Sobre mitos, actos absurdos y sacrificios en nombre de Dios

por ILAN LIBEDINSKY, Est. Psicología, U. del Pacífico

Mi lectura de los mitos: concentrarse más en la vida del sujeto mitológico, que en lo que enseña o comunica éste doctrinalmente.

Siddharta Gautama, el Buda, cuando por fin alcanzó la iluminación, propagó por la India la enseñanza del “camino medio”. ¿Qué es el camino medio, sino un concepto sumamente relativo, que evoca un sentimiento de ecuanimidad y de equilibrio? Esa sabiduría es de los Sabios y Santos. A mí no me sirve, al menos ahora. Sin embargo, si observamos la vida de Siddharta, antes de iluminarse y convertirse en El Despierto, vemos que en ciertos momentos de su vida pasó por la extrema austeridad del sadhu renunciante (dicen que comía un grano de arroz al día), en otros llevó la cómoda vida de un príncipe opulento (en donde ni la muerte ni la miseria ni la enfermedad existían en aquel reino), y en otros períodos fue el consejero de un hombre poderoso quien lo llenó de riquezas. La vida de Siddharta nos dice una cosa totalmente opuesta a las enseñanzas de su vida como buda. Pareciese que nos dijese: “toquen los extremos, sacien su curiosidad, develen el misterio”. Los sucesos biográficos de grandes hombres, tantos históricos como mitológicos, pueden comunicar verdades más profundas de lo que comunicaron verbalmente en forma de axiomas y máximas.

Abraham, profeta del Único Dios, cuyos actos iban en contra de toda moral. Fue quien estuvo a unos cuantos centímetros de cortarle el cuello a su propio hijo. Este sacrificio, que Abraham iba a realizar por mandato de Dios, va probablemente en contra de todo precepto moral. Kierkegaard realiza un profundo análisis de este suceso y concluye que Abraham es el máximo ejemplo de un hombre religioso, ya que él realizó un acto totalmente absurdo, irracional, insólito: saltó al vacío para conocer a Dios, o aún más terrible, nos dice sólo saltando al vacío, solamente estremeciéndose y temblando ante el abismo, uno conoce a Dios.

Podría entenderse, con este relato bíblico, que cualquier acto, el más ruin, se vuelve sagrado si es que es en nombre y voluntad de Dios. Algo similar ocurre con los Diez Mandamientos: no existe mérito si un hombre cumple con los mandamientos, motivado por la conclusión de su propia lógica humana. Sólo quien cumpla los mandamientos como un deber divino es quien se acerca a Dios. Más que acatar tal o cual mandato, lo fundamental es actuar desde Dios. Puedes matar a tu hijo en nombre de Dios, nos diría Abraham.

Sin embargo, el relato sobre el intento de sacrificio de Abraham a su hijo Isaac oculta un mensaje oculto, sutil, el cual podría dar una respuesta al conflicto Palestino-Israelí. Abraham no podía engendrar un primogénito con Sarah, su infértil mujer, hasta que un ángel les llevó el mensaje que les será concedido un hijo, el cual se llamó Isaac. Este hijo sería el continuador de la Promesa Divina, heredero de la sabiduría de Abraham, continuador del pueblo judío. Vale decir, sin Isaac, el pueblo judío no existe. Y sin embargo, Abraham estuvo dispuesto a degollarlo y con eso cortarle el cuello a todo el futuro pueblo judío. Todo esto como sacrificio en nombre de Dios. Acá reside un mensaje y una propuesta, desde Abraham hacia el pueblo judío contemporáneo: estén dispuestos a sacrificar a Jerusalem y convertirla en tierra de todos, lo que equivaldría decir en tierra de nadie: realizar un acto de profunda abnegación y renuncia, y sacrificar dicha tierra para que se convierta en un terreno internacional, tanto de judíos, como de palestinos. Sería el primer acontecimiento histórico en donde, en nombre de la Paz, un terreno se libre de puño y dueño, como un monumento-recordatorio de que existe un solo Amo real.

Y quizás, igual como un ángel detuvo la daga empuñada de Abraham y Dios lo bendijo con la Eternidad, quizás al pueblo judío le suceda algo similar cuando realice dicho sacrificio absurdo, irracional, insólito: la bendición de que todo un pueblo salte al vacío y se estremezcan ante Dios.

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Un comentario

  1. ¿¿»Podría entenderse, con este relato bíblico, que cualquier acto, el más ruin, se vuelve sagrado si es que es en nombre y voluntad de Dios»?? Creo que es un poco apresurada la conclusión. A lo más podrías concluir que si Dios mismo te ordena hacer un acto ruin este estaría validado (lo cual es interesante, ya que entraríamos a la pregunta de qué se define como un acto ruin, si hay una moral absoluta o relativa, etc.,pero eso es harina de otro costal). Pero decir que uno puede decidir hacer algo ruin en nombre de Dios y que eso se llamaría sagrado es incorrecto. Especialmente si la Torá es vista como la expresión de la voluntad de Dios, entonces hacer algo ruin (que esté prohibido por la Torá) en ningún caso sería algo sagrado (ya que estarías yendo explícitamente en contra de Su voluntad!).

    saludos,

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