Los judíos que no aceptan lo judío

por MATIAS DOBZEWICZ, Mazkir Noam Argentina. Est. Pre Rabínico, Seminario Rabínico Latinoamericano. Seminarista Comunidad BAMI. Docente, Escuela Técnica ORT.
Cualquier conversación que abordemos en cuanto al Kotel, a las conversiones al judaísmo, a la Ley de Retorno, al reconocimiento en cuanto a quién es judío, al status quo o a la ley Tal, va a generar, como mínimo, posiciones encontradas. Como judíos, tenemos distintos puntos de vista, de acorde a nuestras historias personales, corrientes religiosas a las que estemos afiliados o lineamientos políticos que nos representen. ¿Seguimos siendo judíos a pesar de nuestras diferencias, o algunos dejamos de serlo? ¿Algunos son más judíos que otros, o mejores? En las últimas semanas, distintos y lamentables hechos han puesto en duda estas simples preguntas, llenándolas de controversia.
El gobierno israelí decidió dar un paso atrás en cuanto al espacio igualitario del Kotel, retrocediendo pasos agigantados en cuanto a la relación de la coalición gobernante con los movimientos conservadores, reformistas y liberales, y con la gran mayoría de los judíos de la diáspora. Tuve el honor de estar presente en la marcha de Nashot HaKotel (Las mujeres del muro) en un rosh jodesh, donde se leyó por primera vez la Tora en voz de una mujer en la explanada del muro, siendo testigo de todo tipo de agresiones por parte de estudiantes de yeshivot ortodoxos e intolerantes.
Los ortodoxos alegan representar la voluntad del pueblo judío, cuando en realidad, lo hacen sólo en pos de unos pocos que no están dispuestos al diálogo y que no sabían siquiera de la existencia de judíos fuera de Israel y Estados Unidos. Son tan radicales y extremistas, que prefieren romper una Tora, sabiendo lo que esto implica y su extrema prohibición, a que una mujer la porte en sus manos. Al vivir esta experiencia, decidí convertir esa sensación de angustia y enojo, en seguir profundizando estos temas y terminar de confirmar que no existe prohibición alguna para la mujer de leer de la Tora.
Estamos atravesando los días de Bein HaMetzarim, entre las estrecheces, aquellos días de angustia y dolor que transitamos desde el 17 de Tamuz, día que recuerda cuando los romanos atravesaron las paredes de la ciudad de Jerusalem en el año 70, hasta que llegamos al 9 de Av, cuando el Beit HaMikdash, nuestro sagrado templo, fue destruido, iniciando nuevamente el exilio del pueblo judío y la prohibición de vivir en Jerusalem. Nuestros sabios nos dicen que esto ocurrió por el Sinat Jinam, el odio gratuito entre hermanos.

Es toda una amarga paradoja que, a pocos días de comenzar este triste período, se publique la lista negra del Gran Rabinato de Israel, donde 160 rabinos de todas las corrientes religiosas son expuestos y humillados. Sus nombres son puestos en duda, y sus certificados matrimoniales y de conversiones son rechazados, rechazando también la «validez» de los judíos que acudieron a ellos.
La Rabanut viene aquí a dudar sus prácticas judías halajicas, cuando son 160 rabinos que generan espacios vivenciales significativos para miles de judíos a lo largo del planeta. Día a día, shabat tras shabat, jag tras jag, generan de cada beit hakneset, de cada comunidad y sinagoga, un espacio donde poder seguir viviendo una tefila como nuestros antepasados hicieron. Rabinos que alimentan la vida judía de decenas de miles de judíos, que llenan de sentido y significado judío a miles de familias judías, y que el rechazo de la ortodoxia los aleja, fomentando la asimilación.
Ojalá que mi nombre algún día esté incluido en esta lista, porque significa que voy a ser Rabino y que me voy a dedicar a crecer y enriquecer la vida judía de una comunidad, de sus jóvenes, matrimonios y de todo mi pueblo. Más que lista negra, una lista de personas honorables a las cuales deberíamos dirigirnos con respeto y admiración por dedicar sus vidas a causas tan nobles e importantes como la vida espiritual y la enseñanza de los valores más profundos de nuestra sabiduría ancestral. Con orgullo vería mi nombre publicado junto a estos 160 tzadikim, hombres justos entre nosotros.
¿Por qué en vez de hacer una búsqueda intensiva y un linchamiento digital de estos 160 rabinos, el Gran Rabinato no trabaja para poder generar un espacio sano de convivencia, de diálogo, de encuentro, para empezar a achicar las distancias que tenemos entre movimientos? El tikun olam empieza puertas adentro, si no trabajamos para tener una kehila más sana, sin odios internos, sin necesidad de luchar por convencer al que no tiene la misma perspectiva de lo judío que uno, no vamos a llegar nunca a completar la creación divina en la Tierra.

Hay que apostar al diálogo, a la conversación, a poder reconocernos como iguales en nuestras diferencias, y a no tratar de imponer nuestras prácticas por sobre las de otros. Sigamos construyendo puentes para el diálogo sano intrareligioso, trabajemos por un Estado de Israel que lo podamos reconocer como un estado judío, pero sin etiquetas de lo que es o no es judaísmo “verdadero”.
Sólo así vamos a poder recordar Bein HaMetzarim como algo que pasó, y no como algo que puede pasar otra vez. No demos lugar como kehila y como país a esta nefasta e impresentable «lista negra». Sobrados son los ejemplos en nuestro pueblo, y en tantos otros, que cuando desde adentro surge el sinat jinam, no queda otra cosa que la destrucción o la dispersión. ¿Acaso estamos esperando que se destruya Israel para entender? La vergonzosa y horrible acción del Gran Rabinato exige que todos los judíos del mundo debamos esforzarnos mucho más por reparar este y los demás males de nuestra sociedad.

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0 comentarios

  1. Puntos (muy) interesantes algunos, pero profunda contradicción pues tu reflexión tb parece estar cargada de «odio» hacia la ortodoxia.
    Al final nadie está exempto de los mismos errores humanos. Tu tampoco. Yo tampoco.
    Mejor es dedicarse a juzgarse c/u a uno mismo, sin mirar tanto lo que otros hacen.
    Saludos!

    1. Ale Berlin, si bien todos tenemos una postura para cada tema, en mi artículo trato de mostrar en donde se radica el conflicto y no atacara a ninguna facción.

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