron una correspondencia a lo largo de toda su vida, producto de su intensa relación, y muchas de esas cartas se encuentran en el museo.

En el camino de regreso, me encuentro con una exposición de variadas especies de hongos pertenecientes a una granja, con las formas más extrañas que te puedas imaginar, utilizados en medicina, algunos para curar enfermedades humanas, o materiales hechos a base de raíces de hongos como el Myco; una alternativa ecológica para el plástico, hongos destinados a incubar bacterias, y otros tantos usos que jamás habría imaginado.

Otro memorable es el Distrito de las Luces Rojas, en el centro histórico de la ciudad, donde se encuentran los escaparates que alguna vez fueron casas de pescadores. Nos adentramos en una calle muy angosta, atestada de turistas curiosos igual que nosotras, donde en los primeros y segundos pisos se pueden ver las prostitutas a través de los escaparates de vidrio, muchas en ropa interior, otras disfrazadas de enfermeras o de gatas, fumando, haciendo gestos pícaros para atraer a los clientes, y otras cobrando excesivamente caro para espantarlos. En un lado de las calles están todas las mujeres estupendas, flacas, altas, y en la otra, en la parte baja, más gorditas, menos producidas. No te atrevas a sacar una foto, no está permitido. Los hombres son perseguidos por las prostitutas por fotografiarlas. Ellas se mantienen en el anonimato, pero también están obligadas a ir al doctor y controlarse constantemente. Un amigo me dijo una vez que las mujeres parecían photoshopeadas, ¡para nada!

Amsterdam es sin duda parte de las aventuras que viví en el invierno más frío y entretenido que he pasado en mucho tiempo.

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