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El matrimonio gay de mi mamá

por DAFNA GOLDSCHMIDT, Arqueóloga, U. Sek.

 

Si hace 15, 10 o 5 años  me hubieran dicho que este 16 de febrero que viene me encuentro pronta a caminar por el altar, hubiera pensado que se trataría de mi propia boda, donde con 28 años cumplidos voy al encuentro de  mi  «buen hombre judío» que me espera en la jupa, radiante de felicidad al verme llegar luego de días sin vernos, cubierto con su talit, y con muchas de las expectativas del ideal de hombre, matrimonio,  esposa y familia que se han impuesto en mi cabeza por mi entorno y por la sociedad desde que tengo uso de razón. ¿Por qué voy solo del brazo de mi mamá?

Este 16 de febrero tendré el honor de llevar a mi mamá al altar, y entregarla a la persona que la ha hecho feliz en estos últimos 9 años. Presenciaré la unión civil de 2 personas que tienen la intención de pasar el resto de sus vidas juntas bajo el resguardo de esta unión, aceptando y acatando todos los deberes y beneficios que este matrimonio, como decisión, conlleva.

Este matrimonio será posible gracias a que en Estado Unidos se aceptó recién el 2013 el matrimonio homosexual, y la pareja de mi mamá es una ciudadana estadounidense.  Pero también pienso que este matrimonio es posible por muchas otras cosas más, por gente que existió y que existe, que luchan día a día por un trato justo y digno hacia las personas, y que no se conforman con gestos de condescendencia barata.

Es posible ya que personas, apelando directamente a mi mamá, dejaron de intentar  vivir algo que no eran y se “la jugaron” por su felicidad, cuyos cánones estaba fuera de los márgenes de la heteronormatividad. Demostraron también que pasado los 40, cuando los hijos ya crecen  y la vida no se acaba, uno es mucho más que mamá, o hija, colega, amiga, etc.

Uno también es mucho más que su condición sexual, y por eso mismo, me parece sumamente injusto que por ese detalle para el estado chileno seas un ciudadano de segunda clase y no puedas acceder a una unión civil, aspecto que raya incluso en lo inconstitucional, tomando en cuenta, por ejemplo, el artículo 2 de la ley de Matrimonio civil, que establece que «La facultad de contraer matrimonio es un derecho esencial inherente a la persona humana, si se tiene edad para ello».

Qué pasa con todas las parejas que quieren tener la opción de casarse y no pueden,  por los hijos y nietos homosexuales que pueda llegar o no a tener, e incluso quien sabe, quizás por mí misma.

Tengo la impresión también, en relación al machismo imperante en nuestra sociedad, que en nuestro país ser lesbiana es mucho peor que ser gay y que el primero está mucho más escondido,  exceptuando cuando este está destinado a las fantasías erótico-pornográficas masculinas.

Qué pasa con las mujeres homosexuales de escasos recursos, muchas  casadas, con hijos, las que no tienen un trabajo, las que no cumplen con los cánones de belleza impuestos,  las que  tienen un hogar que mantener, las que son mantenidas, las que no han encontrado una forma de emancipación, las que no tienen un referente» lésbico» en la tele.

Mi mamá tuvo una profesión y un buen trabajo, que en parte pudo ayudar en todo este proceso a saber que, si uno derribaba algunos elementos que esta heteronormatividad o estas reglas tradicionales han impuesto, el mundo no se acaba.

Muchos homosexuales chilenos no pueden acceder a una boda, y muchos otros no pueden ni siquiera acceder a “salir del clóset”, porque para el Estado, constitucional o inconstitucionalmente,  los homosexuales son gente de segunda clase, e incluso para muchos de nuestros actuales legisladores, unos enfermos.

Esto lleva en algunos casos a que no solo los homosexuales sean «enclosetados», si no que sus familiares cercanos también. Para mí, como familiar no siempre fue fácil. Nunca mentí sobre la orientación sexual de mi mamá, pero en vez de decir novia o polola de mi mamá, ocupaba la palabra «pareja» para evitar dar explicaciones sobre su y de por qué ella vivía la mitad del tiempo en Chile y la mitad en USA. Pero con el tiempo me cansé y cuando salía el tema simplemente empecé a decirle «novia» o su nombre, y  mi mundo tampoco se acabó. Aparte  la palabra «pareja» me carga.

