Desnudarse

por NICOLÁS SENERMAN, Est. Psicología, U. del Desarrollo.

Difícil es escribir, pues en la escritura uno se entrega, se desnuda, y desnudarse nunca es fácil. Entregar gratuitamente lo más íntimo que uno tiene parece una hazaña desproporcionada para una persona sencilla y ordinaria. Alguien así, avergonzado de su intimidad pueril y habitual, podría exclamar —¡No tengo nada que contar!— ¿acaso una persona corriente atesora algo más que anhelos fantásticos de felicidad y una que otra perversión?

La escritura es un medio un tanto caótico: quien escribe sabe lo que escribe pero ignora lo que los demás entienden. En cierto sentido, es el lector quien define primero el significado de la obra, pero ¿definirá él también su valor? Por eso el miedo recurrente al dibujar los párrafos, esperando que el ojo que juzga no padezca daltonismo. Desnudarse frente a una multitud de jueces con lentes deformes, parecería no ser buena idea.

¿Es eso lo que estoy haciendo? Detente. Por favor, detente. En nuestra mente, como en el cuerpo, se observan decenas de prendas que estorban la visión. Nuestra identidad se encuentra disfrazada, y las letras se imponen decorosamente cuando intentan desnudarla. ¡Qué ironía, qué rareza! Entre más hable de mí, menos de mí sabrán. ¿Cómo desnudar entonces, cómo ser sincero?

Pareciera que las letras no son suficientes; ¡apenas sé quién habla! ¿Yo que escribo o tú que lees? Desearía estar frente a ti, pero en seguida me encuentro dentro. ¡Hasta una voz me has puesto! Estoy desecho. Mis raídos pensamientos ahora algo dejan entrever. No hay lentes, no hay ojos, tampoco jueces. Solo esta voz y lo que ella piensa.

Publicaciones Similares

Un comentario

Responder a Sofía Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *