Solicitantes de asilo en Israel: ¿refugiados o inmigrantes ilegales?

por KEVIN ARY LEVIN, Est. Sociología, U. de Buenos Aires.

En los últimos años, un nuevo dilema se unió al ya extenso grupo de problemáticas que sacuden al panorama político y social del Estado de Israel. Se trata de la cuestión de los refugiados o solicitantes de asilo que llegaron al país, provenientes de África. Este grupo, estimado en alrededor de 60.000 personas (un número no despreciable para un país cuyos ciudadanos apenas superan los 8 millones) proviene generalmente de Sudán y de Eritrea, aunque también hay personas llegadas de la República Democrática del Congo, Cote D’ivoire y Etiopía (inmigrantes no judíos, no los judíos etíopes que tienen derecho a la ciudadanía de acuerdo a la Ley de Retorno).

La gran mayoría arribó al país a partir del 2007, son hombres (más del 85%) y trabajan hoy en día en trabajos no registrados debido a la imposibilidad de obtener permiso laboral. Un porcentaje significativo vive en el Sur de Tel Aviv, zona que se ha convertido en más de una ocasión en plataforma de protestas tanto de los solicitantes de asilo como de los vecinos judíos tradicionales de la zona, en encuentros pro y anti-solicitantes de asilo. Este grupo divide a la sociedad israelí en debates intensos entre quienes buscan expulsarlos del país o de alguna forma limitar su movimiento, y los que plantean la responsabilidad de Israel de darles asilo y mejorar sus condiciones de vida hasta que deje de ser necesario.

Bajo la ley internacional (en concordancia con acuerdos internacionales de los cuales Israel es parte y hasta parcialmente impulsó) un refugiado es un individuo que huye de su país para escaparse de una guerra o por ser integrantes de un grupo perseguido. La ley es clara: el país a donde llega el refugiado no puede rechazarlo y enviarlo de vuelta, porque esto implicaría un peligro para la persona. La cuestión no se refiere entonces a si Israel debe o no recibir refugiados, sino en gran parte a si los solicitantes de asilo (término legal que adopta una persona que solicita asilo pero no fue reconocido como refugiado por el país donde vive) son o no refugiados, y los diferentes cursos de acción a tomar a partir de estos escenarios.

Hoy en día, Israel atraviesa un paro general de los refugiados y concentraciones masivas en protesta. El Estado de Israel en los últimos meses implementó diversas acciones, como arrestar indefinidamente a quienes detecta que atraviesan la frontera, o construir un centro de detención en el sur de Israel, cuyas puertas están abiertas pero se encuentra en el medio del desierto, por lo que salir se vuelve en una hazaña problemática. La última alternativa fracasó debido a su evidente incapacidad de absorber la masa total de solicitantes de asilo en el país, además del rechazo de parte de los solicitantes de retornar al centro luego de su primer fin de semana libre. El gobierno intentó implementar también una reforma de la Ley de Prevención a la Infiltración, la cual le daba la autoridad de detener hasta por tres años sin juicio a solicitantes de asilo, y aún más si provenían de un país enemigo de Israel, como Sudán. Esta última reforma fue impugnada por la Corte Suprema de Israel como una violación a los derechos humanos.

Los países de los que provienen se hallan en una situación que constituye una amenaza directa a la vida, la libertad y la dignidad de los refugiados en caso de que sean devueltos. Se encuentran sin excepción en condiciones de pobreza, guerra civil, genocidio y/o dictadura. Solamente en Sudán, conflictos imperantes entre este y oeste (el genocidio en Darfur) y entre norte y sur (que llevó a la reciente creación de un nuevo país, Sudán del Sur) se han cobrado cientos de miles de víctimas letales y quizás millones de personas afectadas, conflictos que además están lejos de ser resueltos. De acuerdo a este pensamiento, Israel no puede hacer la vista gorda al sufrimiento de personas que escapan de condiciones inhumanas en su país.

