Estalla el Antisemitismo en Chile

por ROBERTO FELDMANN, Rabino.
 
Quiero abrir mi corazón. Todos los judíos y judías de Chile, cual más cual menos, estamos viviendo abuso y maltrato. Esas palabras no dicen mucho. Cada judío, cada día, vive daño, experiencias que le maldicen más profundo de lo que quizá estemos dispuestos a admitir. Quienes nos acusan, aíslan, demonizan, quienes nos acallan, son palestinos, pro-palestinos, muchachada en rebaño, periodistas ignorantes, dirigentes políticos odiosos. Y son demasiados.
Se desbordó el cauce antisemita, el que instintivamente sabíamos – las más de las veces – evitar. Ahora, el caudal es tal, que ya no lo podemos esquivar. Es tan desvergonzado, violento, atropellador y ubicuo, que no podemos mirar para otro lado. Y en ese trance, recurrimos a mecanismos de defensa.
Sufren emocionalmente tanto quienes dan la cara por nuestra comunidad en roles de liderazgo, como aquellos que viven el daño psicológico en soledad o en la impotencia de no poder recurrir a nadie por apoyo. Mi corazón les abraza a ambos, a todos. Estamos angustiados, ansiosos. Nos sentimos indignados y agraviados. Y nos sentimos desamparados, solos. No es mi intención ni el análisis ni la queja. Simplemente soy consciente de que no soy el único, sino muy por el contrario: expreso algo que, cual más cual menos, todos estamos experimentando.
Tras leer el artículo tendencioso, tras leer el eslogan odioso, tras el comentario diario, tras tropezar en internet con antisemitismo maquiavélico, en el que su odio de excusa religiosa, nacionalista, anticapitalista o anticomunista, se mezcla con el odio más de moda hoy: el odio al estado judío, el antisemitismo político, el odio a Israel, o al “sionismo”, que es simplemente nuestro movimiento independentista.
El continuo es claro: la táctica es demonizar a Israel. La estrategia es deslegitimar a Israel. Y el objetivo es desmantelar a Israel. Conlleva forzar a judíos a renegar de Israel, a concebirnos “de religión judía”, y negarnos como pueblo. Jamás aceptes eso. No eres parte de una “religión”. Somos un pueblo, y nuestro estado, el estado judío de Israel, es nuestro derecho.
Nadie, en nombre de ningún progresismo, humanismo, o planteamiento político, puede negarte tu derecho a ser parte del estado judío como manifestación de tu ser miembro del pueblo judío. Nadie. Ni un millón de pañoletas y pancartas, ni un millón de gritos con megáfono, ni empujones ni interrupciones que te acallan cuando pides la palabra. Y si no la pides por temor, no dejes que te recorten, definan, fragmenten.
Nunca permitas ceder a la tentación de que te acepten en la medida en que accedes a ser un judío “buena onda”, uno que escupe a su identidad, su pueblo, su estado, su derecho. No aceptes nunca ser un perrito faldero de los ignorantes y de quienes nos odian. No permitas que te usen. Jamás. No se trata de un gobierno así o asá en Israel. Ninguno es perfecto. No se trata de Haifa o Jerusalén para un partido de fútbol. No se trata de otra cosa que de quitarte tu derecho a existir como parte del pueblo judío. No complazcas: a los conversos los buscaron y los quemaron en las hogueras de la Inquisición. A los que mostraban sus medallas de heroísmo nacionalista los pusieron en el mismo tren con destino al exterminio. No caigas en la trampa.
A ti, que te sientes sol@, a ti que pierdes la amistad de colegas en el trabajo o compañeros de universidad. A ti, que nunca tomaste en serio que podría suceder aquí – yo tampoco lo supuse – a ti te envío mi abrazo. A ti, que fuiste a la televisión, a la radio, al foro, y volviste con amargura, sintiendo críticas cuando diste la cara, te envío este abrazo. A ti, que te escondes en una fantasiosa grieta de “no ser ‘religioso’ “, de “no ser sionista», de “saber poco” y cualquier otra excusa fuera de tiesto. A ti, que sientes que esto no te toca o no te concierne, a ti te doy este abrazo.
A ti, quien cree que exagero, que no es para tanto, y que empina la manía o la negación como mecanismo de defensa, a ti te envío mi abrazo. A ti que callas, que sientes pena, confusión, rabia, impotencia, que te sientes desorientad@, a ti te envío mi abrazo. Mi abrazo y mi llamado: podemos enriquecernos si tomamos esto como una oportunidad para dar el paso tan postergado por mañosos, y al fin asociarnos a una comunidad, a una institución o gregariedad judía, a donar y participar, a dar protagonismo, no clientelismo.
Si no eres observante, no se te van a caer tus laicos principios, ni significa estar de acuerdo con todo cuando te sumas. Significa que, ante los que odian, tergiversan y trafican eslóganes, tú tienes claro quién eres, de dónde provienes y a qué pueblo perteneces.
Nadie te quitará tus neuróticas crónicas de disidencias, eso sólo confirma cuán judío eres en tu idiosincrasia. Tu pueblo, con su historia y misterio, con su vida real y cotidiana, te llama hoy a ser parte. Y porque la Parashá de este Shabbat, Kóraj, justamente habla del tergiversador, del engatusador odioso, del cinismo destructivo y la doble intención, esta noche encontrarás aquí mi prosa semanal del capítulo de la Torá. Ojalá te inspire y nutra. Por favor, no olvides mi abrazo.

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