El chantaje ortodoxo: un nuevo lamento para Israel
por URIEL ROMANO, Rabino, Asamblea Rabínica Conservadora.
Millones de judíos, dentro y fuera de Israel, nos encontramos abandonados por un Estado que apoyamos y que amamos. Pero para el Estado de Israel, somos oficialmente judíos de segunda. Nuestros casamientos son casamientos de segunda, nuestros conversos son conversos de segunda, nuestros rabinos son rabinos de segunda e incluso se nos prohíbe hacer uso de la palabra “kasher” para etiquetar productos supervisados por nuestros rabinos, ¿cómo llegamos a esto?
Hace 1947 años, en el año 70 d.e.c, el Segundo Templo de Jerusalén fue incendiado y destruido por las legiones romanas. Del monte del Templo, no quedó nada. Lo único que se mantuvo fue una simple pared de las cuatro que bordeaban el monte. Años después, los judíos fuimos expulsados de Jerusalén. Ya no había Templo y ya no habían judíos en Jerusalén. Recreamos, en Israel y en la diáspora, un judaísmo sin Templo; sin embargo, en la memoria colectiva y en las plegarias, lo anhelábamos: nuestro centro político, religioso y cultural por casi un milenio.
El Templo nunca se reconstruyó, sin embargo, esa simple pared fue tomando un significado especial. Durante la edad media, a los judíos les era permitido entrar solamente a Jerusalén el 9 de Av (en recuerdo de nuestras grandes tragedias, especialmente la destrucción del Templo). Aquel día, devotos judíos lloraban acariciando las piedras, único remanente del lugar. Así, los cristianos lo llamaron “el muro de los lamentos”, pero para los judíos, desde antaño le dimos el nombre de “Kotel HaMaaraví” o “muro occidental”.
Al regresar los judíos a la tierra de Israel a mediados del siglo XIX, el Kotel comenzó a ser un lugar de encuentro y de peregrinación. El Kotel nunca estuvo dividido. Los 70 metros aproximados que tiene “la parte que conocemos” era un lugar de rezo colectivo e individual durante generaciones. Las fotografías (irrebatible prueba) de la época, a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, muestran hombres y mujeres rezando juntos.
Sin embargo, con la creación del Estado de Israel, para ganar el apoyo de la comunidad ultra-ortodoxa que residía en el país, Ben Gurion llegó a un acuerdo: la comunidad ultra-ortodoxa manejaría y tendría el monopolio de las cuestiones religiosas del Estado (casamientos, conversiones, Kashrut, entierros y el control de los lugares “sagrados”). Desde 1949 hasta 1967, los judíos no pudimos acceder al Kotel por estar bajo ocupación jordana. Pero en Junio de 1967, la historia cambió para siempre cuando el pueblo de Israel escuchó por radio las siguientes palabras “Har HaBait beIadeinu” (el monte del Templo está en nuestras manos). Y recién desde aquel entonces, en el Kotel se erigió una mejitzá (separación) entre hombres y mujeres.
Bajo este esquema, los hombres observantes no teníamos mayor problema (salvo claro no poder rezar con nuestras parejas, familiares mujeres, amigas, etc.). El mayor problema lo tenían las mujeres que buscaban observar los preceptos allí en el Kotel. Las mujeres tenían prohibido colocarse Talit, Tefilín y leer la Torá. Con el correr de los años, la ultra-ortodoxia, cada vez más cerrada e intolerante, prohibió incluso que en la explanada, donde se realizaban actos del Ejército de Israel, las mujeres pudieran cantar.
Hace 25 años, las mujeres del muro (Neshot Hakotel), grupo de mujeres de todos las denominaciones religiosas del judaísmo (desde la ortodoxia hasta el laicismo), comenzaron a llegar al Kotel cada Rosh Jodesh (comienzo del mes) para rezar juntas. Colocándose tefilín y leyendo de un Sefer Torá (cuando tenían la posibilidad de “contrabandear uno” para ingresarlo a la explanada). Muchas de estas mujeres fueron escupidas, golpeadas e insultadas por los ortodoxos de turno y luego presas por «transgredir las leyes del Estado de Israel”.
Luego de más de 20 años de luchas y de sacrificio en busca de un lugar en el Kotel, donde hombres y mujeres puedan rezar juntos, en abril del 2013 se escuchó con alegría, en grandes sectores del pueblo judío, una propuesta muy alentadora. El director de la Agencia Judía, Natan Sharansky, habló públicamente del plan de crear una sección igualitaria en el Kotel. Y luego de tres años de intensas negociaciones, entre los sectores ultraortodoxos y representantes de las mujeres del Kotel y de los movimientos conservadores y reformistas, a fines de enero del 2016, se llegó a un acuerdo histórico: se crearía una nueva sección, en la parte sur del Kotel (pasando el puente Mughrabi para quien conoce la zona), la cual no estaría bajo jurisdicción del “rabino del Kotel”, sino bajo una comisión plural seleccionada por el propio primer ministro.
El lugar se llamaría Azrat Israel (atrio de Israel) y estaría abierto para que cada judío rece según su costumbre. El Estado de Israel y la Agencia Judía se comprometían a aportar más de 30 millones de Shekel (unos 7.5 millones de dólares) para refaccionar toda la zona y para que ambas secciones del Kotel (la que contiene una mejitzá y la mixta) tengan la misma visibilidad, accesibilidad y comodidad. Las mujeres del Kotel se comprometían de esta manera a mover allí su Minian mensual y los sectores ultra-ortodoxos se comprometían a no invadir ni intervenir en aquel sector.