Por otro lado, los refugiados son también trabajadores inmigrantes ilegales. Los solicitantes de asilo (referidos en la prensa como “infiltrados”) se dirigen al único país occidentalizado y con niveles de vida europeos en una región turbulenta y atrasada. Al ingresar ilegalmente, los inmigrantes estarían amparándose en la figura de refugiados, pero ¿corresponde esto a su situación? Muchos de los que arriban son hombres en edad económicamente activa, que conseguirían en Israel condiciones de vida y posibilidad de envío de dinero a sus familias en su país de origen que no tendrían en su país natal o en los países vecinos.

Pero también hay que tener en cuenta que los judíos, dado nuestra historia reciente, no podemos rechazar refugiados que necesitan nuestra ayuda. Durante la Shoá, el mundo estaba dividido entre países que expulsaban judíos y países que no les permitían la entrada. Muchos de los ciudadanos de Israel descienden de personas que fueron salvadas por la compasión de gobiernos o individuos por fuera del pueblo judío, y es ahora el momento de demostrar igual compasión. Otro número desciende de judíos que en su momento también ingresaron al país como inmigrantes ilegales, bajo las limitaciones a la migración impuestas por los británicos en los infames Libros Blancos, por lo que los judíos no podemos tomar posturas legalistas que se mantengan alejadas del sufrimiento humano.

Sin embargo, los refugiados en ningún momento llegan a Israel como estado limítrofe de su país natal, y por lo tanto, deberían ser responsabilidad del primer país al que llegan (Egipto). Son el resultado del movimiento ilegal de personas (tribus beduinas que cobran dinero para hacer pasar ilegalmente a africanos por las porosas fronteras Israel-Egipto) o de la indiferencia de otros países que no reciben refugiados. Si países culturalmente más cercanos al país natal de los refugiados (como Egipto, históricamente vinculado a Sudán) no reciben a los inmigrantes, ¿por qué Israel tiene que ser el que actúe?

Un Estado judío debe preocuparse por el bienestar de todo el que llega debido a la ética judía que se convierte en un llamado a la acción. Debe regirse de acuerdo a principios éticos y morales superiores (“luz para los pueblos”). Si su mandato profético es proteger al débil y ayudar al necesitado, no puede quedarse de brazos cruzados ante el sufrimiento humano. Aquí entra en juego la definición polivalente de Estado judío: si éste se va a definir de forma demográfica (como un Estado con mayoría judía, legisladores mayoritariamente judíos, un primer mandatario judío, etc) o si tiene implicaciones de sustancia sobre el Estado (si las normas y conductas del Estado y su población serán judías en cualquiera de las acepciones posibles de la palabra, si habrá una ética judía que rige al Estado). La polivalencia es histórica y la podemos encontrar en el mismo Herzl: sea en su libro Der Judenstaat (el “Estado de los judíos”, usualmente mal traducido al español como “El Estado judío”) que promueve la creación de un Estado liberal de mayoría judía; o Altneuland (“Tierra vieja nueva”), novela utópica utilizada como manifiesto de las características excepcionales que tendría ese Estado judío soñado como faro moral entre la comunidad internacional.

En la discusión anterior, los refugiados amenazan el ya complicado equilibrio demográfico y, por lo tanto, contribuyen a amenazar al carácter judío de Israel, manteniéndose también como democrático. Dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de Israel, hay hoy en día una minoría de un 25% de población árabe con una tasa de crecimiento demográfico elevada. Esta minoría se acerca al 50% si se toma en cuenta la población residente en los territorios ocupados a partir de la Guerra de los Seis Días (1967), territorios cuya población no obtuvo la ciudadanía israelí. En este panorama complejo, hay quienes apuntan que los solicitantes de asilo, muchos de los cuales son árabes o de grupos étnicos arabizados y que practican la fe islámica, se convierten en otro impedimento para el sostenimiento de la mayoría judía en Israel.

Pero la forma en la que Israel se maneje con los refugiados incidirá en la imagen sobre Israel que tiene el mundo. La idea de que Israel expulse personas por no ser judías y por lo tanto no poder obtener la ciudadanía sólo fortalecería a quienes acusan a Israel y al sionismo de racistas, aislando aún más a Israel, fortaleciendo el movimiento internacional de boicot y dando mayor voz a los enemigos de Israel.

Pero también los solicitantes de asilo elevan las tasas de crimen en Israel. Son personas que llegan en condiciones de pobreza a residir por fuera de la ley en un nuevo país, vinculándose necesariamente con actividades ilícitas. En el 2012, luego de un incidente donde aparentemente algunos solicitantes de asilo estuvieron involucrados en un ataque sexual, el entonces Ministro de Interior Eli Ishai dijo “No podemos renunciar a la seguridad de los ciudadanos israelíes”. Ciudadanos del sur de Tel Aviv, la zona de mayor concentración de refugiados, han planteado que tienen miedo de salir de sus casas debido a la gran cantidad de solicitantes de asilo que se ven en la calle. ¿Pero está este miedo asentado en la realidad, o es una combinación de prejuicios de índole racista sumada a la acción interesada de los medios de comunicación y políticos inescrupulosos que se refieren a los solicitantes como “infiltrados” y repiten constantemente que constituyen un peligro para los israelíes? La prestigiosa ONG judía HIAS (Sociedad Hebrea de Ayuda al Inmigrante) nos señala la segunda opción: en un artículo de junio del 2012, señala la manipulación de las cifras por parte de la policía y los políticos. Dato curioso: la tasa de criminalidad entre solicitantes de asilo es de hecho menor a la de la población israelí en general (http://www.hias.org/ru/post/26/xenophobic-violence-asylum-seekers-israel). La ONG también señala una obviedad: entre un grupo de personas ilegalmente impedidas de trabajar de forma legal, es sólo natural que un porcentaje entre ellos recurra al robo. Después de todo, el instinto humano siempre apunta a la supervivencia.

Israel tiene una responsabilidad ética sobre los solicitantes de asilo. No sólo debe cumplir con el derecho internacional, sino convertirse en un ejemplo en el mundo en el tratamiento de refugiados. Nuestra historia, nuestras fuentes, nuestra legitimidad y, sobre todo, los solicitantes de asilo nos lo exigen. Los judíos de la Diáspora podemos ocupar un rol en el sostenimiento de principios éticos en el Estado que habla por todos nosotros como colectivo humano. El resto serán cuestiones técnicas, temas a resolver si el pueblo de Israel y su clase política toman la resolución de seguir el mandato ético de elegir la vida, y no la indiferencia.

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3 comentarios

  1. Hola soy un joven de 24 años con nacionalidad cubana actualmente estoy viviendo en Italia y me queda poco tiempo de visado mi madre es portuguesa y mis apellidos son de descendencia española o season sefaradíes soy cubano y en Cuba trato a estudiar el judaísmo y no puedo ya que la seguridad estado cubana lo impide y me han llevado a prisión poco tiempo pocas horas pero lo hacen para que no estudie el judaísmo ya que en Cuba no hay Embajada de Israel y odian mucho a los judíos por favor necesito ayuda quiero ser judío legalmente quiero estudiar la Torá quiero hacerme la circunsicion quiero que mi grupo que está en Cuba yo puedo ayudarlo con clases de tora por favor ayuden me quiero hacerme judío yo tengo mi título de 12 grados he estudiado la escuela entera tengo títulos de trabajo se trabajan ayúdenme porfavor mi correo es alfanauticoo@gmail.com shalom

  2. yaneth carrascal santiago, solicito asilo politico a Israel, estamos viviendo una guerra politica en colombia pais situado en sur america, mi familia y yo estamos atravezando por muchas dificultades economicas y de inseguridad. deseo desde el fondo de mi corazon su ayuda pais de Israel, pais bendito pais de Jehova.

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