Ser un eslabón de la Shoa

por MATIAS BOMSE. Seminarista, Comunidad Amijai. Est. Heschel, Seminario Rabínico Latinoamericano Marshall T. Meyer.
Seis millones de almas. Trece millones de personas.
Seis millones de ancianos, adultos, jóvenes y niños asesinados sistemática y
fríamente. Dueños de una historia, una vida que les fue arrancada por el extremismo,
la locura, la maldad, la crueldad, las miserias humanas, la destrucción y el dolor.
Trece millones de vidas judías diseminadas por todos los rincones del mundo,
que todos los días trabajan, estudian, crían a sus hijos, cuidan de sus ancianos,
recuerdan, se lamentan, se preguntan, tratan de entender…
Seis millones de seres que padecieron la insensibilidad de los necios.
Algunos, unos pocos, lograron escapar del horror. Sobrevivieron y con ellos sobrevivieron también las generaciones venideras. Yo, con orgullo me sé parte de ellas.
Mi historia está directamente ligada a la Shoá. Soy hijo, nieto y bisnieto de judíos. Siete de mis ocho bisabuelos fueron sobrevivientes del Holocausto; tres de mis cuatro abuelos
escaparon de la Shoá milagrosamente, logrando seguir entrelazando “eslabones en
la milenaria cadena de la historia del pueblo judío”. Una expresión que muchas
veces escuché , enuncié, y que siento con orgullo tan propia.
Seis millones de judíos muertos. Trece millones de judíos vivos. Y entre ellos, yo, un eslabón más.

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Un comentario

  1. No soy ciudadano israelí ni profeso la religión judía. Con ello quiero hacer constar que no me guía ningún sentimiento a favor (ni en contra) del estado de Israel en particular, o de los judíos en general, quiero, no obstante, hacer una reflexión al problema de Oriente Medio entre los palestinos y el estado de Israel
    Desde la perspectiva de una persona completamente neutral en el tema, debo precisar algunas cosas que se tienden a olvidar, hasta por los mismos israelíes y resto de judíos del mundo.
    Hubo una partición de Palestina entre los llamados hoy palestinos y los judíos que los palestinos no aceptaron. La parte que les correspondió a los judíos fue donde mas de estos había que era la zona peor, o más desértica que fue en su momento. Explicaré por que digo que fue en su momento. Todos los terrenos que poseían los judíos en el momento de la partición en 1947-1948, fueron comprados, y no se debe creer que les vendieron tierras buenas, les vendieron las peores, arenales y marismas que nadie quería y a precio de oro, de hecho Tel Aviv se fundó sobre una llanura costera, en terrenos que solían ser dunas de arena y, como tales, tenían tierras poco fértiles. A pesar de todo lo dicho los judías aceptaron (probablemente hubieran aceptado cualquier desierto siempre que estuviera en el solar del antiguo Judá o Israel). Cierto es que esos terrenos malsanos y desérticos, los judíos los convirtieron a fuerza de un trabajo titánico en tierras fértiles y espléndidas, pero les costo lágrimas, sudor y sangre. Repito una vez más, los judíos aceptaron la partición y el terreno que les adjudicaron, los palestinos no. Eso quiere decir, que los palestinos actuales podían tener su propio estado desde 1948 y sin guerras, que lo único que pensaron ellos y todos los países árabes limítrofes, nada mas proclamar Ben-Gurión el estado de Israel, fue destruir Israel. Siento lástima por los palestinos, un pueblo desarraigado y sin patria, pero se debe reconocer que jamás sus dirigentes aceptaron llegar a un acuerdo amistoso con Israel, un verdadero acuerdo.
    Se da la circunstancia, cómica si no fuera tan trágica, que tanto “cacarean” esos países árabes sobre los “pobrecitos palestinos” y los dichos palestinos viven en esos países árabes en campamentos mugrientos llenos de miseria sin los más elementales servicios para llevar una vida un poco digna. Debería proclamarse que los palestinos que viven en Israel, viven infinitamente mejor que los refugiados en países árabes que nadie quiere, que parece que eso nadie lo dice.
    José Vicente Rodríguez

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