Historia crítica: cuestionando la función de la historia y su relación con el estado. Mitos fundacionales en torno a Israel.

por DANIEL TOPAZ, Psicólogo, U. Diego Portales.

 

La historia ha sido tradicionalmente entendida como un relato que cursa como verdadero, realidad reconocida como cierta. Es decir, los hechos que describe y las explicaciones que ofrece la historia, son aceptados e incorporados al sentido común.

Sin embargo, lo que los libros de texto no nos enseñaron en el colegio, es que lo ahí publicado es apenas una visión, más o menos consensuada acerca de los hechos a los que remite. Incluso, que las explicaciones o interpretaciones pueden ser más o menos plausibles. Es más, que siempre estarán sesgadas por ideologías, paradigmas históricos, metodologías y otras elecciones, más o menos concientes, que operan como el tablero de juego y las reglas según las cuales se puede desarrollar tal descripción, postulado o teoría.

Podemos decir entonces, que al menos hay una falta de ética al entregar ciertos supuestos como axiomas, conjeturas o hipótesis como descripciones y todo esto sin comunicar en ningún instante al interlocutor quienes son las fuentes y desde que posición ideológica y/o teórica, afirman lo que afirman.

Los estados territoriales modernos han nacido en alguna medida gracias al relato nacional o “historia oficial”, el cual está constituido por un mito de origen, funciona cómo promotor de una cierta cultura que se intenta instalar y es sostenido por algunos rituales, que pueden ser celebraciones, conmemoraciones, incluso las elecciones de autoridades y el censo.

En los tiempos de Napoleón se decía que Francia existió antes que los franceses. Con ésta frase se aludía a como el relato nacional había sido instalado desde “arriba”, en un esfuerzo por homogenizar a su población y cohesionarla bajo ciertos estandartes.

El estado de Israel, uno de los más jóvenes que existen en nuestro orden mundial, opera en la misma lógica de los estados decimonónicos, existe un mito de origen que legitima su existencia.

El estado judío subraya como un elemento fundacional la Shoá. Un suceso que afectó mayormente a los judíos ashkenazies. El himno nacional, en tanto artefacto que refuerza el mito de origen Israelí, hace directa alusión al carácter ashenazí del estado. En primera instancia el Hatikvah está basado en una melodía popular rumana. En segundo, la frase “mirar al oriente” para referirse a la conexión con Jerusalén como capital nacional, es una referencia que excluye a todos los judíos del norte de África, de la península Arábiga, a los judíos iraquíes y los persas.

Estos cuestionamientos a la “historia oficial” israelí  llevan años circulando en la sociedad israelí y fueron puestos en la agenda por el movimiento de las Panteras Negras en los años 70, que era una agrupación mayoritariamente formada por mizrahies (judíos orientales) que intentaron despojar de su lugar hegemónico a la cultura occidental.

Por otro lado, desde la academia, surgen voces en la década del 90 que cuestionan la mitología oficial acerca de la guerra de 1948 que empieza con la proclamación del estado.  Una camada de historiadores críticos comienzan a tensionar los supuestos que habían sido levantados como axiomas y que habían estado profundamente arraigados en la sociedad israelí y en las comunidades de la diáspora, ideas que habían incluso permeado a las sociedades civiles en otros países.

Como ciudadanos concientes y alertas, debemos entender que la historia puede servir ciertos propósitos, los cuales no aceptamos. En ese sentido es importante entender que la historia es una fuente abierta al pensamiento crítico y que es nuestro deber no permanecer “aborregados” aceptando todo lo que se nos dice. La historia es un lugar ideológico por excelencia y es posible despojarle de algunas investiduras para aumentar nuestra comprensión.

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