Máquina de metáforas

por EDUARDO JIMENEZ, Est. 4to Medio, Instituto Hebreo.
 
¿Qué es eso? Con el cierre de la interrogación, me pegó en la frente la soledad que acompañaba siempre a estos melancólicos y cursis cuentos de domingo por la tarde. Ante un halo de luz que rebotó en mi frente, llegó la respuesta.
Si no es una de esas máquinas de escribir del siglo 21, que me reviente un hipopótamo psicodélico. Cabe convenir que al universo no le gustan las grandes manifestaciones irracionales, por eso esto tuvo el mismo efecto práctico que encontrar un carabinero rubio, prácticamente imposible.
Como en el año 2120 la gente no acostumbra a escribir a «máquina», me encontré con una reliquia más valiosa que el agua potable. Por esta pieza invaluable, los coleccionistas se volverán locos, y los locos se volverán coleccionistas.
Traté de quitarla del escritorio que la sostiene, pero el vejestorio, imbuido en polvo ancestral, reaccionó de la misma manera que lo haría un koala con bradicardia apunto de dormir una siesta. Ante mi imposibilidad de moverla, conseguí el mejor taburete que pude improvisar con algo etiquetado como piano de cola. No entendí por qué la compañía que gobernaba al mundo, The Coca Cola Company, se dignaría a hacer un piano. Me senté en mi cómodo y musical taburete y coloqué la hoja inmaculada de papel blanco.
Aquí voy – repetí en mi mente, antes de lanzarme de lleno a escribir el renacimiento de la obra de impresión instantánea, que sellé con la imponente y única frase que entró en mi mente en ese microsegundo que demoraron mis manos en tomar posición. Más rápido que la velocidad de la oscuridad, que siempre llega antes que la luz, desplegué con tinta:
«La idea del hombre es el sueño de los dioses». No la entendí. Ni siquiera sé si la escribí yo. La máquina me miró a los ojos, tan fijamente como lo puede hacer un objeto inanimado, tratando de transmitirme la conciencia de sus previos propietarios.
Una sinapsis más tarde lo comprendí. ¿Por qué vivir solamente una vida?  Puedo vivir miles en las metáforas.

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