Todo iba bien hasta que, desde enero del 2016, la ultraorodoxia, encabezada por el rabino principal de Jerusalén y otras altas autoridades de la esfera jaredí en Israel, en reiteradas oportunidades entraron al actual Azrat Israel, erigiendo allí una Mejitzá (separación) y vociferando abiertamente que todo el Kotel “les pertenece”. Grupos ultraorodoxos en la Knesset han venido presionando con salirse de la coalición, haciendo caer el gobierno de Bibi Nenanyahu, si accedía y ponía en marcha la actualización reforma de la parte igualitaria del Kotel. Finalmente, el domingo 25 de Junio, Bibi cedió ante la presión y anunció la suspensión del proyecto que garantizaría una sección igualitaria en el Kotel.
Y así nos encontramos hoy. Es una paradoja plantear que, hoy en día, Israel es el único país occidental donde los judíos no tenemos libertad de culto. Un sector del judaísmo, minoritario como es la ultraortodoxia, ha coartado al Estado de Israel y a sus instituciones. El Kotel es el centro simbólico de esta batalla entre hermanos, pero la lista, lamentablemente, se extiende a casi todas las áreas de la vida judía. El gobierno de Israel ha abandonado los ideales de sus fundadores que planteaban:
“El Estado de Israel permanecerá abierto a la inmigración judía y el crisol de las diásporas; promoverá el desarrollo del país para el beneficio de todos sus habitantes; estará basado en los principios de libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los profetas de Israel; asegurará la completa igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo; garantizará libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura…” (Declaración de Independencia del Estado de Israel, 14 de Mayo de 1948).
Hoy, los judíos no-ortodoxos, la inmensa mayoría de los judíos dentro y fuera de Israel, no tenemos libertad de culto e igualdad de derechos en la tierra de Israel, en la tierra que amamos y defendemos hasta el cansancio. Esta situación que ya se viene prologando hace ya decenios, ha comenzado a resquebrajar la relación entre las diásporas liberales y un gobierno Israelí coartado por la ultraortodoxia.
Esta última semana, de visita en Buenos Aires, fui a rezar a una sinagoga con mejitzá, algo que no suelo hacer. Esta “precaria” mejitzá estaba compuesta por banderas de Israel, colgadas una al lado de la otra. En aquel momento, no presté mucha atención a esta extraña elección para realizar la división en la sinagoga, sin embargo, al despertarme el día domingo con la angustiante noticia que Netanyahu decidió ceder ante la presión ortodoxa, entendí cabalmente el significado de aquella Mejitzá. El Estado de Israel de a poco se va convirtiendo a sí mismo en la Mejitzá entre judíos de primera y judíos de segunda, judíos con derechos y judíos rezagados.
Por todo esto, desde este momento, como judío de la diáspora comprometido con un Israel pluralista y democrático, dejaré de donar plata a instituciones gubernamentales y estatales israelíes, y dejaré de apoyar iniciativas que colecten fondos para Israel hasta que no se concluya la construcción de una sección igualitaria en el Kotel. Seguiré amando y defendiendo a Israel frente al antisionismo y frente a los ignorantes, pero en lo personal, dejaré de aportar económicamente en campañas a un Estado que no reconoce mi judaísmo, cediendo constantemente al chantaje ortodoxo.
Invito a todos, a nivel personal y comunitario, quienes buscamos un Israel democrático y pluralista, a dejar de brindar apoyo material y simbólico al gobierno de Israel, hasta finalmente ser reconocidos. El primer paso ya lo dio la Agencia Judía, cancelando un importante encuentro con Netanyahu. En estos momentos, estamos patrocinando a un Estado que no nos reconoce.
Israel No reconoce nuestros derechos de rezar a los pies del lugar más sagrado del judaísmo. No reconoce a nuestros conversos. No reconoce a nuestros rabinos. No reconoce a nuestros casamientos. La lucha por una sección mixta en el Kotel es una lucha material pero por sobre todo simbólica. El día que pueda rezar junto a mi mujer, juntos en el Kotel, ese día volveré a donar dinero al gobierno de Israel. Y ese día, el Muro de los Lamentos pasará a ser también un lugar para celebrar nuestras alegrías.
He leído el artículo del rabino Uriel y me pregunto como un ignorante que soy cómo es posible que una pequeña minoría como la UltraOrtodoxia haya logrado tanto poder, si aparentemente, no tienen la razón en sus argumentos y actúan como una pequeña élite que segrega al resto de los practicantes de la religión
Juan, un gusto. Tu pregunta es muy válida. La clave de la respuesta está en el pacto de status quo que firmó Ben Gurion antes de l creación del Estado con el viejo Ishuv (l comunidad jaredi) para que en su momento apoyen la creación del Estado. Creyendo él que siempre serían una minoría insignificante les otorgó ese poder pero con el correr de los decenios su núcleo en la Knesset (siempre de al rededor del 9%) fue vital para formar gobierno. Como su prInicial interés es el religioso siempre apoyan otras propuestas si
ellos se quedan con la «manija» de las cuestiones religiosas del Estado. Hay más para argumentar al respecto pero en resumidas cuentas esa es según mi opinión la razón.
Excelente articulo, mas claro no canta un gallo!