Perro Judío, Palestino de mierda

por JONATHAN RAPAPORT, Psicólogo, U. del Desarrollo.

 

En segundo básico entre a un colegio judío. Desde entonces, no salí nunca más del círculo de la comunidad judía. Mis papás pensaron que era lo mejor, que dentro de él iba a estar más seguro, más protegido y que no sería blanco de discriminación. Pensaron que esa “burbuja” (como nos enseñan a llamarle implícitamente en el hebreo) era impermeable. Casi le achuntaron, pero no previeron que participaría de instancias que me enfrentarían a otras “burbujas” y que sí sería blanco de discriminación, incluso de agresiones físicas.

Entré al equipo de fútbol del Estadio Israelita. Pensaron que ahí estaría más seguro que en otro equipo de fútbol. Casi le achuntaron, pero ¿qué pretendían? ¿Qué jugáramos arco peleado entre nosotros? Obvio que jugaríamos contra otros equipos y otras “colonias” igual de burbujas que la mía. Lo común en un partido de futbol es que aparezcan saludos a las madres, pero en nuestro caso lo que más escuchábamos (además de los saludos a nuestras queridas madres) era la evocación al glorificado Hitler. Jugar contra el Manquehue, representante de la colonia alemana, era además de triunfo seguro, un mal rato. Jugar en el Estadio Palestino significaba bombos y platillos en las galerías, acompañados de cánticos “antisemitas”, y así pasaba con al menos la mitad de los equipos, en donde más de un fin de semana me dijeron Perro Judío. Estábamos acostumbrados, tanto que naturalizamos las agresiones, aceptándolas inconscientemente.

Pasé así toda mi etapa escolar, desarrollando sin saberlo un mecanismo de defensa, Identificación con el Agresor. Recibí tanto odio que terminé introyectándolo, perfeccionándolo y proyectándolo en su máxima expresión. Entré a la universidad y me sentía absolutamente preparado para agredir a cuanto imbécil me agrediera. En más de alguna oportunidad, comentábamos entre amigos judíos cómo nos defendimos del chiste del “Goy estúpido” en la sala de clases, o de la acusación del “paisano de mierda” que nos acusaba de ladrones de tierra, y así fueron pasando las anécdotas.

Estuve en esa posición esquizo-paranoide más agresiva que pasiva poco más de un año. Me era cómoda. Me agredían y yo agredía, me ofendían y yo ofendía, hasta que quise dejar de ser un Neardental. Quise salirme del círculo que importaba el conflicto de medio oriente a Chile. Quise dejar de ser cómplice y me di la oportunidad de conocer a esos paisanos de mierda que estaban cerca de mí.

Conocí a estos paisanos y ellos me conocieron a mí. Sorprendentemente, tienen la misma cantidad de huesos y músculos que nosotros. Sin decir una sola palabra, hicimos un pacto de no hablar ni de religión ni de tierra, y cuando este tema aparecía, todo se solucionaba con humor. Conocí sus casas, y al igual que en la mía tienen símbolos que representan la tradición de su historia. Conocí a sus familias, y al igual que en la mía hay quienes integran y se integran, y hay quienes se cierran, excluyen y discriminan. También conocí sus amigos, unos aplaudían el hecho de ver judíos y palestinos compartiendo en el mismo patio y otros lo reprochaban y juzgaban como la peor traición. Hubo momentos críticos en los que me hervía la sangre y se me habría hecho más fácil usar las manos que las palabras, así como también hubo momentos en los que no quedó más solución que dar media vuelta e irse.

Solía creer que el conflicto árabe-israelí en Chile era el mismo conflicto árabe-israelí de medio oriente, pero no. Aquí se vive una Guerra Fría entre ambas colonias, aquí no nos matamos físicamente, aquí matamos el derecho y privilegio de la amistad, matamos la posibilidad de derribar mitos y crear lazos. Pero me aburrí.

No es fácil ser judío y entrar a la casa de una familia árabe, uno no sabe cómo te van a recibir, que cara te van a poner o si harán algún comentario, tampoco es fácil ver el mapa de Israel con los colores de Palestina y convencerlos que se dice narguila y no arguile, pero a todos debemos darle una oportunidad. Ellos también tienen una historia, del otro lado del muro.

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8 comentarios

    1. Creo más en la semántica que en la literalidad, y creo que desde la simplicidad que le quiero dar a este mecanismo, le puedo poner un nombre a un fenómeno que nos pasa a muchos judíos y árabes, quienes nos identificamos con la agresión y creemos en ella la única forma de defendernos. Se que el mecanismo es bastante más complejo, y podría dar para varios comentarios de discusión, pero eso también es uno de los problemas de la psicología, que tiene tantos conceptos tan profundos que han sido creados para explicar fenómenos complejos, que finalmente los únicos que entienden los conceptos son los psicólogos (y si es que) y el común de los mortales quedan ahí, tratando de entender porqué les pasa lo que les pasa.

      Saludos fan de Ekman y gracias por leer.

  1. me parece que es un poco inmaduro decir que la razon por la que nuestros padres nos ponen en el colegio hebreo es para «protegernos» y mantenernos en la «burbuja» de la comunidad…yo creo que simplemente lo que quieren hacer es darnos una educacion judia y la oportunidad de que podamos conocer nuestras raices y aprender de nuestra historia. Porque en la universidad o en la casa de un amigo arabe, por mas bueno que sea, no la vamos a conocer….y es nuestra historia, aquella por la que nuestros antepasados estuvieron dispuestos a morir…
    yo le daria gracias a mis papas por enseñarme lo que me han enseñado…

    1. No hablé de las intenciones de tus padres, ni la de los otros padres de mis compañeros, hable única y exclusivamente de los míos, pero comparto tu opinión que también lo que buscan es que conozcamos nuestras raices, a pesar de que el el colegio no es el único modo de hacerlo. Yo también le doy las gracias por haber decidido meterme en el hebreo. Ahí conocí por lejos las mejores personas de mi mundo.

      Saludos,

  2. Mi experiencia ha sido completamente diferente a esa, es verdad que he recibido insultos y discriminación por parte de otros grupos o de grupos palestinos o arabes, pero diría que son contadas con la mano. Mi grupo de amigos de hace más de 12 años, incluye judios, alemanes, arabes, palestinos, diferentes colegios, diferentes realidades económicas, etc. He estado en casa de todos ellos con sus familias y tradiciones, he compartido sus celebraciones y sus penas y nunca en la vida me han discriminado ni me han hecho sentir diferente, excluido, rechazado o discriminado si no todo lo contrario, y en innumerables ocasiones han sido los mismo palestinos los que nos han defendido de agresiones como esas. Mi mejor amigo es arabe y sus hermanos y su familia completa siempre me han tratado como un hermano o un hijo, al igual que mi familia a el y su familia.
    El problema Arabe-Israeli en Chile no tiene nada que ver con el problema real Arabe-Israeli. Acá lo que hay es ignorancia y afán de molestar a otros por ser diferentes, pero eso no pasa por ser Judio o Arabe, eso pasa por un problema de sociedad y de falta de cultura de un país completo y que se refleja en cualquier persona que sea diferente.

  3. Hay que ser precavidos…. el.pueblo judio puede ser agredido solo por ser….eso en occidente al menos no tiene parangon. Y lamentablemente la historia esta manchada de sangre por milenios.

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