Aunque mi relación con mi madre no es perfecta (como la mayoría de las personas),  queda más que claro que estoy súper orgullosa de ella, y si bien ella no anda por la vida con un cartel de gay en la frente, no aceptó no aceptó a vivir una vida de gay en algunos lados y de hetero en otros. La admiro profundamente porque le va a dar el «SI» a la mujer que ama, y porque va a disfrutar de un derecho que como persona le corresponde y que se hizo posible en EE.UU gracias a la lucha de muchos en el pasado. Estoy contenta, porque ha decidido vivir su vida, cueste lo que cueste. Y estoy feliz, porque seré testigo del segundo momento más feliz de su vida, después de cuando nací.

Tengo una familia, incluido mi papá, que está feliz por ella. Estoy contenta porque tengo una abuela (la mamá de mi papá) que el tema de la condición sexual de las personas nunca se impuso a la integridad de éstas, y en tiempos donde la homofobia era peor que ahora, mi abuela entabló una linda y estrecha amistad por muchos años con 2 señoras que fueron pareja y que vivieron juntas varias decenas de años. Murieron con pocos meses de diferencia una de otra sin tener un reconocimiento y resguardo civil ya que para el estado y la sociedad civil eran solo amigas. Por suerte, ese no será el caso de mi mamá, por lo menos no en Estados Unidos.

Creo que este 16 de febrero será uno de los momentos más felices y emocionantes que me tocará vivir, sino el más feliz para mis 28 años, pero estaré anhelando aún más que ese momento se repita en mi propio país, por justicia, para ella y para todas las que aman como ella, para que pueda tener nuevamente el honor de llevar a mi mamá al altar.

 

http://www.registrocivil.cl/Servicios/2.Matrimonio/PDF/ley.pdf

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8 comentarios

  1. Gracias por compartir la historia…Muy linda…Un ejemplo a seguir, tu madre…

    Te cuento, soy de Argentina…Acá la situación está avanzando de a poco. Como sabrás ya se creó la ley de matrimonio igualitario, y las cosas van mejorando, al menos dentro de la sociedad, de a poquito…Falta mucho igual…Especialmente adentro de la colectividad judía…Hay pocas personas que se animan a jugárselas por lo que sienten, y en lo que de mujeres se trata, especialmente muy pocas. No es que no existan; sino que las que deciden vivir de acuerdo a lo que sienten, se alejan directamente de los espacios comunitarios y de la vida comunitaria…Por el momento, pareciera que no se puede ser lesbiana y judía…Son identidades que a los ojos de muchas personas, parecen ser contrapuestas…De todas formas, soy optimista, y creo que con los años, va a haber espacios donde los jóvenes y las jóvenes puedan ser quienes son sin tener que mentirle a nadie ni a ellos mismos…Yo todavía no encontré a la persona para mí, pero el día que lo haga, creo que me encantaría llevarla al templo y compartir un kabalat shabat con ella…Hay algunas sinagogas más abiertas acá en Buenos Aires…Falta la aceptación de la jupá igualitaria…Ya llegará…Tengo FE 🙂
    Te mando un gran beso, y muchas gracias por abrirte a contarnos esta hermosa historia !!

  2. Que emocionante historia. El amor no tiene condiciones de ningún tipo, ni raza, ni genero ni edad ni ninguna de las ridiculeces que nuestra estereotipada sociedad nos ha hecho creer por año. Felicidades a tu hermosa familia!

  3. Que lindo, me emocionaste con tus palabras, y con el profundo reconocimiento y análisis respecto de los derechos que todos tenemos, pero que para quienes hacen valer la Ley no tiene validez alguna.

  4. Muchas gracias a uds por leerlo y por las lindas palabras de buenos deseos para el matri de mi madre. Jaia ojalá que pronto aparezca esa persona y que cuando aparezca no dejes de llevarla a la sinagoga 😀 muchos abrazos!!!!

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