Teletón, 27 horas de codicia y 364 días de olvido

por DAFNA GOLDSCHMIDT, Arqueóloga, U. SEK.
 
Una vez más, empieza la campaña de la Teletón, esta vez con el slogan de «Teletón somos todos». Políticos, rostros de la TV  y numerosas empresas e instituciones, incluyendo los canales de TV, se coluden en post de «27 horas de amor», donde Chile, por una vez en el año (desde 1978), se acuerda de las personas con “capacidades diferentes”, antaño discapacitados.
Pero de paso, de manera descarada, se exacerba y se hace publicidad a diversos bienes de consumo y retail, con el chantaje que si la población compra en la empresa que se publicita, dicha empresa se pone con lucas para la Teletón, o incluso aún más patético, cuando la “mina rica”, potencial rostro en TV, a cambio de la generosidad de la gente y de las empresas, se sacará la polera, trampolín perfecto para la fama en nuestros decadentes medios de comunicación.
Lo cierto es que las empresas se mueven con una ética que el resto del año es inexistente para estas personas, y lo mismo aplica para el Estado. Creada en dictadura y con una creciente exportación hacia otros países, la Teletón es el reflejo perfecto del capitalismo imperante, permitiéndole al Estado lavarse las manos respecto a la situación que viven miles de chilenos día a día.
La historia de cientos de casos, dramas del día a día para miles de personas, se convierte en un evento televisado que busca apelar a nuestra emotividad y a la caridad, pero no necesariamente a la solidaridad. ¿Realmente, todos ganan con la Teletón? Los centros de rehabilitación hacen una labor importantísima pero el evento televisado me resulta siniestro, tal como en su momento lo señaló Gladys Marín[1].
La Teletón, como evento televisado, vulnera la integridad de los niños y banaliza la frustración que implica tener capacidades diferentes en un país como Chile, haciendo de ello un show con propagandas, chantajes de ayuda y su cuota de morbo, finalmente fomentando la idea de discapacidad y de superioridad condescendiente, misma condescendencia que promueve la caridad o sustento de esas personas que, por diversas condiciones, viven de las limosnas en la calle por falta de oportunidades.
En nuestra sociedad, la inclusión en muchos aspectos es deficiente, siendo la Teletón un evento que sólo promueve esta triste realidad. Lamentablemente, la idea de discapacidad que proviene en parte de la Teletón se superpone sobre la idea de capacidades diferentes, y en gran medida es sinónimo de mendicidad, como los travestis son sinónimos de prostitución.
La rehabilitación debería ser un derecho y no un «favor caritativo» que se fomenta sólo en esas 27 horas nefastas que sirven descaradamente para fomentar la codicia de algunos, vulnerando los derechos de los niños.
Ojalá en un futuro me vea obligada a comerme mis palabras, pero me da pánico pensar que si alguna vez soy mamá y no tengo el dinero para costear la rehabilitación de un hijo, lo tenga que exponer frente a todo Chile en cadena nacional. Sólo a costa de esa exposición forzosa, banal, morbosa y desesperada, es posible lograr acceder a un tratamiento en alguno de los 13 centros repartidos en el país, vulnerando su derecho a un trato digno y privado.
 
[1] http://www.youtube.com/watch?v=ltmvewHQXrg
 

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