La verdadera Civilización

por GABRIEL MINOND, Est. Medicina, U. de Chile.

 

¿Cómo nos alejamos tanto de las tribus que alguna vez fuimos? ¿Es posible vivir sin tanto “relleno”? En nuestro afán europeo, intentamos civilizar a aquellos que consideramos incivilizados con nuestras leyes y modos de vivir, sin embargo, ¿son éstos necesariamente correctos?

La serie-documental “Tribal” trata de un sujeto inglés que por un mes vive con una tribu ajena a nuestra civilización, que vive de forma llamada “primitiva”, adosándose a sus estilos de vida y tradiciones para “simular” que es uno más de la familia. Entre estas tribus de distintas partes del mundo, hay algo en común: si bien están en constante disputa y pelea con las tribus iguales a las propias, son capaces de aceptar a alguien distinto, a pesar de las evidentes diferencias.

Los Kombai son una tribu que vive en Indonesia, en la provincia de Papua. Son conocidos por vivir cuasi desnudos en casas sobre los árboles, y por practicar el canibalismo. Lo que más demonizamos es que sean caníbales. Esta práctica no era una forma de alimentación, sino una forma de defensa contra las otras tribus, cuando alguna persona asesinaba a algún ser querido: aquellos que asesinan a sus seres queridos son espíritus malos, por lo cual, tienen como único deber, vengarse, asesinarlos y comerlos, para así restablecer el orden natural. Son tribus que viven en constante miedo y terror que los ataquen las tribus vecinas, desconfiando mucho del resto, y por eso viven a 20 metros de altura. Un porcentaje de la tribu fue evangelizada por los cristianos, y aquellos que siguieron el cristianismo se sienten aliviados porque ya no viven en terror, sin embargo, otros prefirieron mantener sus tradiciones y religión, y seguir viviendo como lo hacían desde siempre.

Bruce Parry, el protagonista del programa, inicialmente llega al lugar donde habitan los evangelizados, donde pide ayuda al sacerdote para que los introduzca con los Kombai de los bosques. Sin hablar el idioma, al arribar al bosque es emboscado por los Kombai, quienes asustados desconfían y lo amenazan con sus afiladas flechas de madera; él les ofrece tabaco a los agresores, y luego de unos minutos, lo desnudan, lo aceptan, y lo llevan con el resto de la tribu. Cada vez que el hombre blanco pasaba por los árboles, a pesar de estar acompañado por otros hombres Kombai, era nuevamente emboscado, y él repetía nuevamente este ofrecimiento; hasta que finalmente aceptan que se quede, pero aún estaba en evaluación, por lo cual tiene prohibido subir a las chozas en los árboles.

Él acepta, y al pasar los días del mes, los acompaña a cazar, come lo que ellos comen y sigue los modos de vida que ellos tienen, hasta que con humor es aceptado como un hermano, le permiten subir a las chozas y dormir como ellos, le enseñan a cazar, cocinar animales sin ollas, comer larvas y usarlas para limpiarse el cerumen de las orejas, también a fumar con bamboo, talar árboles con hachas de madera, bailar y disfrutar como ellos. Hasta se perforó la membrana bajo el tabique nasal y vestir collares hechos con dientes de perro. Todo esto sin hablar su idioma, solo comunicándose con señas, y cada uno en su respectivo idioma, solo de vez en cuando el sacerdote cristiano estaba con ellos, y le traducía algunas cosas.

Al pasar el mes, cuando ya era momento de despedirse, los Kombai, luego de decirle que llorarán cuando él se vaya, sacrifican un cerdo doméstico (equivalente al dinero), lo comen, y le hacen una despedida.

Los Kombai, viviendo constantemente en agresividad, miedo y violencia, son capaces de aceptar a este hombre diferente, con físico, costumbres, idioma y mentalidad distinta; y no solo aceptarlo, sino abrazarlo y llorarlo como un hermano, en tan solo un mes. Esto último no solo con los Kombai; se repite el mismo patrón tras cada capítulo, con cada tribu, por más alejadas que se encuentren unas con otras.

Si para ellos fue tan simple abrazarlo como igual, ¿por qué para nosotros es tan difícil hacer lo mismo con otros? Y se nos hace tan fácil y natural criticar, remarcar las diferencias, marginar y agredir a aquellos que no visten, hablan, se ven o piensan de la misma forma que nosotros. ¿Qué necesitamos para amarnos y sentirnos realmente como hermanos?

Despidiéndose y agradeciéndole al jefe de la tribu Suri en Etiopía por su hospitalidad y protección, le responde: “Nosotros somos uno. Todos tenemos 5 dedos en cada mano. Todos tenemos 2 ojos. Todos tenemos 2 orejas. Todos tenemos 1 estómago. Todos somos uno. Recuérdame, no me olvides nunca”. Tal vez, deberíamos dejar de civilizar a los otros, y empezar a ser más civilizados.

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *